Opinión

Poder, poder y poder

Me harto de oír que hay que dialogar con los secesionistas catalanes. Que hay un choque de trenes que hay que evitar. Incluso algunos siguen creyendo que "España" es opresora y enemiga de Cataluña y, por ello, hay que ceder lo que haga falta porque, además, es justo y una deuda con dicha región. Tonterías. Todo el conflicto catalán se resume en una cuestión de poder, de quién manda en Cataluña, lugar donde, desde hace siglos (me atrevería a decir que desde que era marca hispánica allá en el siglo VIII), las élites autóctonas, generación tras generación, solo han querido y buscado una cosa: el poder absoluto en su tierra, razón por la cual España y los españoles, directamente, les sobran y molestan.

Me harto de oír que hay que dialogar con los secesionistas catalanes. Que hay un choque de trenes que hay que evitar. Incluso algunos siguen creyendo que "España" es opresora y enemiga de Cataluña y, por ello, hay que ceder lo que haga falta porque, además, es justo y una deuda con dicha región. Tonterías. Todo el conflicto catalán se resume en una cuestión de poder, de quién manda en Cataluña, lugar donde, desde hace siglos (me atrevería a decir que desde que era marca hispánica allá en el siglo VIII), las élites autóctonas, generación tras generación, solo han querido y buscado una cosa: el poder absoluto en su tierra, razón por la cual España y los españoles, directamente, les sobran y molestan (pero al mismo tiempo, mira qué bien, quieren seguir comerciando, residiendo, viajando y mezclándose con el resto de Íberos) y para ello montan toda una historieta (con la necesaria, imprescindible e irresponsable cesión desde  los gobiernos centrales a la Generalidad de la competencia de educación) que les haga presentarse como los salvadores y defensores de  Cataluña y del pueblo catalán frente a una España opresora, paleta, retrasada  e inferior. Y cuanta más gente engañada les siga, mejor. Más almas que dirigir y gobernar a su antojo.

En resumen, siendo todo un cuento para mantener un agravio permanente, todos aquellos que les siguen el juego y comprenden o quieren comprender a los secesionistas catalanes, sobre todo desde fuera de Cataluña, no son sino tontos útiles a su servicio. Los secesionistas en realidad no quieren acuerdos con el Estado pues se rebajaría la tensión y una de las patas fundamentales del nacionalismo, la falsa agresión y opresión de España, desaparecería. No quieren eso sino la existencia de un enemigo y de un conflicto, aunque  artificiales, eternos. El nacionalismo nace y se nutre de una patraña que ha adoptado multitud de formas: España nos oprime, España nos roba, España es centralista, antidemocrática y facha, la falsa conquista de Cataluña en la guerra de sucesión,…, todo excusas baratas y que desde el resto de España, como la leyenda negra, nos las acabamos creyendo o apoyando, en gran parte porque, tras la muerte de Franco era de “fachas” (y sigue esa absurda creencia) defender la bandera, el himno y la unidad del país vendiéndosenos de modo ruin y abyecto que es “bueno” defender la diferencia, los privilegios, el autodesprecio, el complejo de inferioridad, la falta de solidaridad y los movimientos separatistas, creándose de ese modo la base para que el nacionalismo (y otros  ismos) se legitime y pueda justificar su falso discurso.

¿Y todo para favorecer a quién? A personas,  partidos políticos y poderes fácticos concretos que de ese modo imponen sus intereses a todos los españoles. Si fuésemos y nos sintiésemos dueños de nuestro país deberíamos defender valores superiores y positivos: la unión, la igualdad, la solidaridad regional y el amor y respeto por nuestro país y sus símbolos deberían ser los valores imperantes en nuestra sociedad. Por contra, apoyar lo particular, los privilegios regionales y sentir vergüenza y desprecio por la historia y símbolos comunes hablan muy mal de nosotros y hacen que, además, seamos débiles como colectividad y como individuos, meras marionetas y borregos en manos de poderes personales y egoístas de unos pocos caciques ya sea a nivel local, regional o nacional, además, compitiendo entre ellos. La dilución de una idea nacional se ha defendido y defiende desde múltiples frentes pues la unidad y la solidaridad entre territorios es enemiga de los intereses particulares y partidistas y, por ello, mucha gente en todo el país está interesada en odiar y hablar mal de España para que, al no existir la nación, puedan mandar ellos velando por su propio interés. Si no hay país, ¡cómo van a luchar por él! Solo existirá el interés particular en el espíritu de políticos, empresarios, trabajadores, organizaciones sindicales,…, cada uno mirando por lo suyo.

En definitiva, el conflicto catalán (como paradigma de otros muchos conflictos existentes en nuestro país de igual naturaleza) es un conflicto inventado, creado y alimentado por las élites catalanas como modo de controlar y perpetuarse en el poder regional. Cualquiera que vea, desde dentro o fuera de Cataluña al nacionalismo como un movimiento que defiende los derechos de un pueblo que no tiene nada que ver con el resto de España y supuestamente oprimido por ésta estará siendo partícipe indirecto y cómplice del plan catalán de destruir y debilitar España en su propio interés. Avisados están.