Opinión

Deberes escolares: un debate inacabado

En Educación las posturas maximalistas no deberían existir. Corremos el riesgo de tomar decisiones pendulares. Es decir, al igual que ha ocurrido con la autoridad del profesorado y de las familias que era excesiva no hace demasiados años, se ha pasado a una relajación también excesiva que ha propiciado hijos convertidos en "pequeños dictadores".

En Educación las posturas maximalistas no deberían existir. Corremos el riesgo de tomar decisiones pendulares. Es decir, al igual que ha ocurrido con la autoridad del profesorado y de las familias que era excesiva no hace demasiados años, se ha pasado a una relajación también excesiva que ha propiciado hijos convertidos en "pequeños dictadores".

Lo mismo ocurre con los deberes. Las dos posturas extremas son igualmente erróneas. No es pedagógico que niños de etapa Infantil o Primaria estén en la escuela desde las ocho de la mañana hasta las 17.00 horas y que después de dos o tres horas de actividades extraescolares deban todavía realizar tareas escolares y aprender algunos temas. Hay casos en que niños de 8 o 9 años hacen jornadas más exigentes que las de sus propios padres.

Si a esto añadimos que en muchas ocasiones son tareas repetitivas, poco innovadoras, que no favorecen la creatividad, la curiosidad y el afán de aprender; los deberes, en este caso, no son educativos. Además, limitan el tiempo que el niño necesita para interactuar físicamente con otros niños. Es tan o más importante que los niños jueguen y desarrollen su imaginación junto a sus iguales y con sus padres. En las ciudades, los niños salen cada vez menos de casa y el poco tiempo del que disponen lo emplean jugando con los distintos dispositivos digitales.  No es de extrañar que los alumnos sean más inmaduros emocionalmente hablando (aunque por otra parte están hiperestimulados)

Por otro lado, la postura contraria de permitir que los alumnos ya no tengan ninguna responsabilidad educativa al terminar las clases es también incorrecta. Está demostrado que el hábito de la lectura se adquiere en los primeros años de vida y la actitud de los padres es fundamental para el éxito escolar. Es necesario fijar los conocimientos adquiridos en el centro educativo repasando y memorizando. Y también es imprescindible realizar actividades de investigación, de creatividad, etc. que no se pueden realizar en el periodo escolar, tal como observaciones del medio ambiente, actividades lúdico-deportivas, visitas culturales, etc.

Los padres deben implicarse conjuntamente con los centros escolares en la educación de sus hijos y es necesario apoyar especialmente a los centros situados en entornos desfavorecidos y que escolarizan a alumnado con dificultades en proporciones elevadas. También se deben establecer programas de compensación educativa para los alumnos cuyas familias no pueden prestarles apoyo académico en las tareas escolares por carecer de recursos económicos o de un mínimo nivel de preparación.

En Educación Secundaria y Bachillerato, obviamente, la exigencia escolar es mucho mayor. Pero igualmente hay que racionalizar las actividades extraescolares, deberes y estudio que debe realizar el alumnado. Es imprescindible mayor coordinación entre el profesorado y que la familia colabore con el centro educativo para racionalizar el poco tiempo del que disponen para el ocio. 

Aunque parezca paradójico las nuevas tecnologías están contribuyendo a aumentar el nivel de ansiedad y la sensación de disponer de poco tiempo para jugar, practicar deporte y otras actividades lúdicas.