Opinión

Un ataque vestido de defensa

Hay mañanas con despertares abruptos, como la de hace unos días, cuando una noticia te resulta tan increíble que esperas sea una broma. Lamentablemente, la realidad cada día es más surrealista, en el peor sentido. Resulta que la autodenominada “Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón” ha manifestado su rechazo a que Amancio Ortega efectúe una donación de 10 millones de euros a los maltrechos caudales de esta Comunidad Autónoma, destinados a equipamiento hospitalario, para la lucha contra enfermedades tan devastadoras como el cáncer.

Hay mañanas con despertares abruptos, como la de hace unos días, cuando una noticia te resulta tan increíble que esperas sea una broma. Lamentablemente, la realidad cada día es más surrealista, en el peor sentido. Resulta que la autodenominada “Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón” ha manifestado su rechazo a que Amancio Ortega efectúe una donación de 10 millones de euros a los maltrechos caudales de esta Comunidad Autónoma, destinados a equipamiento hospitalario, para la lucha contra enfermedades tan devastadoras como el cáncer. 

Las razones aducidas son, sencillamente, psicodélicas. Cito textualmente porque no tiene desperdicio: “Nuestra Comunidad no tiene que recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad. Aspiramos a una adecuada financiación de las necesidades mediante una fiscalidad progresiva que redistribuya recursos priorizando a la sanidad pública”. Una simpleza tan pueril como petulante.

No hay un solo servicio público en condiciones de rechazar un dinero como el que pretende donar Ortega. Unos fondos lícitos -aunque a algunos les escueza-, para un fin tan loable como mejorar las instalaciones y servicios de los centros sanitarios públicos. En este país muchos hacen mérito de la mediocridad y el ser rico trabajando está, también, mal visto por otros tantos que no valoran la capacidad de una persona como Amancio Ortega para crear riqueza y puestos de trabajo.

Ante ello, los cuatro del diábolo, bajo las siglas o asociación que sea, salen siempre con la cantinela de los talleres en Bangladesh y demás historias. A esos, solo se les puede conminar a que, si conocen alguna ilegalidad, más allá de sus conspiranoias y documentales de festival independiente, la denuncien donde toca; o, caso contrario, sean prudentes –si su capacidad se lo permite- y no injurien a un empresario que ha dado más a España en un día, que cualquiera de ellos en toda su vida. Por otra parte, la Sanidad Pública se defiende denunciando y condenando a quienes no pagan a la Seguridad Social, no negándose a recibir una donación de un empresario para investigación médica. Así pues, espero ver la airada reacción de esta asociación contra tipos como Echenique.

Lo peor del asunto es que la hipocresía en la que se mueven. Si su hijo estuviera en una UCI pediátrica, ¿se negarían a utilizar una máquina financiada por Ortega para salvarle o mejorar su expectativa de vida por coherencia?

Queda muy progre, muy utópico e incluso, romántico, decirle al sucio capitalista que se meta sus billetes por donde sopla en cierzo. Eso es un “gustazo” para el colectivista de salón. “Más vale morir de pie, que vivir de rodillas”, que diría el Che. De lujo, ¿no? Siempre que el que muera sea otro, claro está.

Hay algo mucho más repugnante que el individualismo desmedido: la falsa solidaridad de los que se parapetan detrás de una pancarta, en pretendida defensa de lo público, para hacer trinchera ideológica. Esta vez es tan clamoroso y tan llamativo que se les ha visto el plumero.

Con su acto de egoísmo y mezquindad –que espero no tenga éxito y prime en Lambán una cordura que le supongo- no se perjudicaría, en abstracto, a los “ricos” de esta Comunidad. Quien tiene medios se va, si le hace falta, a la medicina privada, y se gasta lo que quiera o pueda para salvarse, como es lógico. Están echando por tierra las posibilidades de quienes no tienen ese salvoconducto en el bolsillo, lo que es alevosamente injusto.

Por ello, que no se erijan en defensores de la Sanidad Pública, sino de un modelo peculiar de Sanidad, en que se debe rechazar una donación caritativa por ideología pura, por plutofobia.

Si lo anterior no es suficiente, se atreven, en la misma misiva de la que se hace eco el medio digital donde leo la noticia, a dar instrucciones de cómo proceder al Gobierno de Aragón: «Lo primero que debe hacer el Gobierno de Aragón es instaurar medidas para recuperar el derecho universal a la salud perdido desde 2012. Y solucionar urgente las carencias que desbordan centros y profesionales, falta de material, bajas que no se reponen, cierres de camas o el fraude de las listas de espera».

Quizá, queridos visionarios, con esos 10 millones de euros, el Gobierno de Aragón podría tener oxígeno económico para acometer alguna de esas importantes medidas. Comunidades como Andalucía han visto claro que “a caballo regalado, no le mires el diente” y no creo que su signo político sea, precisamente, el capitalismo salvaje. Ninguna administración está para despreciar una donación de semejante calado, sería una irresponsabilidad.

Espero y deseo que la opinión de esta plataforma, que ha quedado retratada ante la mayoría de la ciudadanía, no sea secundada por el Ejecutivo aragonés, quien debería, sin dilación, no solo aceptar, sino agradecer que alguien apueste por nuestra Comunidad, donando dinero que pueden salvar vidas.

Ortega defiende la sanidad pública con sus actos, no con soflamas, rascándose el bolsillo sin obligación alguna. Otros se llenan la boca de ello con el objeto de crear un lobby de presión ideologizado y sesgado, experto en diagnosticar problemas pero huérfano en soluciones reales. ¿Quién es entonces la casta?