Opinión

Robinson Crusoe y Steve McGee

Quien se vaya de vacaciones lejos, muy lejos, en algún momento cavilará sobre los inconvenientes que pueden surgir, más aún si viaja a un entorno cultural extraño y más todavía si sabe que el idioma va a ser la primera gran barrera.

Quien se vaya de vacaciones lejos, muy lejos, en algún momento cavilará sobre los inconvenientes que pueden surgir, más aún si viaja a un entorno cultural extraño y más todavía si sabe que el idioma va a ser la primera gran barrera. Un amigo norteamericano, profesor de inglés en Zaragoza, me cuenta que propuso el siguiente tema de debate a sus alumnos de segundo año: "De todos los destinos del mundo cuyo idioma desconoces, ¿cuál elegirías para pasar unas vacaciones?". Me dice Steve, mi amigo el profesor, que tras explicarles las dificultades que afrontarían por desconocer el idioma del lugar de destino, la mayoría aceptó pasar las vacaciones en una isla desierta. Para su pesar, enseguida descubrieron que allí estarían solos, pero no solos y juntos, sino solos  y aislados, cada uno en su propia isla desierta, como auténticos robinsones, sin un mal colchón, ni un restaurante, ni siquiera una maldita cafetera.


A continuación surgió la pregunta del millón: "¿Qué libro llevarías contigo a esa isla desierta?" La pregunta parece fácil de responder, si no fuera porque los alumnos debían dar razón de la respuesta. La mayoría se dividió en dos grupos, uno se decantó por la Biblia y otro por el Quijote. Nada nuevo. La sorpresa la dio un alumno callado del fondo: "Si solamente puedo llevarme un libro, dijo, sin dudarlo el autor sería Daniel Defoe y el libro Las aventuras de Robinsón Crusoe". Este alumno añadió que "en una situación extrema no buscaría el consuelo ni de la literatura ni de la mitología, sino de aquellos que tratan de dar soluciones a los problemas reales de la gente". Por suerte para todos, ese alumno del fondo se fue de vacaciones lejos, muy lejos, para alejar de su mente la idea de crear otro partido político.