Opinión

Ser psiquiatra en Zaragoza: Reflexiones sobre la salud mental en Aragón

Hace nueve años que volví a "casa" y empecé a ejercer como psiquiatra en Zaragoza tras haberlo hecho durante un largo periplo de 22 años en Madrid primero y Burgos después. Regresé a mi tierra cargado de ilusión y con nuevos, y a modo de ver, interesantes proyectos.

Hace nueve años que volví a "casa" y empecé a ejercer como psiquiatra en Zaragoza tras haberlo hecho durante un largo periplo de 22 años en Madrid primero y Burgos después. Regresé a mi tierra cargado de ilusión y con nuevos, y a modo de ver, interesantes proyectos. Volvía tras haber sido durante 18 años el jefe del Servicio de Psiquiatría de un hospital general, asesor del Plan Nacional sobre Drogas, profesor universitario y de haber cargado sobre mis hombros con responsabilidades y tensiones de todo tipo. Volvía con la idea clara de ser ahora  "psiquiatra de a pie" y acabar mi vida profesional con calma y sosiego en el mismo lugar donde me licencié y empecé a ser médico.

Pasado ya un tiempo, puedo decir que ser psiquiatra en Zaragoza no es fácil, y no porque en la tierra aragonesa haya mucho más enfermos que en otros sitios, o porque estos sean más graves y complejos, o porque tengamos menos medios de tratamiento, o porque no haya investigación suficiente, sino porque la actitud general hacia la enfermedad y los enfermos mentales está llena de prejuicios, estigmas y tabúes.

Al enfermo mental se le sigue viendo o como alguien peligroso y hostil o, si no, como un enfermo imaginario cargado de "falsas" molestias que sólo él conoce y que crispan y molestan a todo su entorno. Esta actitud no es exclusiva de Aragón, por supuesto, pero tras pasar por otras comunidades y regiones, siento decir que en la nuestra la percibo quizá con mayor intensidad. Mi experiencia como psiquiatra en Zaragoza, ejerciendo tanto en un hospital público como en la consulta privada, me ha permitido ser un observador privilegiado de la forma en la que el usuario/paciente/cliente percibe la enfermedad mental.

Muchos siguen viendo una línea demasiado gruesa entre la llamada peyorativamente "locura" y la normalidad, y no son conscientes de lo fácil que puede ser pasar la frontera que hay entre un lado y el otro. Hay también quien se sigue avergonzando de acudir al psiquiatra, al pensar que a los "loqueros" (denominación despectiva que seguimos teniendo para algunos), sólo van los enfermos muy graves y sin remedio.

Algunos, por suerte cada vez menos, siguen negando que la enfermedad mental sea como cualquier otro tipo de padecimiento, acercándose más a lo "mágico espiritual" que a lo "científico natural". Y por último, tenemos quienes prefieren ir al psicólogo que es mucho más "light" y siempre mejor visto, aunque no sea médico, porque creen que lo que sufren no es una enfermedad ajena a su voluntad, sino que lo perciben como un "defecto", "fallo" o "vicio" que puede superar solo "echándole muchas ganas" y "cambiando su conducta". En fin, como pueden ver, hay ideas y opiniones para todos los gustos y colores. Cada uno tiene la suya, aunque a veces se sustente informaciones parciales e incluso a veces interesadas.

Yo me daría por satisfecho con que en Aragón aumente el nivel de información y formación en esta materia y que el ciudadano no se quede sólo en los tópicos. Que aquellos que no sepan, pregunten y que pierdan el pudor absurdo a hacer el ridículo. Que hagamos un esfuerzo por ver al enfermo psiquiátrico grave como un enfermo que necesita ayuda y comprensión. Pero, sobre todo, que tengamos muy claro que la Psiquiatría pertenece al campo de las neurociencias y que, sin despreciar a ninguna otra disciplina, tiene una parcela bien delimitada y cada vez más importante dentro de las especialidades médicas.