Opinión

España en Europa

Cuando España entró en la Unión Europea en 1986 me di cuenta de que el paso que se había dado era de gigante. Mucha gente también se dio cuenta, aunque privadamente, de que muchas veces hubo que vencer las resistencias provincianas de fuerte arraigo en nuestro país. Por fin estábamos abrigados –la unión hace la fuerza-, y ya no estábamos solos. Ya formábamos parte del ente del que formábamos parte desde siempre. Por geografía y por historia. El aislamiento de los siglos XIX y XX había llegado a su fin.

Cuando España entró en la Unión Europea en 1986 me di cuenta de que el paso que se había dado era de gigante. Mucha gente también se dio cuenta, aunque privadamente, de que muchas veces hubo que vencer las resistencias provincianas de fuerte arraigo en nuestro país. Por fin estábamos abrigados –la unión hace la fuerza-, y ya no estábamos solos. Ya formábamos parte del ente del que formábamos parte desde siempre. Por geografía y por historia. El aislamiento de los siglos XIX y XX había llegado a su fin.

Y sin esa ruptura del aislamiento, los españoles no hubiésemos podido no solamente comerciar, sino también viajar sintiéndonos unos europeos más. La facilidad de la moneda única. Y, en general, éramos correspondidos. Nos aceptaban y hasta nos admiraban. Vinieron los malos tiempos y Europa nos ayudaba económicamente, y nos ayuda. Y ahora con el problema catalán también. Y es determinante. Nos ha ayudado en todo momento durante la crisis económica que aún estamos pasando. Lo mejor, como en la vida misma, es que no nos sentimos solos. Ningún estado europeo se siente solo.

Ahora, con el problema catalán, ha continuado el apoyo europeo. La guinda del pastel, aunque sea protocolaria, ha sido ver a Europa en pleno: El presidente de la Comisión Europea (Jean Claude Juncker), el presidente de la Eurocámara (Antonio Tajani) y el presidente del Consejo de Europa (Donald Tusk), en el teatro Campoamor de Oviedo con motivo de los premios Princesa de Asturias. Y las palabras que dijeron, sobre todo el italiano. Pocos próceres españoles podrían haber realizado tan oportuno y claro discurso.

Pues bien, nos sentimos europeos y protegidos en Europa. Europa no tolerará un desgajamiento de la nación más antigua del continente que persiste con los mismos límites que cuando se formó. Cataluña independiente no existió nunca. Solo existió el principado de Cataluña dentro de una Corona de Aragón cuyos reyes se coronaban en la Seo zaragozana. Europa también –aunque no se diga- tiene miedo al efecto contagio en otros estados. Imagínense. Ahora mismo, el Rosellón, donde algunos hablan catalán y cuyos automóviles llevan pegatinas con la cuatribarrada y el simbólico asno. Pero allí no se toma el pelo a la “grandeur” de la France, pues no se andan con bromas y las actuaciones de la Guardia Civil son casi de cortesía (en general) comparadas con las de la “Gendarmerie”.

Pero no es solo el antiguo Rosellón aragonés y español, sino también Córcega, Bretaña y hasta Alsacia, lo que supondría un litigio de Francia con Alemania, y donde los topónimos son germanos. ¿Y precisamente en Alemania, Baviera, que ya tiene una cierta autonomía muy por debajo de la de Cataluña en España? ¿Y la Padania en Italia? ¿Y el Reino Unido? Y así podríamos seguir con casi todos los estados del mundo. Pero nosotros, afortunadamente tenemos el paraguas de Europa.