Un homenaje al Ebro con más de 20 años de historia

Los vecinos del barrio ribereño de Vadorrey llevan más de veinte años llenando de vida el río Ebro gracias a unas peculiares embarcaciones. Con sus propias manos construyeron unas falúas con las que ya han surcado estas aguas más de 24.000 personas con un único objetivo: poner en valor el elemento geográfico sobre el que creció la ciudad.

Zaragoza.- Pocas personas disfrutan tanto del río Ebro como los vecinos de Vadorrey. Gracias a ellos, desde hace más de 20 años surcan sus aguas todos los fines de semana -desde que comienza el buen tiempo- unas peculiares embarcaciones llamadas falúas, que se han convertido en un auténtico símbolo de este barrio, un regalo a la ciudad y un homenaje al elemento geográfico más importante de la capital aragonesa. Pero no solo eso, también era una llamada de atención al resto de zaragozanos. Pretendían decir alto y claro que la recuperación del Ebro y su entorno no podía esperar más.

Fueron construidas en 1995, con sus propias manos y sus recursos, gracias al empeño de uno de ellos, Pablo Polo Sicilia, que, por su profesión, tenía los conocimientos necesarios para dirigir a sus compañeros. "Soy proyectista jubilado y, dentro de esos encargos que me han llevado por el mundo, durante un tiempo dirigí un astillero de pesca en la costa. He construido barcos pesqueros de muchas toneladas. Gracias a ello, decidí que, dirigidos, los vecinos podíamos construir esas embarcaciones", cuenta.

Con la poca experiencia del resto, pero con muchas ganas, se pusieron manos a la obra tras conseguir que les dejasen una nave que pudiese albergar una embarcación de 12 metros de eslora. Además, las hicieron con sus propios recursos, del mismo modo que han funcionado todos estos años. Es algo de lo que se sienten especialmente orgullosos, porque así han conseguido independencia absoluta y han evitado la politización de sus iniciativas.

Es más, la construcción de las falúas se convirtió en el germen de la Asociación de Vecinos de Vadorrey, de la que Polo es secretario. Fue el inicio de la unión vecinal "y de sus reivindicaciones", porque consiguió que todos se concienciaran de la necesidad de que los zaragozanos mirásemos al Ebro con orgullo e interés, para hacer conocer a los zaragozanos y turistas todo lo que esconde, y que solo se puede descubrir navegándolo.

Para entender su pasión por este río, solo sería necesario exponer que cada año organizan una regata a finales de mayo para celebrar "el día del Ebro", siendo una fecha que ellos mismos han instaurado. Ese día, dos equipos compiten en cada falúa, y, una vez finalizada, los vencidos reciben haciendo un pasillo con los enormes remos en alto a los vencedores.

Calculan que unas 24.000 personas ya se han montado en ellas a lo largo de sus dos décadas de historia. Muchas de ellas en visitas turísticas e informativas que organizan los fines de semana. Una actividad muy atractiva porque "a cada persona se le da un remo de cinco metros y,para muchos, es la primera vez que lo utilizan. Además, se tienen que coordinar con otras 16 personas. Cuando se dan cuenta de que forman parte de una tripulación y son capaces de dirigir un barco, la emoción que sienten es tremenda", asegura Polo.

Los ganadores de una de las regatas que realizan periódicamente
Los ganadores de una de las regatas que realizan periódicamente

Y lo interesante no acaba ahí. La llegada al Puente de Piedra permite descubrir muchos de sus tesoros ocultos, que son imposibles de vislumbrar paseando por sus alrededores. "Allí se les informa sobre los molinos construidos por los alemanes, las piedras que se trajeron desde los torreones de Puerta Cinegia, cómo se amarraban los barcos a su paso, porque todavía se conservan las grapas enfundadas en plomo que se colocaron en 1477", cuenta.

Y es que, estos vecinos de Vadorrey, además de poner en valor al Ebro, reivindican la historia de los elementos arquitectónicos que lo acompañan, como este mítico puente. "Son 2.000 años de historia que tenemos ahí. Lo difícil es llegar a él navegando y poder pisar su base”. Y eso es precisamente lo que hacen los visitantes. Al llegar a ese punto, tienen la oportunidad de bajar de la embarcación y, si las condiciones lo permiten, pisar la base sobre la que se sustenta. Una experiencia que pocos pueden olvidar. “Cuando te das cuenta de que lo que tienes alrededor lo puedes hacer tuyo, la gente se engancha”, según Polo.

Ya se podría decir que estas falúas lo han visto todo en estas décadas gracias al empeño de estos vecinos en prestarlas a todo aquel que las necesite. Han estado al servicio de asociaciones vecinales de todo tipo, de bomberos, Cruz Roja, sindicatos, empresas privadas, la Universidad de Zaragoza, de equipos de fútbol... Se han celebrado en ellas regatas, cenas nocturnas, conciertos, representaciones teatrales, un descenso hasta el mar Mediterráneo, reportajes de novios o cumpleaños.

Y la cosa no acaba ahí. Con los años, la imaginación de estos vecinos ha dado rienda suelta para conseguir sacarles todo el partido a las falúas. Estas han permitido hacer cenas, bailes y conciertos, tanto en las barcas como en la parte inferior del Puente de Piedra. De hecho, los conciertos de El Arrabal empiezan a ser famosos –asegura Polo-, ya que en la última ocasión llegaron a concentrase unas 400 personas en el paseo de la ribera. Y es que, la arcadia de esta construcción romana es "la mejor cámara de resonancia que tenemos en la ciudad. Es el mejor vehículo de transmisión del sonido. Los conciertos de jazz son impresionantes".

Y a pesar del ajetreo que viven las falúas, son tratadas con mucho mimo. Se podría decir que tienen un gran ropero de ropa que permite engalanarlas para cada ocasión. Unas veces con mástiles, toldos, remos largos, o pagayas, las cabezas de dragón aparecen y desaparecen, siendo hoy unas, mañana otras. Se han llegado a disfrazar, con motivo de representaciones teatrales y actuaciones. Se han convertido en barco vikingo en una ocasión, y, en otra, albergó a musas y danzarines. Esta última con motivo de la representación de Fausto el Día de los Museos, festividad en la que participaron en coordinación con los museos de la ciudad.

El germen de la Expo

Pero estos vecinos esconden mucho más que eso. Según explica Polo, hace décadas, realizaron un proyecto medioambiental para la península en la que en 2008 se ubicó la Expo. En el meandro pretendían crear una reserva medio ambiental y turística, que pusiese en valor ese lugar y el Ebro a su paso.

Llegaron a presentarlo ante los zaragozanos, durante la celebración de una Cincomarzada. Cuanta Polo que "alguien del Ayuntamiento se acercó a nosotros y nos pidió que les prestásemos un tiempo los planos para analizarlos". Tiempo después se lo devolvieron y, "si comparan lo que se hizo con los documentos que guardamos, se puede comprobar que el germen está en lo que hicimos los vecinos".

También en su día promovieron la construcción de una represa, o lo que hoy día conocemos como el azud. Llegaron a plantearlo ante un político de la época al que llevaron en las falúas. "Le entregamos un proyecto que no era nuestro, ya que utilizamos el que había presentado el constructor Escoriaza y Fabro hace unos 100 años. Pensábamos que se podía hacer", explica Polo.

Reivindicaciones de cara al Ebro

Regatas con los pañuelos de las peñas de Zaragoza
Regatas con los pañuelos de las peñas de Zaragoza

Por su vinculación con el río, estos vecinos pueden hablar con conocimiento de causa respecto a aquellos ámbitos políticos que tienen que ver con él. Se muestran indignados por la utilización política que se hace de él y las opiniones que se arrojan sobre los dragados o el azud sin conocimiento de causa. "Se han dicho tantas cosas del Ebro –según Polo-. A lo mejor no merece tantas jotas y lo que necesita es vivirlo más".

Como se puede adivinar,

También defienden los dragados, pero no como los realizados los últimos años, con máquinas de rodadura. Polo considera necesario hacerlos, pero tal y como marca la Unión Europea, desde embarcaciones con elementos de succión. Si se hubieran hecho de esta forma, ahora "no existiría la península que hay delante de Helios. Esta es consecuencia de que por allí pasaran miles de camiones compactando el terreno, convirtiéndolo en una tierra no erosionable, favoreciendo la colonización vegetal actual".

Lo que no se puede dudar es que pase lo que pase con el Ebro, se arregle el azud o no, se drague o no, los vecinos de Vadorrey seguirán homenajeándolo día a día, navegándolo con sus barcas, reivindicándolo y ofreciéndole todo el cariño que le pueden dar.