Opinión

En clave de convergencia

Ya se han celebrado las elecciones catalanas (muy cercanas en el tiempo desde la aplicación extremadamente suave del art. 155 de la Constitución) y todo ha ido más o menos conforme a lo esperado. El voto “españolista” se ha ido mayoritariamente al único partido que actualmente defiende, aún con grandes debilidades y lagunas, una idea de España medianamente seria, moderna y clara y el voto nacionalista/secesionista se ha repartido entre la antigua Convergencia y ERC desapareciendo del mapa político la CUP a quien incluso el mundo más nacionalcatalanista considera en estos momentos un molesto y bizarro estorbo.

Ya se han celebrado las elecciones catalanas (muy cercanas en el tiempo desde la aplicación extremadamente suave del art. 155 de la Constitución)  y todo ha ido más o menos conforme a lo esperado. El voto “españolista” se ha ido mayoritariamente al único partido que actualmente defiende, aún con grandes debilidades y lagunas, una idea de España medianamente seria, moderna y clara y el voto nacionalista/secesionista se ha repartido entre la antigua Convergencia y ERC desapareciendo del mapa político la CUP a quien incluso el mundo más nacionalcatalanista considera  en estos momentos un molesto y bizarro estorbo.

Así, ninguna gran sorpresa destacable se ha producido, y si hubiese que extraer un titular de estos comicios, éste sería la victoria, a priori inesperada pero tampoco descabellada, tanto de Ciudadanos como de la antigua Convergencia. Y digo de la antigua Convergencia pues la existencia de tambores de una posible victoria de los partidos constitucionalistas ha llevado al votante nacionalista, igual que ocurrió con el PNV en 2001 en el País Vasco cuando según las encuestas todo apuntaba una victoria del PP de Mayor Oreja, a votar de forma mayoritaria al partido nacionalista conservador rompiendo las previsiones de las primeras encuestas que daban claro vencedor a ERC en el bando nacionalista, y ello a modo de voto refugio o de resistencia ante una posible toma del poder en Cataluña del “españolismo”.

Conclusión: todo sigue casi igual, si bien dos claves son relevantes de aquí al futuro; la primera, la victoria por primera vez en Cataluña de un partido de centro derecha nacional en Cataluña (relevante únicamente  desde un punto de vista moral) y que podría anticipar un grave descalabro del PP a nivel nacional y la segunda y fundamental, el protagonismo que tiene Convergencia en el nuevo mapa político catalán para definir qué será Cataluña los próximos años. Si la Convergencia que seguramente gobierne en Cataluña es la de estos últimos años existe un claro y evidente riesgo de continuidad con la apuesta  de la vía del secesionismo rápido, impositivo y unilateral y, con ello, de tensiones importantes con el Estado y de severas consecuencias para la economía catalana cuyo consumidor mayoritario, el español, no acepta ni asume que no quieran formar parte de España con lo que opta y seguirá optando (incluso con mayor virulencia) por no comprar producto catalán, el cual considera que proviene de una región traidora que, encima, le insulta, desprecia y menosprecia. Por el contrario, si Convergencia, aunque sea más por necesidad que por convicción,  vuelve a la tradicional, clásica y asquerosa senda del victimismo y la doble cara para obtener réditos del Estado y que se siga comprando producto catalán con cierta normalidad (opción ésta que creo que ha sido la votada en un porcentaje importante pues mucho del voto dirigido a JxCat es voto conservador y trinchera con el fin de frenar el auge “españolista”) algún año más aguantaremos en cierta paz (pero no armonía).

Ahora bien, de lo único seguro que podemos estar de los líderes catalanes en estos últimos siglos es que éstos, cada pocos años, aunque sea por vicio y por movilizar y posicionar a sus acólitos, se rebelan contra el Estado al que le reclaman cariño, dinero y nuevas competencias a cambio de nada. Si esto se produce antes o después, y su forma y virulencia, dependerá de si la “burguesía catalana” que dirige el nacionalismo convergente valora y teme  el empobrecimiento y aislamiento de una Cataluña rebelde (sin causa) contra el Estado y los españoles o si esto les da igual, como este último lustro,  y desean la independencia a cualquier coste, aún siendo seguro el grave empobrecimiento y aislamiento de la región. En la mano de este poder fáctico y económico conservador, al que el pueblo catalán le ha querido otorgar el timón de su región, queda el incremento de la tensión o no con el resto de España. Espero que el sen y, la coherencia, la racionalidad y la búsqueda del bien general (no de unos pocos oligarcas y caciques, la historia de siempre en España) impere en nuestros vecinos, si bien, analizando sus antecedentes, bien me temo que no será así.