Porvenir social en la cuerda floja

Aquí el que no se consuela es porque no quiere. Al líder recién llegado a la Casa Blanca se le adosan lapas de ideologías extremistas, fascismos incongruentes venidos de una vieja Europa consignados a mantener un diálogo con el más poderoso. En definitiva, la gran escalada de las ideologías propiamente diseñadas para someter al pueblo han tenido un recibimiento extraordinario debido a extraños sinsabores sociales; la oleada de argumentos insostenibles de la izquierda no es propiamente lo mejor que podríamos obtener para darnos confianza, o se ponen las pilas los de una socialdemocracia esparcida en vericuetos insensatos o la lógica de que estas sociedades puedan un día acceder a una igualdad de sus clases se da por descartado.

Aquí el que no se consuela es porque no quiere. Al líder recién llegado a la Casa Blanca se le adosan lapas de ideologías extremistas, fascismos incongruentes venidos de una vieja Europa consignados a mantener un diálogo con el más poderoso. En definitiva, la gran escalada de las ideologías propiamente diseñadas para someter al pueblo han tenido un recibimiento extraordinario debido a extraños sinsabores sociales; la oleada de argumentos insostenibles de la izquierda no es propiamente lo mejor que podríamos obtener para darnos confianza, o se ponen las pilas los de una socialdemocracia esparcida en vericuetos insensatos o la lógica de que estas sociedades puedan un día acceder a una igualdad de sus clases se da por descartado.

La anarquía en la que se mueven los líderes de la derecha más extrema de Europa confluye en diseñar un nuevo resurgir de la fuerza del capitalismo al que solo una parte de la sociedad discretamente promovida por los núcleos radicales d las diferentes formaciones parece tener pleno derecho. Los desplazados por la guerra son ahora las excusas más prodigadas para intentar asaltar las principales cúpulas europeas y establecer diálogos precisos con el Presidente Donald Trump, el primero con poder superior que es capaz de invertir en su propio derecho por encima del de cualquier otra nación del universo, sin atender las mínimas normas internacionales. China se mantiene alerta, Japón no se mueve y el bélico Corea del Norte no trata por ahora de salir demasiado en las redes, inmerso en sus propias creencias de ser capaz de mandar al carajo el porvenir del Planeta; por el lado europeo la máxima representante británica se muestra conforme con anexionar sus mercados al porvenir de un Brexit desenfocado y Hungría se deshace en elogios al Sr. Trump con su política de inmigración por delante. El liderazgo de los que se presumían en hace apenas una década países emergentes cargados de recursos son ahora un juguete más en las manos de quién se postula como nuevo embajador del progreso en la Tierra.  

Las alas abiertas del poder económico estadounidense se confabulan con un país que a pesar de ganar las elecciones una formación diferente, retienen errores y llevan al máximo escalafón al que ganó menos adeptos a su causa. Tal vez sea esta una buena ocasión para revisar nuestra Ley Electoral, capaz de servir a los que se dieron prisa en legalizar engañando a la inmensa mayoría ciudadana, incapaces de ver como diseñaban el bipartidismo que tanto esfuerzo nos ha costado erradicar; ha llegado el momento de ser capaces de construir desde una nueva perspectiva política, trasladar el deseo de la mayoría social a las instituciones representativas de una sociedad desangelada que sufre las constantes batallas en el seno del poder sin llegar nunca a ninguna conclusión aceptable. Cuando la derecha se lucra de la desconfianza ciudadana, cuando los extremismos salen a flote desde las cuevas de unas ideologías arcaicas es que algo está pasando en las sociedades contemporáneas, tan invisibles y soslayadas que apenas notamos su llegada hasta tener encima la opresión de sus demandas.

Pero las variaciones políticas deben hacerse con suma prudencia, no es bueno el populismo sea de derecha o izquierda al final es lo mismo; la mejor consigna para mesurar  tales extremismos se antoja el mantenerse dialogante con la formación contraria, atender sus disposiciones y valorar las posibles consecuencias de las mismas para poder llegar al entendimiento que traiga beneficio a la sociedad que representan. Para conseguir pactos, para entender mejor como poder disponer los recursos económicos y atraer el progreso debido se necesita el compromiso de todos, de no ser así, la ciudadanía volverá a caer en la indignación y el inconformismo dando su elección al primero que se les presente, sin atender los programas de una política que debe ser progresista y novedosa y no sobrevivir en los aleros de una clase social oportunista. La calle es la manera de convenir demandas, desde la base de que la polémica es proclive a la separación de idealismos o confabular una determinada petición social, el debate está servido en la Cámara, como única e imprescindible herramienta capaz de asentar las bases de unas leyes legitimas a unos ciudadanos legítimos.

El miedo al capitalismo no puede ser causa de displicencia social, la pasividad de la derecha por atraer métodos consecuentes de progreso desde la perspectiva de un repunte del mercado laboral, de una deseada y necesaria promulgación de una Ley de Educación basada en un pacto de todas las formaciones, de mantener la sanidad pública y las pensiones a las necesidades sociales y de cuidar con esmero a los jóvenes con unas medidas creativas de ascenso en sus posibilidades tanto formativas como profesionales, son la base sobre la que se sustente el porvenir del país; hacer de esta obligación de nuestros políticos un derecho social es pensar en una mejora sustancial del país y en un reconocimiento de que la democracia madure al unísono del rejuvenecimiento de nuestra política.