Opinión

Mayo se escribe con M de María

Es notorio y querido como una costumbre popular en general, y más concretamente de la tradición cristiana, que el mes de mayo está dedicado a la Virgen María. Por tal motivo se celebran en torno a Ella diferentes actos orientados a elogiar con gran delicadeza el culto mariano, destacando entre ellos las romerías. El Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés del Gobierno de Aragón tiene catalogadas un total de 1.093 ermitas en todo Aragón, siendo su distribución por provincias de 509 en Huesca, 413 en Teruel y 171 en Zaragoza.

Es notorio y querido como una costumbre popular en general, y más concretamente de la tradición cristiana, que el mes de mayo está dedicado a la Virgen María. Por tal motivo se celebran en torno a Ella diferentes actos orientados a elogiar con gran delicadeza el culto mariano, destacando entre ellos las romerías. El Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés del Gobierno de Aragón tiene catalogadas un total de 1.093 ermitas en todo Aragón, siendo su distribución por provincias de 509 en Huesca, 413 en Teruel y 171 en Zaragoza.

Las diferentes advocaciones a María, la madre de Dios, repartidas por toda la geografía aragonesa, invitan en el mes de las flores a peregrinar, con verdadero amor, a cualquiera de las ermitas referenciadas. Es un momento acertado para participar en familia y/o en compañía de amigos en una práctica de gran raigambre piadosa, siendo también una oportunidad para dar las gracias por tantas y tantas cosas que, quizá, inmerecidamente obran en nuestro haber.

El culto y la devoción a la Virgen María viene de antiguo en la Iglesia católica, cuyo origen se debe a la divina maternidad referida a su hijo Jesucristo, quien a su vez le reservó un papel capital en la historia de la salvación. Los pasajes del Nuevo Testamento y la bibliografía cristiana preliminar, prácticamente hasta el Concilio de Nicea del año 325, son más bien sobrios en esta cuestión. Tendríamos que esperar al año 431, cuando tuvo lugar el Concilio de Éfeso, donde se declaró públicamente (como dogma de fe) que María es Madre de Dios, Theotokos en griego y Deípara o Deí genetrix en latín, para irrumpir de lleno en la contemplación mariana.

A la sazón, en el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda parte donde dice: "Santa María Madre de Dios", y en el Siglo XVIII se extiende su rezo oficial completamente a toda la Iglesia. Asimismo, el Papa Pío XI reafirmó este dogma en la Encíclica Lux Veritatis (1931), pero sería el Papa Pablo VI el 2 de febrero de 1974 quien, en el culto a Santa María, dedicó la Exhortación Apostólica Marialis cultus recordando que la devoción a la Virgen “es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Iglesia" a la vez que se inserta “en el cauce del único culto que «justa y merecidamente» se llama «cristiano»" pues “en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre".

La devoción a la Virgen María que, como sabemos, tiene tan profundas raíces en la vida de la Iglesia, está y ha estado lógicamente presente a lo largo de los siglos en sus hijos así como en numerosas instituciones eclesiales. En Zaragoza tenemos el privilegio de gozar de la Basílica-Catedral de Nuestra Señora del Pilar, cuya columna se erige como soporte de la cristiandad, uniendo el cielo con la tierra, sestando en puerto seguro bajo su protección.

Tratar a Santa María es una forma amorosa y tangible de acercarse a Cristo, nuestro Señor. En este mes de mayo, y más aún en este año de la Misericordia, unámonos al sentir del Papa Francisco cuando nos pedía, meses atrás, que “María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios”.