Opinión

Sonrisas y lágrimas

El final de temporada de los dos equipos aragoneses que militan en la división de plata del fútbol español ha sido totalmente distinto. En la Sociedad Deportiva Huesca todo son sonrisas, satisfacción de los aficionados y quilates de ilusión, después de lograr por primera vez en su historia la clasificación para los "playoffs" de ascenso a Primera División. En cambio, en el Real Zaragoza, las lágrimas, el silencio y la decepción de miles de aficionados son una muestra evidente de la nefasta temporada de un equipo que va a continuar, por quinto año consecutivo, en Segunda División.

El final de temporada de los dos equipos aragoneses que militan en la división de plata del fútbol español ha sido totalmente distinto. En la Sociedad Deportiva Huesca todo son sonrisas, satisfacción de los aficionados y quilates de ilusión, después de lograr por primera vez en su historia la clasificación para los "playoffs" de ascenso a Primera División. En cambio, en el Real Zaragoza, las lágrimas, el silencio y la decepción de miles de aficionados son una muestra evidente de la nefasta temporada de un equipo que va a continuar, por quinto año consecutivo, en Segunda División.

Está claro que, al inicio de temporada, cada equipo tenía objetivos totalmente distintos. Y, paradojas de la vida, el equipo oscense, que sólo buscaba mantenerse en la categoría, ha llegado casi a lo más alto. Sin embargo, el equipo de la capital, que aspiraba una vez más a ascender a Primera División, ha estado luchando durante las últimas jornadas por huir del pozo de la Segunda División B. El cuarto proyecto de la era de Chistian Lapetra ha vuelto a fracasar. El equipo aragonés ha tocado fondo no sólo por su lamentable clasificación sino, sobre todo, por la imagen futbolística que ha ofrecido en la Romareda y en otros campos de España.

Y ahora, ¿qué? Es la pregunta que nos hacemos todos los aficionados del equipo de nuestra ciudad y de nuestro club de toda la vida. Las soluciones no son nada fáciles. Después de cambiar de dirección deportiva, de fichar a tres entrenadores y de reforzar la plantilla en el mercado invernal, no se ve salida de momento a un futuro incierto y todavía muy oscuro. Porque está claro que lo que no pueden hacer los dirigentes del club es mirar para otro lado, no pedir disculpas  a la afición y cargar toda la responsabilidad sobre Narciso Juliá, un director deportivo que ya es historia. Tampoco pueden sugerir que la situación va a cambiar muy poco en todos los ámbitos.

El club continuará bajo la dirección de Lalo Arantegui, que acaba de fichar a Natxo González como nuevo entrenador para las dos próximas temporadas. Pero el problema de fondo está en la base, o sea, en la plantilla. Porque, como en años anteriores, se va a realizar una renovación casi total. Muy pocos jugadores van a continuar en el equipo y esto no deja de ser un  problema desde el punto de vista deportivo, ya que el nuevo míster tendrá que empezar de cero para conjuntar a sus pupilos y lograr conformar un bloque con garantías, un bloque que ilusione a la afición desde el primer día y demuestre que sus objetivos no son un sueño o una utopía.

Mientras tanto, el verano va a ser largo tanto en las oficinas del Real Zaragoza como en la Ciudad Deportiva. Eso sí, a ver si aprenden del recién ascendido Deportivo Aragón y, sobre todo, de la Sociedad Deportiva Huesca, un modelo de gestión con una buena dirección deportiva, un gran entrenador y unos jugadores comprometidos que lo han dado todo en el campo. Sólo así podrán lograr que lo más valioso de este club, que es la afición, vuelva a vibrar como en sus mejores tiempos. Esa es la mejor garantía: una afición de primera para un equipo de segunda. ¿Hasta cuándo?