Opinión

La revolución de las banderas

Han pasado varios meses desde que Cataluña trató de romper España. Muchos políticos en Cataluña, de una vez y definitivamente (ya nada será igual), se han quitado la careta y ya nos ha quedado claro a todos los españoles lo que algunos ya sabíamos: que el "problema catalán" no es un problema de financiación o de falsa opresión sino, lisa y llanamente, de poder.

Han pasado varios meses desde que Cataluña trató de romper España. Muchos políticos en Cataluña, de una vez y definitivamente (ya nada será igual), se han quitado la careta y ya nos ha quedado claro a todos los españoles lo que algunos ya sabíamos: que el “problema catalán” no es un problema de financiación o de falsa opresión sino, lisa y llanamente, de poder.

Los líderes catalanes quieren el poder absoluto en su territorio (y el control total de los medios de comunicación y de la educación, verdaderas fábricas de “indepes”, no el PP como manifiestan, torticeramente, PSOE o Podemos) y los españoles, allí, no pintamos nada salvo para hacer turismo y comprarles sus productos.

Los “indepes” han despreciado al Estado. Lo han considerado débil, un muñeco al que disparar e insultar día sí día también, algo obvio por otra parte si en 40 años no se ha hecho otra cosa que concederles y permitirles todo sin ningún tipo de cortapisa. Pero ahora hete aquí que el padre maltratado y aparentemente débil y acomplejado quien, realmente, dispone de leyes, tribunales y cárceles y que no es tan tonto cómo parecía, se ha puesto un poquito duro (solo un poquito) a lo que los “indepes”, castigados contra la pared y viendo, notando y sufriendo en carnes propias que el Estado tiene más poder y determinación del que aparentaba, han respondido replegándose, contando víctimas, curándose las heridas y analizando su estrategia (los ridículos lacitos amarillos, las huelgas, las simulaciones de cárceles en las plazas de los pueblos,…) para el próximo pulso al Estado (quien recordemos solo se ha puesto un poquito duro) porque no nos olvidemos que viven de eso.

De hecho, su ideario y objetivo político, cada día estoy más convencido, es manifestar que quieren ser independientes pero sin querer llegar a serlo de verdad jamás. Es un movimiento político curioso a nivel mundial por su absoluto infantilismo y patético sentimentalismo pero es lo que nos toca en este país. Qué le vamos a hacer. Unos países tienen frío y lluvia, nosotros padecemos a los “indepes” catalanes, vascos o de cualquier otra región (e incluso a muchos políticos de ámbito nacional), meros caciques de toda la vida. Una lata, un castigo divino que, por ahora, hay que aguantar con estoicismo.

Pero no solo han considerado los “indepes” débil al Estado sino también al conjunto del pueblo español, creyendo y tratándole como un pueblo sin alma ni decisión, desestructurado sentimental e ideológicamente, desunido y enfrentado, dominado por las élites políticas e indolente ante el futuro y la unión del país PERO NO, los españoles, debido también a que hemos notado que el gobierno estaba desbordado y hemos visto peligrar la integridad del país pues la ruptura con Cataluña parecía algo muy real y factible, espontáneamente, sin orden política alguna e incluso llevando la contraria al gobierno, hemos decidido comprar, recomendándose un pequeño planchado, y  sacar las banderas a nuestros balcones como signo de que aquí manda el pueblo y de que hay disposición a defender, por ahora simbólicamente, la nación. Es un símbolo que no puede pasar desapercibido.

Los españoles, muchos, han perdido la vergüenza a mostrar la bandera y a manifestarse públicamente como lo que son, españoles (que parece que es un pecado o algo peor). Hemos querido, sin quererlo creo yo, que los “indepes” noten y vean que hay muchos millones de personas que nos sentimos españoles y que estamos dispuestos a defender la integridad de nuestro país incluso aunque los políticos no intervengan en ello o lo hagan de modo insuficiente.

Lo que ha ocurrido en España es una verdadera revolución a la que, considero, que no se le ha dado mucha importancia ni un significado más allá que el mero hecho de sacar la bandera de tu país pero los españoles, como los franceses en 1789 (exagero un poco pero entiéndanme), hemos pensado colectivamente sin intervención de los políticos y les hemos demostrado, a los “indepes” y a nuestros políticos, que somos, al menos un poco más que antes, y creo que de modo definitivo, los dueños de nuestro país. Ese es el verdadero y más importante significado y consecuencia  de la sacada de banderas a los balcones.

Es un signo de fuerza y determinación que ha marcado un antes y un después en este país; los  políticos desde hace un tiempo,  en vez de tratar de vendernos lo suyo y creer que nos lo vamos a tragar como tontos, están empezando a ver y apreciar ese poder y adaptan sus ideas a lo que creen que va a aceptar el pueblo(hasta el PSC ha sacado por primera vez una bandera española en un mitin) quien, por fin, ha dejado de ser niño y ha evolucionado algo como colectividad (aún falta trecho….). Por fin los políticos, celebrémoslo, ven que somos un ente vivo y con voluntad y que si no nos gusta algo vamos a dejar de votarles. Y todo esto, paradójicamente, se lo tenemos que agradecer infinitamente a los políticos “indepes”.

Y ¡Viva Tabarnia!