Opinión

Hermenéutica

No pretendo ser reiterativo, pero a lo que se ve, continúa vigente la anécdota del conocido diálogo entre dos paisanos, de las Cinco Villas creo, que así rezaba: "¿Que dije yo? Entenderías, tú". Por añadir otro matiz a una reciente tribuna, en esta ocasión voy a referirme a la interpretación de la realidad, hermenéutica en griego, para los amantes de lo clásico, que aún existen felizmente.

No pretendo ser reiterativo, pero a lo que se ve, continúa vigente la anécdota del conocido diálogo entre dos paisanos, de las Cinco Villas creo, que así rezaba: “¿Que dije yo? Entenderías, tú”. Por añadir otro matiz a una reciente tribuna, en esta ocasión voy a referirme a la interpretación de la realidad, hermenéutica en griego, para los amantes de lo clásico, que aún existen felizmente.

Porque, cuando se habla de interpretación, no se debiera confundir, y ya estamos otra vez con el confusionismo a vueltas, con opinión.

Ésta, la opinión, se basa en argumentos razonados, en criterios forjados a partir de conocimiento, en pensamiento elaborado a lo largo de un proceso de formación, o crecimiento personal, en definitiva. Mientras que la interpretación se mueve más en la línea de adopción de recursos, de claves, de signos, que nos sirven para entender correctamente lo que vemos, o lo que ocurre.

Y este aspecto resulta, a mi modo de ver, muy pertinente.  Porque asistimos, día sí y día también, a fraudulentos ejercicios de suplantación de la interpretación por opinión.

Tales muestras, habituales lamentablemente en el ámbito de los medios de comunicación, no renuncian al sesgo manipulador de turno, aunque, eso sí, se amparan en una supuesta libertad de pensamiento, cuando no de información. Así, con un par y por todo el morro.

Para algunos, al parecer, ya no se trata de contar lo que se ve o lo que pasa, sino de elaborar relatos que contribuyan a la consecución de determinados fines, los suyos. Todo por la causa, vamos.

El problema es que, cuando así se actúa, lo que se transforma, lo que se cambia de manera gratuita, porque se tergiversa, es la realidad representada.

Y el que pierde en toda esta farsa es el sujeto del derecho a la información, a quien se hurta precisamente el objeto del derecho y, precisamente por ello, no reconoce lo que le cuentan y no se reconoce en lo narrado. ¿Alguien busca razones de la crisis o desafección que se experimenta en los medios?

Ojo, pues, con los hermeneutas. Y con los generadores de opinión disfrazados de hermenéutica. Porque la cosa va, ante todo y, sobre todo, de respeto.