Abandonados pero no olvidados

En Aragón hay más de 60 pueblos abandonados esperando otra oportunidad, porque donde algunos ven ruinas otros ven negocio. Muchos de estos proyectos no salen adelante por falta de apoyo institucional, como el de Lacasta. La crisis no ha disminuido la demanda de compra de estos pueblos pero sí que ha complicado su proceso de venta.

Zaragoza.- La vegetación crece por cualquier lugar, incluso en las aceras y dentro de las propiedades; hay cuatro casas derrumbadas; debajo de la tierra apenas puede apreciarse lo que antes era una calle a medio asfaltar; no hay bares, ni comercios, ni ruido… no hay gente. Pero donde algunos ven las ruinas de un pueblo abandonado otros ven un proyecto futuro con el que beneficiarse. Sacar adelante estos proyectos sin ayuda económica de la administración es todo un reto, porque las subvenciones para la recuperación de pueblos abandonados son cosa del pasado.

En 2014, Aragón contaba con más de 60 pueblos abandonados según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 30 en Huesca, 22 en Zaragoza y 13 en Teruel. La mayoría son aldeas formadas por un pequeño conjunto de casas que pertenecen a otros municipios de mayor tamaño. Vender sus propiedades es uno de los pocos recursos de los que disponen para no caer definitivamente en el olvido. Una de las principales páginas web encargadas de gestionar éstas ventas es www.aldeasabandonadas.com, donde actualmente hay tres pueblos aragoneses en venta, dos en Huesca y uno en Teruel.

Una de las aldeas que está en venta en Huesca tiene un total de 937 hectáreas y dos casas. La propiedad destaca por sus vistas al Pirineo, su cercanía a Jaca y Huesca y porque está al lado de la autovía Mudéjar. El posible comprador de esta aldea tendría que desembolsar tres millones de euros para adquirirla, un precio muy superior al de la aldea turolense en venta que puede comprarse por 300.000 euros, debido a que su precio ha sido rebajado. Actualmente aparece en la página web como “reservada” y cuenta con dos hornos de pan, un pozo de agua y tres masías.

La responsable de la página web, Elvira Fafián, ha indicado que este año no se ha vendido ningún pueblo en la Comunidad: “Hay muy buenas propiedades, pero Aragón no es una zona barata; mientras en el resto de España puedes comprar un pueblo por 72.000 euros en la Comunidad aragonesa el precio medio es de 700.000 euros. A esto hay que añadirle la inversión posterior de uno o dos millones de euros”. Este es el motivo por el cual cuesta vender este tipo de propiedades, “se necesita gente con dinero”, destaca Fafián.

Los compradores tienen muy en cuenta el clima y la distancia a las grandes ciudades y por eso no demandan propiedades en Aragón: “A las personas que van a montar una empresa que necesita transportar mercancías no les convienen este tipo de pueblos del Pirineo con difícil acceso”, explica Fafián.

La mayoría de los pueblos oscenses se han vendido a extranjeros, sobre todo a belgas motivados por la belleza de Aragón. A pesar de ello, este último año se ha notado un pequeño cambio: “Hemos visto que hay un cambio de gente de la zona y empresarios, es decir, gente ya adinerada que se interesa por este tipo de propiedades”, indica Fafián.

Comprar un pueblo no otorga todos los derechos sobre él, ya que todo lo que quiera hacerse debe comunicársele al Ayuntamiento del municipio al que pertenece, porque lo que se compran son las propiedades que se ponen en venta, no todo el municipio. En algunas ocasiones se ha vendido tan solo un porcentaje del pueblo y, habitualmente, la Iglesia no suele incluirse en el lote. Por ello no es necesario que todos los propietarios de los bienes del pueblo se pongan de acuerdo.

Esta aldea oscense cuesta tres millones de euros. Foto Aldeas Abandonadas
Esta aldea oscense cuesta tres millones de euros. Foto Aldeas Abandonadas

La venta de estos pueblos viene motivada por varios factores. Fafián asegura que el principal factor es la jubilación porque “la gente quiere irse con sus hijos a la ciudad”. El otro motivo es el económico, o bien porque “hay gente que en su día compró este tipo de propiedades para montar allí un negocio que no ha salido adelante y ahora lo vuelven a poner en venta” o por herencias, ya que “con la venta de un pueblo se obtienen unos ingresos tremendos”.

Tras la compra de un pueblo los nuevos propietarios se ponen en marcha para desarrollar el proyecto que más se ajuste a sus necesidades. Hay personas que los compran para convertirlo en un lugar turístico, empresarios que rehabilitan las casas para venderlas posteriormente, proyectos de agricultura ecológica o universitarios que realizan allí actividades. Habitualmente en estos proyectos cada persona es una cooperativa que desarrolla un proyecto diferente y se une con el resto. Pero “a pesar de que hay proyectos muy creativos y que funcionan, no hay dinero para invertir”, lamenta Fafián.

Tanto la financiación de estos proyectos como la de la compra del pueblo se han visto afectadas por la crisis económica, por lo que el momento de la venta se suele retrasar. A pesar de ello, la responsable de la página web asegura que la demanda de pueblos no ha sufrido una gran caída: “No se vende como antes, pero se sigue vendiendo mucho”.

La dificultad económica para sacar adelante estos proyectos es lo que ha provocado la paralización de la rehabilitación de Lacasta, una aldea de la que compraron el 40% tres amigos en 2009 por 200.000 euros. Uno de los promotores de la iniciativa, el arquitecto Juan Luis Jerez, ha explicado que estuvieron rehabilitando el pueblo hasta que hace un año les entraron a robar: “Tiraron la puerta, rompieron todo, nos robaron todo lo que teníamos dentro… hay bastante destrozo y hemos dejado el tema un poco apartado porque el tema económico está mal para volver a hacer inversiones”.

Además Jerez destaca que el Ayuntamiento del municipio de Luna, al que pertenece Lacasta, no puso de su parte para llevar a cabo el proyecto: “Intentamos hacer gestiones con el Ayuntamiento pero no fueron muy fructíferas porque hay bastante pasividad con estos temas. Se hicieron varias propuestas pero no hemos tenido una respuesta favorable, de hecho cambiaron el suelo de urbano a rústico”, denuncia Jerez.

Tras tanto esfuerzo sin recompensa, Jerez destaca que “uno se cansa de darse contra la pared”. Situaciones como la de Lacasta no se suelen dar cuando hay apoyo institucional. Este es el caso de Búbal, un pueblo en el Valle de Tena que expropió en su día la Confederación Hidrográfica del Ebro para construir un embalse. La parte alta del pueblo quedó intacta pero deshabitada y ahora forma parte del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados que organizan el Estado y el Gobierno de Aragón, gracias al cual 200 estudiantes rehabilitan el pueblo cada verano.

El portal www.aldeasabandonadas.es cuenta con 87 aldeas en venta
El portal www.aldeasabandonadas.es cuenta con 87 aldeas en venta

Otro ejemplo de apoyo institucional es el del pueblo de Isín. El Gobierno de Aragón cedió este municipio, perteneciente a Sabiñánigo, a la Fundación Benito Ardid para crear un centro vacacional en el Pirineo para personas con discapacidad. El pueblo está totalmente adaptado para sillas de ruedas y actualmente cuenta con dos edificios, el albergue y los apartamentos, la casa del gerente –el único que vive de forma permanente en Isín- y la Iglesia.

“Isín llevaba abandonado desde los años 60, se comenzó a rehabilitar en el año 2000 y se abrió al público en el año 2007”, cuenta la responsable del centro de vacaciones, Gema González. El coste de la rehabilitación ascendió a 11 millones de euros pero “se buscaron subvenciones de muchos sitios para conseguir reformarlo porque es muy difícil rehabilitar un pueblo de este tipo”, asegura González, quien destaca también la cantidad de subvenciones autonómicas, nacionales y europeas que había en aquel momento.

Pero los casos de Búbal e Isín son casos aislados en Aragón ya que son numerosos los municipios que siguen abandonados en busca de alguna subvención o ayuda que le permita llenar de vida de nuevo sus calles. Además, estos pueblos suelen ser objetivo de los ladrones al estar deshabitados, por lo que “no se suele decir el nombre para reservar la privacidad” explica Fafián.

Algunos de los casi 60 pueblos abandonados en Aragón recuperan habitantes en la estación estival debido a que hay familias que no han vendido sus propiedades y quieren disfrutar del campo y de la tranquilidad que otorgan este tipo de lugares. Otros, como Júnez, resisten a la despoblación gracias a familias como la de Rafael. Éstos decidieron mudarse de Lacasta a Júnez, una pequeña aldea que se encuentra prácticamente en ruinas y donde no hay ni agua ni luz: “Tuvimos que arreglar la casa porque estaba que se caía, siempre hay que hacerle algo; y para tener agua subo una cuba con el tractor hasta casa”, explica Rafael. Para él, vivir en un pueblo deshabitado es mejor que vivir en cualquier otro sitio, “como vivir en una casa en el campo”.