Opinión

Elecciones de envergadura

Es muy posible que los resultados electorales del 26-J no varíen en gran medida a los del año pasado. Pero sí –aparte de convivir con un vacío de poder sin legitimidad del 100%- nos van a indicar cómo es la sociedad española, y, por ende, la aragonesa. Y hacia dónde quiere ir. Porque todos los sentidos son posibles. Y si bien las directivas de la Unión Europea y de todas las instituciones y lobbies internacionales encorsetan en gran parte la autonomía de los estados, el ejemplo de uno solo de estos puede marcar el futuro por simple efecto dominó.

Es muy posible que los resultados electorales del 26-J no varíen en gran medida a los del año pasado. Pero sí –aparte de convivir con un vacío de poder sin legitimidad del 100%- nos van a indicar cómo es la sociedad española, y, por ende, la aragonesa. Y hacia dónde quiere ir. Porque todos los sentidos son posibles. Y si bien las directivas de la Unión Europea y de todas las instituciones y lobbies internacionales encorsetan en gran parte la autonomía de los estados, el ejemplo de uno solo de estos puede marcar el futuro por simple efecto dominó.

España –no nos minusvaloremos- tiene el suficiente peso en el mundo como para marcar directrices. Hay un libro incorrectamente político escrito por Fernando Sánchez Dragó, que se titula “Y si habla mal de España, es español”. Pintamos más de lo que nos creemos nosotros mismos. Podemos influir –obviamente no tanto como otros países- sobre la marcha que va a seguir el mundo en esta nueva era.

Después del capitalismo keynesiano posterior a la Segunda Guerra Mundial, ese capitalismo moderado y social que acabó con la caída del telón de acero (no hay bien que por mal no venga), llegó este neocapitalismo salvaje que ha empapado las entrañas de la sociedad a la manera de los regímenes totalitarios marxistas. Pero uno observa con perplejidad que el recambio a este neocapitalismo sin alma vuelve a ser el puño cerrado y los resabios de un mundo que afortunadamente fue cayendo a principios de los años 90. Las opiniones se van polarizando. A la moderación se la confunde con la tibieza.

Por eso es tan peligrosa la deriva hacia signos que considerábamos cosas del pasado. Estos días nos desayunábamos con noticias de exhumación de restos de prisioneros republicanos enterrados en el Valle de los Caídos. Con todo el respeto y dolor compartido con sus familias todo esto no ayuda a la reconciliación en unos momentos tan difíciles. Estamos más cerca de las dos Españas de lo que creemos. Se habla con lenguaje eufemístico de los recortes laborales, del paro, de las tijeras sanitarias, sociales y educativas… Solo se habla ya de dineros. Pero con la mayor naturalidad del mundo. Las personas ya no cuentan. Se crea un ambiente en el que la corrupción es el comportamiento natural del ser humano. Sin remisión. ¿Todo esto no puede cambiar? ¿Es ineludible? ¿No puede haber personas honradas?

Nos olvidamos de que no hay nada predestinado. Que el curso de la Historia la hacemos las personas, y que nada nos obliga a ir por una determinada senda. Por eso es tan importante votar (aunque sea nulo, que expresa un rechazo consciente del sistema), porque es la única oportunidad que nos dan para dar nuestra opinión y nombrar a los gobernantes que nos inspiran más confianza. Alguno habrá.