Opinión

El clima laboral en la Administración

Muchos jóvenes y personas en desempleo tienen un gran anhelo por convertirse en funcionarios, en empleados de la Administración, y se ponen a preparar intensamente oposiciones aspirando a las miles de plazas que se convocan cada año en las llamadas ofertas de empleo público (OEP). Esperan obtener seguridad y estabilidad en el empleo -un puesto de trabajo para toda la vida-, buenas retribuciones, buenos horarios, muchos permisos y vacaciones, conciliación de la vida laboral y familiar, incentivos, posibilidades de ascenso, etc.

Muchos jóvenes y personas en desempleo tienen un gran anhelo por convertirse en funcionarios, en empleados de la Administración, y se ponen a preparar intensamente oposiciones aspirando a las miles de plazas que se convocan cada año en las llamadas ofertas de empleo público (OEP). Esperan obtener seguridad y estabilidad en el empleo -un puesto de trabajo para toda la vida-, buenas retribuciones, buenos horarios, muchos permisos y vacaciones, conciliación de la vida laboral y familiar, incentivos, posibilidades de ascenso, etc. Pero otras muchas personas, que saben y conocen lo que hay dentro, y cómo las gastan en la Administración, desdeñan ser funcionarios, pues no todo es oro lo que reluce, y saben que difícilmente van a poder realizarse profesionalmente en igualdad de condiciones.

La defectuosa dirección política y la mala gestión de los recursos humanos en las Administraciones Públicas están conduciendo a un grave deterioro de la calidad de los servicios públicos que se prestan al ciudadano, y a un clima laboral interno de insatisfacción, desmotivación y desidia que repercute negativamente en la eficacia de las organizaciones.

Puede que no sobren funcionarios, -esto requeriría un profundo y riguroso estudio, y una reforma administrativa de calado-, pero sí que puede ser cierto que están muy mal aprovechados en organizaciones y estructuras mal diseñadas, ineficaces e ineficientes, encontrándose estancados, sin estímulos ni espíritu de superación.

Un veterano funcionario de una importante entidad local de Aragón comentaba cómo pasaba el tiempo en la oficina, con grandes períodos sin faena, sobrellevando el horario pues no había trabajo para llenar la mañana. Se oyen en las tertulias y comentarios privados frases tales como “con tal de que me paguen a final de mes”, “cambiamos tiempo por dinero”. Esto no pasa, por supuesto, en las oficinas de atención al público: oficinas de empleo, centros de servicios sociales, de atención al consumidor, oficinas de información y registro, atención urbanística, empadronamiento, juntas de distrito, oficinas de inmigración, etc. donde acuden cientos de usuarios diariamente. Pero sí podría ser un mal generalizado en las Administraciones Públicas donde la defectuosa organización produce estos resultados.

No es culpa de los empleados públicos pues ellos tienen dignidad profesional y prefieren “estar ocupados y que la mañana no se les haga eterna”. Muchas veces no depende de ellos, no les dejan trabajar, no pueden tomar iniciativas, y les dicen: “No trabajes demasiado que el jefe se molestará y no quiere que le hagan sombra”, ”pasa desapercibido”, “si no estás de acuerdo vete a los tribunales”, “vete a a casa que ya te llamaremos”, “no te preocupes que te daremos trabajo”,  “no hagas nada y quédate quieto”.

Todas las virtudes y defectos van a la par y se ponen de manifiesto en actuaciones de endogamia, amiguismo, nepotismo y clientelismo, burocracia administrativa, exceso de jerarquía, reinos de taifas, compartimentos estancos y falta de trasversalidad, exceso de estructuras vacías e innecesarias, asesorías políticas, etc. Si a ello le añadimos la politización, las rencillas personales, arbitrariedad y discrecionalidad, la rivalidad nociva o competencia desleal, y los agravios comparativos, el individualismo y la falta de trabajo en equipo, la patrimonialización de la información, los intereses privados y el conflicto de intereses, la falta de lealtad institucional, el cóctel es imprevisible en un ambiente de salvese quien pueda. Son lastres que vienen arrastrándose desde hace décadas, pero siendo optimistas debemos esperar que las soluciones lleguen algún día.

No son suficientes las encuestas de satisfacción de los empleados públicos si estas no se aprovechan para realizar reformas internas urgentemente necesarias, y hacer un estudio de clima laboral más ambicioso que arrojara resultados interesantes y reales facilitando la participación anónima de los funcionarios, que desconfían de los dirigentes por la estigmatizacion y las posibles represalias.

Son necesarios cambios en los procedimientos selectivos, en la formación del personal, en la carrera administrativa, en las relaciones de puestos de trabajo con valoraciones objetivas de funciones y cargas de trabajo, implementación de procedimientos de mediación, arbitraje y conciliación evitando la conflictividad judicial, retribuciones por objetivos y rendimiento, transparencia e igualdad de oportunidades, movilidad interna e interadministrativa, procedimientos reglados alejados de la discrecionalidad, seguridad jurídica, etc. Debe mejorarse la convivencia global interna, la colaboración desinteresada, la polifuncionalidad e intercambiabilidad, el trabajo en equipo, la calidad y el rendimiento, y otras características necesarias para conseguir organizaciones públicas profesionales, atractivas y preparadas para satisfacer el interés general  y las demandas de la ciudadanía.

Estamos a tiempo, ¡hay que cambiar el rumbo ya!