Opinión

Pueblos moribundos

Hace algunos meses publiqué en este mismo espacio un artículo sobre la despoblación del mundo rural. Un tema candente desde hace varios decenios, que cada día lo es más. Está girando ahora en la órbita política, a todos los niveles, con mayor o menor grado de credibilidad y sobre todo de eficacia. La problemática ha calado tan profundamente, que cada vez recibe más atención del mundo literario. Nunca le ha sido ajena, ni mucho menos, porque desde hace tiempo es punto de atención para los escritores; basta referirse a buena parte de la obra de Miguel Delibes.

Hace algunos meses publiqué en este mismo espacio un artículo sobre la despoblación del mundo rural. Un tema candente desde hace varios decenios, que cada día lo es más. Está girando ahora en la órbita política, a todos los niveles, con mayor o menor grado de credibilidad y sobre todo de eficacia. La problemática ha calado tan profundamente, que cada vez recibe más atención del mundo literario. Nunca le ha sido ajena, ni mucho menos, porque desde hace tiempo es punto de atención para los escritores; basta referirse a buena parte de la obra de Miguel Delibes.

Señalando algunas iniciativas de nuestro territorio, hay que reseñar el concurso que desde hace varios años patrocina el Centro de Estudios del Jiloca, con relatos que deben referirse específicamente al mundo rural. Ahora acaba de convocarse entre nosotros por vez primera otro concurso con el tema de la despoblación de manera específica. Lo abanderan la Tertulia Albada, de Zaragoza, la librería Serret, de Valderrobres, y la editorial Comuniter.   

Pero no es solo aquí. En la vecina y fraternal Soria también está en desarrollo un concurso literario en cuyas Bases figura específicamente esta condición:

‘La temática de los relatos presentados al certamen versará sobre la preocupante situación de algunas provincias de España, y en especial la de Soria, que ven diariamente cómo sus pueblos se quedan vacíos, despoblados’.  Elocuente reclamo.

Lo cierto es que gran parte de los pequeños municipios de la España interior se están muriendo. En el artículo al que aludo al comienzo, publicado el pasado mes de noviembre, ya ofrecía algunas vías de solución, inevitablemente drásticas porque drástico es el problema. La respuesta de las instituciones se me antoja tibia, cuando no nula, porque en términos generales atienden más a los intereses partidistas que a la desoladora realidad que ahoga a las pequeñas localidades de nuestro territorio, encuadrado en lo que llamamos la ‘España interior’.

No obstante, para aportar algún dato positivo, debo mencionar un hecho del que he sido testigo durante la pasada Semana Santa. En medio de la diáspora nacional hacia las playas y las procesiones penitenciales, buena parte de cuyo sentido religioso se ha perdido para quedar enmarcadas en el ámbito de lo folclórico, hay iniciativas que merecen el mayor aplauso. En la pequeña localidad turolense de Loscos, por décimo año consecutivo se han celebrado unas Justas poéticas que han convocado a autores procedentes de todos los puntos de la geografía española, de Murcia a Extremadura, de Cádiz a Burgos. Lo organiza la Asociación Trassierra, con el apoyo municipal y el del Centro de Estudios del Jiloca. Es un símbolo de lo que puede hacerse para recuperar la vida de los pequeños pueblos a través de iniciativas culturales. No es suficiente, pero es un síntoma esperanzador.

He de insistir en mi tenaz idea de un análisis profundo de la realidad socio-económica para ver qué municipios son viables en un futuro próximo. O se procede serenamente a una concentración poblacional, con los estudios previos y los apoyos necesarios, o el mapa de la España interior a mediados del siglo XXI será un reguero de pueblos agonizantes.