El Ebro ya no guarda silencio...

Ana Vallespí Marqués

Casi todos los años el río Ebro sufre crecidas de caudal que anegan miles de hectáreas de varias Comunidades Autónomas provocando cuantiosos daños materiales. Es un hecho incuestionable que la irregularidad del régimen hidrológico español ha sido el estímulo y acicate histórico para la construcción de embalses, antigua tradición que se remonta a la época romana en España.

La realización de pantanos ha buscado siempre garantizar la disponibilidad de un recurso como el agua, indispensable para la vida y la actividad económica. Desde mi humilde opinión, considero que la solución para evitar inundaciones por las crecidas cíclicas del río Ebro pasa por aumentar el número de embalses, sobretodo en la cabecera de los ríos, siempre y cuando  se mantenga el caudal ecológico de los ríos y se provoque el mínimo impacto medioambiental posible. De ese modo podría almacenarse el agua en exceso e irla laminando para desaguar poco a poco, evitándose de esta manera las riadas dañinas.

Es por ello que los sucesivos gobiernos deberían apostar por invertir en este tipo de infraestructuras hídricas, teniendo en cuenta también que el número actual de presas se queda corto en época de sequía.