Opinión

La culpa, para el de abajo

Algunos profesores universitarios siguen echando la culpa a los de Bachillerato de lo "mal que llegan" los estudiantes a sus aulas; los profesores de Secundaria, a los de Primaria; los de Primaria, a los de Infantil; y ¿los de Infantil?: ¿tendrían que echársela a los padres de la criatura? A estas alturas, todavía se escuchan esas acusaciones que carecen de base científica alguna y que, en cierta medida, recuerdan al "acusica" del patio de recreo.

Algunos profesores universitarios siguen echando la culpa a los de Bachillerato de lo "mal que llegan" los estudiantes a sus aulas; los profesores de Secundaria, a los de Primaria; los de Primaria, a los de Infantil; y ¿los de Infantil?: ¿tendrían que echársela a los padres de la criatura? A estas alturas, todavía se escuchan esas acusaciones que carecen de base científica alguna y que, en cierta medida, recuerdan al "acusica" del patio de recreo.

Estudios profundos realizados por profesores universitarios (los que están más arriba) demuestran que el nivel más “alto” se constata en los niveles más “bajos” y, desde luego, las experiencias pedagógicas más interesantes hay que buscarlas en Infantil. En las evaluaciones internacionales, los resultados más negativos para nuestro país no aparecen precisamente en la básica, sino en las etapas superiores. Además, esos bajos resultados están poco relacionados con el nivel académico de procedencia; los alumnos procedentes del medio rural, por ejemplo, obtienen buenas calificaciones al pasar a la enseñanza Secundaria y a la universitaria. 
 
Entonces, ¿a qué viene esa pueril cantinela de que la culpa la tiene siempre el de abajo? Varias pueden ser las razones. Una, que es muy socorrido achacar todo lo malo a quienes nos precedieron, cosa frecuente (“la herencia recibida”) en el ámbito político. Dos, que aun hay quien piensa, desde su ignorancia, que para enseñar a leer y escribir hace falta poco más que saber leer y escribir. Tres, que la rígida división entre cuerpos docentes permite mirar por encima del hombro a las escalas inferiores. Si tan poco saben los alumnos, ¿por qué casi siempre se envía a primero de Secundaria a los profesores más novatos? Si tan mal llegan a las puertas universitarias, ¿por qué se les aprueba en selectividad? Destacar la paja en el ojo ajeno y no verla en el propio refleja cierta inmadurez y un disimulado clasismo.

No digo que no haya problemas en los niveles inferiores de la enseñanza. Los hay, por supuesto, como en el resto. Como hay profesores buenos, malos y regulares en todos. Pero el problema real y principal es, a mi juicio, la desconexión entre niveles educativos. En los programas se producen saltos inexplicables y apenas existen contactos entre docentes de etapas consecutivas.  

Para paliar esas deficiencias estructurales, habrá que partir de los conocimientos previos de los alumnos y guiarles para que vayan construyendo nuevos saberes. Esa metodología, especialmente valiosa en los tránsitos entre etapas, apela a la responsabilidad de cada profesor en particular, pero también a la de los equipos docentes, del inferior y del superior. Por eso hay que apoyar los proyectos interdisciplinares e internivelares; los profesores que los impulsan merecen un mayor reconocimiento profesional. Que nadie piense que “se salva” echando balones fuera. Como si la culpa de los juanetes la tuviese el zapatero.