Opinión

¡Adiós, carnaval!

¡Ojalá que te vaya bonito! como dice la canción. Es cierto que olvidé mencionarlo entre los hitos más relevantes del mes, en la tribuna anterior dedicada a la hoja del calendario en curso, como me recordaba un atento lector. Tal vez porque para mí no lo sea; aunque he de reconocer que el auge del disfraz, vendría a confirmar también a estos niveles, un cambio de paradigma.

¡Ojalá que te vaya bonito! como dice la canción. Es cierto que olvidé mencionarlo entre los hitos más relevantes del mes, en la tribuna anterior dedicada a la hoja del calendario en curso, como me recordaba un atento lector. Tal vez porque para mí no lo sea; aunque he de reconocer que el auge del disfraz, vendría a confirmar también a estos niveles, un cambio de paradigma.

Nada que objetar, por supuesto, ante los ejemplos más señeros, de experiencias devenidas en manifestaciones culturales con el carnaval como expresión. Porque esa es otra historia; y aquí en Aragón, como en otras partes del país, haberlos haylos.

Pero voy a reconocer, en esta ocasión, que el diagnóstico de mi amnesia, en relación a esta profusión carnavalesca que invade al parecer, es de “absolutamente selectiva”. Básicamente, no me llama la atención, o no soy partidario, oiga, qué le voy a hacer.

Y es que no me acostumbro a los pertinaces desfiles de carrozas por el centro de la ciudad, a las vallas que los encierran, a la gente que se amontona, y que clausuran tu capacidad de movimiento en el momento más oportuno. Precisamente cuando tenías que pasar por ahí, y te ves obligado a dar la vuelta vete a saber por dónde.

Por no decir que tampoco aguanto la música cargada de decibelios, aunque sea con sonidos de dulzaina de la tierra. Que no vea usted cómo suena.  Y por supuesto, que aborrezco la falta de higiene pública que este tipo de acontecimientos genera.

No es de extrañar el sutil comentario publicado en Twitter: “En estos carnavales ha triunfado el disfraz de cerdo”.  Abrigo, a este respecto carnavalero, la misma sensación que transmitía una reciente esquela publicada en el periódico “La Vanguardia”: deja este mundo sin haber aportado nada. De estupor, ciertamente. Pero también de compromiso. El mundo no cambiará solo.