Opinión

Comprar carne humana

Hace unas semanas, la primera cadena de Televisión Española repuso en hora de máxima audiencia la laureada película de Clint Eastwood "Sin perdón", de la que él mismo es protagonista. Cualquier aficionado al buen cine conoce el argumento: dos antiguos forajidos, ya retirados (el otro lo interpreta el no menos genial Morgan Freeman), deciden volver a unirse, en compañía de un joven aventurero, para dar muerte a dos vaqueros que han ultrajado a una prostituta.

Hace unas semanas, la primera cadena de Televisión Española repuso en hora de máxima audiencia la laureada película de Clint Eastwood "Sin perdón", de la que él mismo es protagonista. Cualquier aficionado al buen cine conoce el argumento: dos antiguos forajidos, ya retirados (el otro lo interpreta el no menos genial Morgan Freeman), deciden volver a unirse, en compañía de un joven aventurero, para dar muerte a dos vaqueros que han ultrajado a una prostituta. 

La película, que recibió el aplauso casi unánime del público y la crítica, ha dado origen a centenares de comentarios y referencias, bastantes de las cuales he revisado para esta ocasión. En ninguna de ellas se alude a un tema de plena actualidad, que ya hace un cuarto de siglo lo estaba (la película es de 1992) y que incluso puede decirse que es algo presente y permanente en la historia de la humanidad porque alude al llamado "oficio más viejo del mundo", la prostitución. 

En uno de los episodios iniciales de la trama, William Munny, el personaje al que da vida Clint Eastwood, responde a la pregunta de su compinche Ned Logan (Morgan Freeman), que él no compra carne humana. La propuesta consistía en que aprovechara la oportunidad de ir de putas en el pueblo al que se dirigen. Munny es viudo, tiene dos hijos pequeños y aún mantiene su capacidad sexual, pero renuncia a la posibilidad a la que alude su colega con esa respuesta rotunda que repito: “Yo no compro carne humana”.

En estos momentos en los que se debate intensamente el tema de la prostitución, tanto desde la oferta como desde la demanda, la actitud de este personaje es un planteamiento a tener en cuenta, sobre todo porque está basado en un concepto cada vez menos valorado: la dignidad. La libertad de disposición corporal de cada persona es algo a defender. La práctica del sexo ha perdido el sentido de trascendencia que tuvo en determinados ambientes tiempo atrás, la mentalidad es otra, las conquistas son indudables, pero las pérdidas también. 

Cuando se plantea la penalización del ejercicio sexual considerado como mercancía, es decir la prostitución, y se estudia la posibilidad de actuar contra la clientela, sin la que el mercado sexual no existiría, conviene incorporar al debate el referido concepto de dignidad. No debe censurarse a nadie por satisfacer su apetito sexual de la forma que desee, siempre que no haya violencia, pero un ser humano, intelectual y emocionalmente avanzado, buscará fórmulas que no impliquen la degradación personal y social de nadie. A las prostitutas se las menosprecia, independientemente de su estatus o nivel, aunque se recurra a sus servicios. ¿No es "puta" uno de los peores insultos que puede recibir cualquier mujer? ¿Y ese otro dardo venenoso, tan lamentable y usado, que comienza con "hijo de…"?

Sería esperanzador que un número creciente de quienes aún constituyen la clientela de la prostitución fueran capaces de reflexionar sobre esta mercadería, valoraran el concepto de dignidad y renunciaran a comprar carne humana.