Opinión

En otoño, con flores a María

A pesar de que el mes de las flores, por excelencia, es el mes de mayo, en Aragón, cada 12 de octubre, se engalana a la Santísima Virgen María con un hermoso manto floral. Para orgullo de autóctonos, y por qué no de foráneos, simboliza de alguna forma la integridad, el arraigo y la nobleza de un pueblo tan singular como es el aragonés. Barruntando ya el olor festivo en honor a la Virgen del Pilar, este año los grupos inscritos para confeccionar el ansiado manto superan, y con creces, al del año anterior.

A pesar de que el mes de las flores, por excelencia, es el mes de mayo, en Aragón, cada 12 de octubre, se engalana a la Santísima Virgen María con un hermoso manto floral. Para orgullo de autóctonos, y por qué no, de foráneos, simboliza de alguna forma la integridad, el arraigo y la nobleza de un pueblo tan singular como es el aragonés. Barruntando ya el olor festivo en honor a la Virgen del Pilar, este año los grupos inscritos para confeccionar el ansiado manto superan, y con creces, al del año anterior.

La Ofrenda Floral, como acto central de las fiestas, comenzará este año a las 7.00 horas, es decir, una hora antes de lo que venía siendo habitual. Ello es debido al aumento tan significativo de grupos que no quieren faltar a su cita con la “Pilarica”. Este dato tan revelador pone de manifiesto el profundo sentir y la honda devoción que profesan tanto los zaragozanos como el resto de Aragón, así como también la diversidad de pueblos que, como hijos a través de las flores, rinden culto a su Madre.

Esta advocación mariana es patrona, entre otras, de Zaragoza, de Aragón, de la Hispanidad y de la Guardia Civil. ¿Qué tendrá la Virgen que tanto atrae, y que hasta el río Ebro guarda silencio al pasar rozando la Basílica que la alberga? Sin duda, ella nos protege bajo la orla de su manto, nos ama como hijos suyos que somos, nos alcanza beneficios espirituales y materiales, en fin, nos enseña el camino de salvación.

Pilar sagrado y faro esplendente, declama su egregio himno. En las vacilaciones: acudamos a María. En las adversidades: escudémonos en María. En las persecuciones: imploremos a María. Creyentes y menos creyentes; niños, jóvenes y ancianos; con esmero, con delicadeza extrema, todos se visten con trajes de época cargados de una historia que encarna el crédito de una honda rendición. Hasta los más mínimos detalles portan mozos y mozas al pasar a los pies de su Virgencica, la del Pilar. ¿Qué tendrá la Virgen que tanto atrae? ¿Qué secretos musita en nuestras conciencias?

Con todo, sería deseable que en las próximas fiestas, el manto florido, urdido con el amor cuajado de un pueblo que aclama y bendice a María, sea el fruto de un entrañable afecto popular y no el de una destilería alcohólica que desluce tan insigne tradición.

Asimismo, en evitación de ciertos sucesos caóticos que de alguna forma pudieran empañar particularmente la solemnidad de ciertas actividades, así como en general la festividad de esos días, no estaría de más que las autoridades del Consistorio zaragozano huyeran de protagonizar escenas grotescas, afrentas reivindicativas o actitudes radicales que no llevan a buen puerto.

En sociedades democráticas, saber estar a la altura de las circunstancias como manda el más recto proceder, es mostrar la educación y el respeto que, ni más ni menos, se merece la ciudadanía. A los cargos públicos les incumbe saber que el ejercicio de la autoridad pasa primero por el del servicio a la colectividad. Es una cuestión que nunca  debieran olvidar.