La UZ, cuna de la innovación

La Universidad de Zaragoza potencia cada día más la innovación. La mejor prueba de ello son los grupos de investigación en los que trabajan profesionales ligados a la ciencia. Conchita Gimeno, Iñaki Ochoa y Julia Herrero son algunos de ellos y han sabido potenciar su empleabilidad a través de este pilar fundamental.

Zaragoza.- La formación y la incorporación de la innovación al trabajo son imprescindibles ya en cualquier oficio. Más aún si se trata de ciencia. Lo saben bien en la Universidad de Zaragoza, donde recientemente tuvieron lugar unas jornadas en el Campus Río Ebro basadas precisamente en estos dos asuntos para mejorar y potenciar la empleabilidad de los investigadores. A ellas asistieron representantes del Gobierno de Aragón y la UZ y participaron más de 23 empresas.

Muchos de los que hoy trabajan en la Universidad de Zaragoza estudiaron en sus aulas o desarrollaron en ellas parte de su formación. Es el caso de Conchita Gimeno, Iñaki Ochoa y Julia Herrero.

Conchita Gimeno, una de las 12 mejores químicas del mundo

Conchita Gimeno es profesora de investigación en el Instituto de Síntesis Química y Catálisis Homogénea (Isqch), un centro mixto de la Universidad de Zaragoza y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En marzo fue premiada con el reconocimiento a Mujer Distinguida en Química en su convocatoria de 2017, situándose así entre las doce mejores químicas del mundo. Recibió el premio con mucha alegría.

Gimeno explica que en el Instituto de Síntesis Química y Catálisis Homogénea empezaron con una investigación “más básica” en química pero se han ido moviendo a aplicaciones tecnológicas porque, apunta, “es lo que demanda la industria”. En esas aplicaciones trabajan en compuestos de metales como el cobre, la plata y el oro que, resalta, “tienen un gran número de aplicaciones”.

Además, en el Isqch trabajan en dopantes de pantallas de ordenadores y móviles para lo que tienen una patente licenciada en una empresa. También investigan en el campo de la Medicina. Por ejemplo, trabajan en compuestos para luchar contra el cáncer, antibióticos y tratamientos para el VIH. También para la empresa farmacéutica y de perfumería, desarrollando catálisis para productos que tienen alto valor añadido.

Iñaki Ochoa, apostando por las necesidades

El biólogo y bioquímico Iñaki Ochoa estudió fuera pero se incorporó a la Universidad de Zaragoza a estudiar el post doctorado a un grupo en un grupo de ingeniería. En la actualidad posee dos empresas: Ebers Medical Technology y Bionchip.

Gimeno, Ochoa y Herrero trabajan en la UZ
Gimeno, Ochoa y Herrero trabajan en la UZ

Ochoa explica que al llegar a la Universidad de Zaragoza le ocurrió algo “interesante”. “Yo estaba acostumbrado a una forma de investigar basada en que si necesitas algo lo compras y si no existe me quedo con la necesidad”, indica. “Cuando llegué a aquí a la Escuela de Ingeniería me enseñaron que si algo no existe lo fabricamos y ahí fue cuando se me abrió la mente. Vimos una oportunidad increíble y empezamos a hacer aquellas cosas que veíamos que necesitábamos”, asegura.

Asimismo, Ochoa resalta que “gracias a eso vimos una oportunidad de no solo hacerlo para nosotros sino hacerlo para el resto de la comunidad científica”. “Aprovechando que teníamos muchos estudiantes de doctorado, cuando acababan veíamos que había una oportunidad para ellos de desarrollo profesional y montamos las dos empresas”, explica.

Ebers Medical Technology fabrica una especie de hornos que tienen unos motores dentro para prefundir. Hasta ahora, los órganos para trasplantes se llevaban en una nevera con hielos que, asegura Ochoa, “generan una serie de problemas que se llaman isquemia fría, que hacía que se tuvieran que rechazar los órganos”. Pero, gracias a los equipos desarrollados en esta empresa, “hemos conseguido que algunos órganos que ahora rechazábamos para trasplante podemos recuperarlos y generar nuevos trasplantes en todo el mundo”.

Desde Bionchip trabajan también en mejorar la calidad de vida de las personas gracias a la creación de unos nuevos dispositivos con los mejorar la investigación en el laboratorio en torno al organismo. En el laboratorio se trabajaba con unas placas de plástico en las que, según Ochoa, “no se había evolucionado en 100 años”. Atendiendo a las necesidades existentes, teniendo en cuenta que “lo que investigamos en los laboratorios no siempre coincide con lo que ocurre en la realidad por un problema metodológico”, desde Bionchip se esfuerzan para cambiarlo.

Recientemente tuvieron lugar unas jornadas en el Campus Río Ebro para fomentar la empleabilidad
Recientemente tuvieron lugar unas jornadas en el Campus Río Ebro para fomentar la empleabilidad

“Intentamos simular al organismo de una manera poco acertada. Nosotros lo que hemos hecho es hacer unos dispositivos de plástico microfluídicos que simulan lo que ocurre en el organismo de una manera más próxima, de tal manera que pretendemos acortar el coste y el tiempo de desarrollo de nuevos fármacos para que lleguen antes al sistema nacional de salud y sean más baratos”, explica este investigador.

Julia Herrero, vuelta a la UZ

Julia Herrero realizó su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza y después continuó su formación en Estados Unidos y Berlín. Tras desarrollar diferentes labores, tuvo la oportunidad de regresar a la capital aragonesa y así lo hizo. Logró una plaza en unas oposiciones para acceder al Centro Universitario de la Defensa y allí trabaja desde entonces.

Herrero es el ejemplo de investigadora que, tras formarse en el extranjero, encuentra de nuevo una oportunidad en su universidad de origen. Raíces científicas en el caso de Herrero, ya que es burgalesa. “Aunque he conocido muchos otros grupos me apetecía volver a trabajar con ellos”, admite.

Los tres son ejemplo de investigadores que se reinventan para mejorar su empleabilidad. Mensaje que transmiten a los alumnos, con los que la Universidad de Zaragoza trabaja para lograr que sus posibilidades de encontrar un buen empleo sean las máximas posibles.