Opinión

¡Hablemos de drogas, pero en serio!

Estos días ha saltado a todos los medios de información local y nacional un folleto o panfleto, en principio, y según se ha dicho por sus creadores, destinado a ayudar a los consumidores de sustancias a que lo sigan haciendo, pero sin riesgos, o, con menos riesgos.

Estos días ha saltado a todos los medios de información local y nacional un folleto o panfleto, en principio, y según se ha dicho por sus creadores, destinado a ayudar a los consumidores de sustancias a que lo sigan haciendo, pero sin riesgos, o, con menos riesgos.
 
Lo que les ha salido, en mi opinión profesional como psiquiatra que lleva más de treinta años en ejercicio, es un bodrio nada riguroso, mal redactado, con un sentido de adoctrinamiento ideológico claramente visible, lleno de frases demagógicas y, por si fuera poco, tendencioso al pretender venderlo como si fuera, casi, un prospecto de medicamentos, a los que por cierto cuestiona y critica.

Cuando se lee con cierto detenimiento pronto se percibe que "eso" no lo ha podido escribir ningún profesional de la salud. Y claro, hablar de enfermedades, porque las adicciones son enfermedades, y además graves, y hacerlo desde una perspectiva que intenta parecerse a un prospecto farmacológico, es cuando menos un despropósito, sino algo mucho más grave como puede ser un ilícito penal. Pero vamos al grano y evitemos divagar.

En el panfleto de marras lo primero que salta a la vista es que se ponen al mismo nivel a las drogas de abuso (legales o ilegales), a los medicamentos e incluso a sustancias como el té, café, o el chocolate, dando nombres comerciales (grave error legal), llegando a incluir a medicamentos que nada tienen que ver con las adicciones como es el paracetamol (Termalgin) como dice el panfleto. Con los tranquilizantes y analgésicos la desmesura es antológica, ya que se les considera tan nocivos, sino más, que la cocaína, la psilocibina, anfetaminas o cannabinoles. Algo inaudito, acientífico, temerario y como anuncian algunas empresas, posiblemente ilegal.

Nos dicen que, y cito literalmente: "La prohibición, la "guerra contra las drogas", es un “fracaso”, pero entendemos que este es un análisis erróneo. Esta, en realidad, es un éxito si entendemos que pretende lo siguiente: la generación de superbeneficios, la legitimación de intervenciones militares, profundizar en el control social, el embrutecimiento general y hasta la pérdida de lucidez y de salud de la gente. Todo esto lo hace “bastante bien”, independientemente de las declaraciones piadosas utilizadas para justificar dicha “guerra”. En fin, sobran comentarios. Son opiniones políticas que obviamente no comparto, pero sobre las que sí me pregunto, ¿y eso en qué ayuda a disminuir el daño a un adicto/drogodependiente, enfermo? ¿Qué mensaje positivo tiene un párrafo como ese para adolescentes de 13,8 años (edad promedio de inicio en el consumo de cannabis)?

Se afirma con una osadía propia del que no conoce lo que es una drogodependencia, “que las drogas no matan, que lo que mata es no estar informado”. Las drogas unas más que otras, por supuesto, matan, destruyen el cerebro, limitan la libertad, anulan la personalidad, deterioran la vida del que las toma y también la de todos aquellos que están a su alrededor. Se puede estar muy informado, pero no por ello disminuye el riesgo que hay al consumirlas, se haga el consumo en una bandeja de oro o utilizando “la pipa de la paz” de los indios Sioux. 

En el panfleto se dice sin pudor que “todos consumimos drogas”, otra nueva falacia que se lanza de forma tan categórica, como insultante. Es verdad que muchas personas tienen que tomar medicamentos. Otras consumen solo sustancias adictivas legales (tabaco y alcohol) y hay quien toma una mezcla de sustancias legales e ilegales (por ejemplo, alcohol y cocaína). Pero también hay muchas personas que no toman ningún tipo de sustancia, ni necesitan de ningún medicamento, ni tampoco consumen alcohol, tabaco o estimulantes de bajo perfil (café o té). 

Hay personas, más del 10% de la población, que son abstemias y que hacen una vida saludable, que saben mantenerse alejados de las drogas de abuso (legales o no) utilizando el autocontrol y sacando un adecuado partido a los tranquilizantes naturales (endorfinas) que todos tenemos en nuestro cerebro. También hay ciudadanos que, afortunadamente, no tienen que tomar ningún medicamento, por su juventud o porque la genética les ha sido propicia.

En el panfleto se hace una apología destructiva e infundada sobre el Trastorno por Déficit de Atención (TDAH) al que niegan su existencia y hablan de su tratamiento como si fuera una vulgar adicción a anfetaminas, creada, cómo no, por las multinacionales del medicamento interesadas en obtener beneficios. Esa afirmación solo puede proceder de la ignorancia y el desconocimiento de lo que es esa enfermedad y de no haberla visto de cerca y la respuesta que se produce a los tratamientos cuando son los adecuados. Insisto, o es torpeza o es osadía. No sé qué es peor.
 
Por último, en el panfleto se nos regalan unas “joyas de incalculable valor terapéutico”, sobre cómo drogarse en condiciones óptimas y se lanzan también soflamas en contra de los psicofármacos; cómo no, incluyéndolos entre las sustancias más adictivas, peligrosas y dañinas, olvidando por completo que son medicamentos controlados por médicos, eficaces y útiles para aquellas personas que, desgraciadamente, los necesitan por sufrir alteraciones neurobioquímicas que conocemos bien y que gracias a ellos, que el panfleto llama “drogas”, han evitado mucho sufrimiento, internamientos en hospitales psiquiátricos, rechazo social y estigmatización.

Y para colmo, todo este panfleto ha sido financiado con el dinero de todos nosotros, esto es, dinero público, que como dijo aquella ilustre ministra durante un encuentro mundial de ministros de Cultura a favor de la diversidad cultural, (11 de junio de 2005): “Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie." 

Estamos una vez más ante un claro síntoma de lo gravemente enferma que está nuestra sociedad, en donde priman más los llamados intereses políticos que los sanitarios; sociedad en la que los que mandan en lugar de dar ejemplo, dan pena; una sociedad en la que se habla sin saber, destacando lo impactante y no lo verdaderamente importante. Una sociedad llamada del bienestar donde lo que prima es la ambición, la competitividad desmedida y el tener, más que el ser.