Opinión

Los paracaidistas de Ciudadanos en Aragón

Ciudadanos está de moda. Como hace unos meses Podemos. O más. Y ya se sabe: a un panal de rica miel cien mil moscas acudieron. Mires para Asturias, Valencia o Aragón, el partido de Albert Rivera parece el oscuro objeto de deseo de arribistas y desengañados de otros partidos. Dicen que, para evitar esa invasión, la dirección del partido naranja ha contratado incluso una consultora y que, entre otras herramientas, están usando la big data de Google.

Ciudadanos está de moda. Como hace unos meses Podemos. O más. Y ya se sabe: a un panal de rica miel cien mil moscas acudieron. Mires para Asturias, Valencia o Aragón, el partido de Albert Rivera parece el oscuro objeto de deseo de arribistas y desengañados de otros partidos. Dicen que, para evitar esa invasión, la dirección del partido naranja ha contratado incluso una consultora y que, entre otras herramientas, están usando la big data de Google.

Sea así o no, ya se han colado en sus listas aragonesas algunos paracaidistas de otros partidos. Y hay algunos nombres sonoros esperando. Ya se sabe que no se hace una casa nueva con piezas y estructuras viejas. Tampoco con muebles de otros tiempos, aunque tengan encanto. Pocos terrenos tan pantanosos como la política. Pocas famas y modas tan fugaces como las de los partidos y los políticos. Si Ciudadanos quiere ejemplos, puede mirar a Podemos.

Hasta ahora Ciudadanos es el partido de Albert Rivera. Pocos saben que en sus inicios tuvo ideólogos escindidos del PSC o que nació como respuesta a la deriva nacionalista de Maragall, antes alcalde de Barcelona. Se sabe más de sus recientes años de defensa de España en Cataluña y de su orientación hacia la derecha compartiendo con el PP la resistencia numantina ante la oleada soberanista de Mas y Oriol Junqueras. Dicho esto, las incógnitas se multiplican.

O sea, podemos estar ante un nuevo suflé. De momento, sube muy alto mientras el Consejo Empresarial para la Competitividad, ese lobby de grandes empresas que encabeza Alierta, sonríe satisfecho. Hasta al PP ve ahora las bondades de competir con una segunda marca que recoja los votos de su electorado disconforme. Basta con que sean buenos chicos a la hora de los pactos. Algún diario sueña ya con un bipartidismo reduplicado en el que a la izquierda Podemos sería el Ciudadanos del PSOE.

Quienes alimentan esta ficción olvidan que estos años han pasado muchas cosas en España. Los costes sociales y humanos de la crisis económica no caben en un párrafo ni en un libro. Tampoco los casos de corrupción política, que en el PP se extienden por la mayoría de las comunidades autónomas (la más reciente, Castilla León). No sé si sigue habiendo ira social o si la ficción del optimismo económico la ha suavizado, pero tengo pocas dudas de que gran parte de los españoles va a votar con ganas de castigar y que esa es, ahora mismo, la principal ventaja de Ciudadanos.

Albert Rivera presenta a su partido como el cambio seguro (algo similar dice Sánchez del PSOE). Alimenta su imagen de chico de bueno frente al supuesto riesgo de Podemos. Alguna encuesta señala que con esa estrategia le está robando votos a todos los partidos, incluido al de Pablo Iglesias. Sería un partido transversal que ocupa el centro del tablero, el sueño de Errejón y compañía. Un columnista de prestigio lo acaba de definir como centrista, liberal, laico y reformista. Quizá, su imagen deriva más de las ilusiones o necesidades de la gente que de su propia realidad.

Lo que se conoce de su programa político desconcierta. Se escudan bajo el liberalismo social, aunque algunas de sus propuestas económicas coinciden con la FAES de Aznar. Se declaran a favor de una compensación económica para las rentas más bajas, pero a la vez piden subir al 10 % el tipo súper reducido de los servicios básicos (pan,…). Apuestan por reducir el número de ayuntamientos (en Aragón quedarían cinco) y suprimir diputaciones o comarcas, sin embargo callan ante los mil brazos de la Administración Central, un tic que sugiere su visión recentralizadora del estado.

Este pequeño viaje por el ideario de Ciudadanos no obvia que muchos de sus votantes expectantes piensan más en Rivera que en su proyecto político: ya en Andalucía se ha votado más marca y líder que programa. En cambio, deja claro que cada uno de sus paracaidistas políticos no solo cambia de color: también interioriza unos valores, comparte unas ideas y hace suyas unas propuestas. Vamos, que se hace difícil defender las comarcas o la autonomía y pasar en unos días o meses a mirar para Madrid.

La llegada de Podemos y Ciudadanos ha sido buena para la democracia española. Detrás de sus expectativas de voto y de lo que sean sus resultados electorales, hay y habrá un cargamento de esperanza. También, no se olvide, porque ha habido y hay una bomba de problemas. El régimen de la Transición necesita aire nuevo: eso dicen sentir los españoles y así lo requiere su realidad mestiza de crisis y corrupción. Si llegan a traerlo las urnas, dudo que fuera buena noticia para todos que otra vez algunos hicieran buena la estrategia de Lampedusa de que todo o algo cambie para que todo siga igual.