¿Pantano?¡Con 30 años vale!

La pasada semana el ayuntamiento de Ayerbe se quedó pequeño ante la asamblea convocada por la Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos, en respuesta a la publicación en el BOE del proyecto del pantano de Biscarrués con un presupuesto de 130 millones de euros que, si un día llega a hacerse, se duplicará o triplicará como nos tienen acostumbrados los gestores de lo público (y no pasará nada).

La pasada semana el ayuntamiento de Ayerbe se quedó pequeño ante la asamblea convocada por la Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos, en respuesta a la publicación en el BOE del proyecto del pantano de Biscarrués con un presupuesto de 130 millones de euros que, si un día llega a hacerse, se duplicará o triplicará como nos tienen acostumbrados los gestores de lo público (y no pasará nada).

En la asamblea vecinos, empresarios, alcaldes y concejales da igual de que partido, hijos de los pueblos junto a los migrantes asentados, todos iguales, mostraban su preocupación, indignación y perplejidad. Corre el año 2017.

Perfectamente esa asamblea podía haber sido la de hace 30 años, si no hubiera sido por oírse palabras como “estar en las redes sociales” “whattup” o “twiter”. 30 años que nos han hecho menos jóvenes, además de contemplar cómo, mientras la Galliguera va resurgiendo en demografía y economía gracias al turismo del río como columna vertebral -el curso que viene se amplía la Secundaria en Ayerbe-, España se sumía en una crisis económica y política a la vez que los pasillos de los palacios del Estado comenzaban a ventilar su corrupción de lustros acumulada. Jaume Matas, uno de tantos ladrones que de tanto meter la mano se le quedó pegada, ya nos lo dijo claro cuando fue ministro del Gobierno de España que “vuestra lucha no tiene sentido, porque después de mi vendrán otros, y al final haremos el pantano”. En realidad a Matas le importaban una pimiento el pantano, nosotros y los regantes. El, como tantos de sus amigos, trabajaba para “otra cosa”.

2107. Una profunda crisis, la visibilidad innegable de una clase dirigente corrupta y seguimos en el mismo sitio: arrasando territorios y gente para llenar su caja. Son lo peor amparados en un minoritario sector social que se convierte en mayoría cuando llega a un Parlamento que ni siquiera es capaz de sacar la bolsa de basura a la puerta de la casa.

Es una pesadilla. ¿Qué más hace falta para que se vayan? Son una losa para el desarrollo de un país, un cáncer que se nutre de la malversación y de la destrucción de lo público, patrimonio natural incluido, de lo de todos.

Imaginemos un país normal. BOE del 20 de mayo. Asignación de 130 millones de euros para limpiar el río Gállego del veneno lindano. O para mitigar la crisis de las Cuencas Mineras. O para sustituir la carretera de la muerte N-232 por una autovía. Pero no… para eso sólo hay migajas. Tan solo pedimos que nos dejen en paz. Vale ya. Son 30 años.