No maten a la reina

Mi querida España, así empezaba la canción, ¿no? Esta España mía, esta España nuestra…. Parece que algunos se apropiaron del “nuestra” y nos dejaron fuera. Pero yo sigo aquí y quiero mi parte, quiero que nos devuelvan lo que es nuestro.

Mi querida España, así empezaba la canción, ¿no? Esta España mía, esta España nuestra…. Parece que algunos se apropiaron del “nuestra” y nos dejaron fuera. Pero yo sigo aquí y quiero mi parte, quiero que nos devuelvan lo que es nuestro.

Nos están matando. A las mujeres nos están matando a diario, “repentinamente”, a sangre fría con rabia y por venganza. Y no nos matan asesinos a sueldo ni terroristas, nos matan los hombres, nuestros compañeros. Aquellos que también quedaron fuera.

Quedaron fuera del cambio y de la evolución. Están fuera por que nosotras estamos cambiando, estamos mirando hacia delante pero ellos no lo saben. No se lo explicaron en el colegio, ni en la ley, ni en el trabajo, tampoco en la calle ni en la televisión. Miran a su alrededor y lo que ven no corresponde con las promesas que les hicieron de niños o ahora en el cine, en la publicidad... Si no lloras, si eres fuerte, si no muestras tus sentimientos y trabajas duro tendrás a una mujer, la tendrás, será tuya.

No creo que nadie en el cole sueñe con matar a su pareja, en ningún cuento se resuelve cuando la princesa decide hacer su vida. No saben que las mujeres no son suyas. No lo saben. Toda esta vorágine, esta desesperación, todo el proceso que termina de la manera más trágica, el asesinato, conlleva un camino muy largo y enrevesado no hace feliz a nadie, a nadie. Es un problema muy grave. Es una lacra social. Es un asunto de Estado y es problema de todas y todos.

Me aterra tener una hija y que la asesinen. Me aterra tener un hijo y que se convierta en un asesino por un fallo tan simple como la falta de información, de herramientas, de educación…de bienestar social.

El 7 de noviembre en Madrid 200.000 personas nos juntamos en una marcha pací¬fica y ordenada. Había gente de todas las edades, había personas de todas las razas. Estábamos casi todas representadas. Muchas asociaciones feministas ya estamos trabajando por el cambio, muchísimas. Había también buena representación de hombres feministas. Cada vez más pero todavía insufi¬ciente me temo.

Lloramos a las víctimas y por todos sitios podías leer que no hay que aguantar el maltrato, que no estamos solas, que si nos tocan a una nos tocan a todas pero no había carteles (o al menos yo no los vi) que dijeran “Hombre no pegues” “Hombre no asesines” “Hombre déjame ser”. Muchas mujeres frente a las agresiones y muy pocos dedos señalando a la raíz del problema.

¿Por qué cuando tanta gente está trabajando en un cambio tan concreto y tan necesario desde el gobierno miran a otro lado, se abstienen de votar, de decidir, de buscar soluciones?

¿Qué gobierno es este que se pone un lazo morado y agacha la cabeza guardando un minuto de silencio mientras repasa mentalmente la agenda del día? ¿No se han dado cuenta de que esto empieza a ser un ritual?

¿Qué pasaría si ese lazo fuera gris y significara que han asesinado a otro político? ¿O a otro futbolista? ¿O a otro hombre?

El feminismo no es un juego de niñas aburridas que quieren tocar las narices. El feminismo pretende cambiar las normas de este juego que no favorece a nadie. Nosotras ya estamos trabajando. Y mucho. Señores, es su turno para mover ficha. Por favor, no maten a la reina.