Concepción Aldama: "La infracción delictiva es la punta del iceberg de todo un recorrido de carencias"

Concepción Aldama es magistrada-juez del Juzgado de Menores número 1 de Zaragoza. Los delitos contra el patrimonio y las agresiones están detrás de los principales asuntos que recibe esta jurisdicción actualmente. Aldama considera que detrás de estas infracciones existe "todo un recorrido de carencias" en el menor que se deben atajar.

Zaragoza.- Los casos que reciben los dos juzgados de Menores de Zaragoza han disminuido en los últimos meses, pero su gravedad es mayor y, entre sus protagonistas, se ha registrado un incremento de las bandas latinas. Concepción Aldama es una de las jueces de Menores de la capital aragonesa.

Esta juez considera que, en la actualidad, existen diversos factores que dificultan la educación de los hijos respecto a décadas anteriores lo que, en algunas ocasiones, llega a provocar conductas violentas en ellos. Para Aldama, en buena parte de los casos se observan una serie de carencias que desembocan en la comisión de un delito. Aldama es firme defensora de los procesos de mediación para la resolución de conflictos.

Pregunta.- Los dos juzgados de menores de Zaragoza reciben menos casos que hace unos años, pero la gravedad de los asuntos es mayor. ¿Qué tipos de asuntos son los más frecuentes?
Respuesta.- Los más frecuentes son los delitos patrimoniales en toda su gama: robos con intimidación, con o sin instrumento peligroso, robos con fuerza y hurtos. Le siguen los daños, que en muchas ocasiones van acompañados de los hurtos. Han proliferado, por ejemplo, las entradas en trasteros porque albergan ahora bienes muy apetecibles por los menores como son las bicicletas. También patines, instrumentos musicales… Para entrar en los trasteros acceden por zonas comunes y fuerzan las puertas. Si están asegurados, la compañía puede subrogarse y venir a esta jurisdicción a recuperar el reembolso del objeto robado. Si no, el perjudicado tiene derecho a personarse o a que el Ministerio Público lo haga por él.

P.- ¿Y qué hay de las agresiones?
R.- El tema de las bandas latinas, lastimosamente, ha sufrido un auge en los últimos tiempos. A la mayor parte de ellos los conocemos individualmente, tanto por el Grupo de Menores de la Policía Judicial como por la Fiscalía y el juzgado. Estos se compactan entre ellos por muchas razones como el sentimiento de pertenencia, proveniencia de otro país con una cultura diferente, poco control familiar… Nosotros recuperamos lo que podemos en cuanto a conductas de los muchachos, muchos de los cuales llegan a privaciones de libertad importantes. A pesar de ello, mientras siga vigente la banda y su jerarquía, pueden volver a ser captados y a recaer.

P.- El consumo de drogas, la crisis… ¿Están detrás de estos casos?
R.- Sí, siempre hay carencias de base en los menores. El equipo técnico hace un informe en este sentido, rastreando sus características personales, socio-familiares, educativas y se ponen de relieve, en buena parte de los casos, carencias personales unidas a falta de suficiente control y supervisión familiar, a deterioro del núcleo familiar, al tema de adicciones y a componentes de salud mental infanto-juvenil. En el momento en que tropezamos con carencias profundas, que además se interconexionan entre varios ámbitos, la recuperación del menor es mucho más difícil porque tenemos que ir más allá de la punta del iceberg que ha sido, justamente, la infracción delictiva. Ésta es una manifestación de un recorrido de carencias.

P.- ¿Cuál es el perfil de los jóvenes que protagonizan estos casos?
R.- Masculino y de entre 16 y 17 años y medio. Hay un porcentaje de inmigración importantísimo. En los apoderamientos y robos con intimidación participan todos, pero el estamento árabe destaca en el consumo de marihuana, trapicheo con sustancias… Muchos de estos árabes son nacidos en España, hijos de árabes. En general, el porcentaje de inmigrantes que hay en el centro de reforma es casi de un 40%. No tienen un entorno estructurado y tienen que pasar al internamiento para poder corregir su conducta. Esto es más fácil que se dé en sectores de inmigración porque el soporte familiar, al tener un desarraigo de su país y una necesidad de arraigo en el nuestro, ha tenido que adaptarse a ese cambio y a lo mejor hay mayores carencias en la unidad familiar en su conjunto. Por ejemplo: familias en las que primero llega la madre y los hijos quedan educacionalmente en manos de los abuelos allí. La madre ha enviado remesas de dinero a su país que han permitido darle un cierto nivel económico pero que traducido al nuestro ha descendido drásticamente. Así, unas zapatillas Adidas que se compraba allí, por ejemplo, con el sueldo de la madre, ya no se las puede comprar cuando viene aquí y hay que reeducarlo para que se acomode a menos bienes o a un nivel inferior y esto es difícil.

Aldama señala que hay diversos factores que dificultan la educación de los hijos
Aldama señala que hay diversos factores que dificultan la educación de los hijos

P.- La Fiscalía de Menores juega un papel primordial en estos asuntos.
R.- En Zaragoza hay cuatro fiscales, mujeres, que investigan y acusan. Su papel es primordial, mucho más que en adultos. La tendencia es a abordar de forma integral toda la problemática del conflicto social del menor en su conjunto. Una tendencia que, a su vez, impulsan los propios fiscales.

P.- La mediación ha permitido reducir de forma importante los casos de menores que llegan a juicio, ¿es importante fomentarla?
R.- Muy importante. Es la cultura del acuerdo. La Jurisdicción de Menores fue la primera en dar carta de naturaleza, porque así lo posibilita la ley, a muchos acuerdos en esta línea de conciliación-reparación y se ha llegado a la conclusión de que se podría aplicar a muchos ámbitos del derecho y entre adultos. Ahora hay toda una cultura de la mediación y no hay más que ver los cursos de formación, la especialización de profesionales… Siempre se ha hecho una mediación por parte de la Abogacía, poniendo de acuerdo a las partes antes de llegar a un pleito. A base de varias reuniones que cuestan mucho esfuerzo y tarea personal, se evitan posiciones encontradas y de cara al futuro eso es muy reeducativo para la sociedad en su conjunto.

P.- ¿Cómo son estos procedimientos de mediación y por qué es importante fomentarlos?
R.- Hay un escrito donde el Ministerio Fiscal pone en conocimiento del Equipo de Medio de Abierto que la infracción cometida, presuntamente, por el menor no es muy grave, que el menor está en disposición de acuerdo y que, previsiblemente, la víctima o el perjudicado también podría estarlo. Se inicia así la posibilidad de acuerdo y se les da al menor y a los padres el pliego de las condiciones. Lo indispensable es el reconocimiento de los hechos, el muchacho tiene que tener voluntad de reparar y comprometerse a pedir perdón a la víctima. También se le dice que los perjuicios que ha ocasionado los tiene que revertir con su propio esfuerzo a la comunidad, aunque no sea a la persona concreta.

Si hay que resarcir económicamente al perjudicado, la ley parte de la base de que los menores no tienen recursos propios y se establece así una responsabilidad solidaria con los padres que son quienes pagan a la víctima. También se conciencia al menor diciéndole que es deudor de sus padres y se le invita a resarcirles, por ejemplo, con una parte de su paga o con colaboración en tareas del hogar.

P.- La falta de atención sobre los menores, llenar el vacío de los padres con regalos o recurriendo a las nuevas tecnologías ¿puede favorecer las conductas violentas en ellos?
R.- Más que violentas, conductas egoístas, insolidarias que, en un estadio superior, pueden llevar a la violencia. Hay que dar cancha a las nuevas tecnologías porque si no ellos lo van a hacer por su cuenta, pero más como un premio a su esfuerzo personal que como un castigo o como algo a lo que tienen derecho simplemente porque el resto de sus compañeros o amigos lo tienen. Hacerles partícipes de que al igual que sus padres se esfuerzan por cubrir los gastos del hogar, tienen que ganarse ese acceso a las nuevas tecnologías. Es cuestión de hablarlo y negociar.

Es verdad, por ejemplo, que en procesos de separación o divorcio hay una cierta tendencia de los padres a llenar esta desatención. Aprenden a competir y los hijos, a manipular las reacciones de uno y de otro a ver quién es el que mayor aportación en bienes materiales realiza. En el caso de padres que trabajan todo el día fuera y dejan a sus hijos al cuidado de sus abuelos, algo que ha ocurrido con hijos de inmigrantes, estos rellenan el vacío aportando económicamente bienes y, entre ellos, los que más demandan son nuevas tecnologías.

La labor de los jueces de menores va mucho más allá del juzgado
La labor de los jueces de menores va mucho más allá del juzgado

P.- En muchas ocasiones los padres que ven conductas violentas en sus hijos no se atreven a denunciarlas, ¿cuándo se deciden a hacerlo?
R.- Cuando se ven desbordados y muchas veces en situación límite. No suelen empezar por conductas violentas importantes, lo normal es que empiecen por agresividad verbal y, a continuación, agresividad conductual de menor nivel, pero que mide el nivel de tolerancia de los adultos. Hay que aprender a atajar estas cuanto antes, que ellos no perciban que consiguen lo que quieren con una reacción violenta porque si no la volverán a repetir y cada vez con más intensidad hasta que lo consigan. Hay que evitar también que saquen ventaja secundaria, es decir, un plus de afecto ante una conducta insultante. Al contrario, distancia y suscitar la reflexión y la motivación.

P.- Las situaciones de violencia doméstica ¿se pueden solucionar, qué es lo primero que debe hacer una familia con hijos que actúan de forma violenta?
R.- Ponerse de acuerdo, seguir una línea común. Acordar que no consiga del uno lo que no logra del otro y apoyarse mutuamente. Normalmente la conducta violenta se despliega en presencia de uno de los progenitores.

P.- ¿Se pueden prevenir las conductas violentas en los menores?
R.- Sí, pero reaccionando desde el primer momento, cuando son muy pequeños. Por ejemplo, si un niño no quiere un plato de comida, llora y patalea y la madre se lo cambia por otro para no perder tiempo, el niño ya sabe lo que tiene que hacer: gritar, llorar y berrear hasta que consigue no comerse el plato que no le gusta. ¿Por qué se llega a estos estadios? Porque, previsiblemente, el muchacho ha percibido que haciendo esto, aunque le sepa mal, al final llega a conseguir lo que quiere. Se le ha tolerado y, al final, se le ha premiado, justo lo contrario a lo que habría que hacer.

P.- ¿Se puede rehabilitar a los menores que cometen delitos sin privarles de libertad?
R.- Sin ninguna duda. Aunque no funcione la línea de mediación una vez llegado a juicio se puede fijar la medida de libertad vigilad en la que el menor conserva su propio entorno familiar, social y educativo. En estos casos, se entiende que hay una buena plataforma de desarrollo pero que hay algunos desvíos de conducta que poco a poco se pueden ir corrigiendo. Si hay desescolarización, lo primero que se hace es pedir que se regularice esa situación. Un educador-tutor se pondrá en contacto o con la institución sanitaria, escolar… o aquellas que colaboran en esa problemática específica del menor y, además, se establece un contacto con los padres para ver si colabora en las tareas del hogar, cómo se relaciona con sus hermanos, si sigue frecuentando las amistades de riesgo, etc.

P.- La labor de los jueces de menores va mucho más allá del juzgado, pues tienen que hacer un seguimiento de aquellos jóvenes que son condenados, ¿en qué consiste esta labor?
R.- La labor del juez es estar siempre atento a cualquier incidencia que se produzca y a los informes periódicos que se emiten en las distintas áreas. Suscitar también la reflexión y motivación al cambio. Además, el juez hace visitas personales al centro de reforma. Normalmente, se establece una muy buena comunicación cuando el menor percibe que hay una voluntad de ayuda por parte del juez. Lo que pretendemos es su recuperación, ya está reprendido, ya ha parado allí porque se cree que necesita una estructura para, por ejemplo, dejar la adicción a sustancias, no relacionarse con muchachos que previsiblemente lo colocarían en gravísimo riesgo social de cometer nuevos delitos.

La magistrada señala que entre los casos hay un porcentaje de inmigración
La magistrada señala que entre los casos hay un porcentaje de inmigración

Instintivamente conocen quién está por ellos y quiénes no. Se establece una relación de confianza e incluso algunos se reconocen autores materiales y llegan a contarte por qué se vieron impulsados a cometer el delito. Nos ven como una figura que representa a la autoridad pero que quiere ayudarlos verdaderamente y llega un momento en el que reflexionan contigo y se les puede motivar para que busquen un mundo mejor, para ellos, sus padres y su futura familia.

P.- ¿Era más fácil educar a los hijos hace algunas generaciones?
R.- Sí. Porque la sociedad era diferente y había muchos menos factores de diversidad. La educación de padres a hijos sirvió en su momento y ahora sirve la que hay, siempre con carencias. La percepción que yo tengo es que antes lo hacían con más facilidad porque el entorno era más directo, había menos posibilidades de escapar, las ciudades eran más recogidas e inmediatamente se sabía dónde estaba el menor, con quién había ido… Por otro lado, había menos factores de diversidad. A eso hay que añadir que ahora los padres están mucho más ocupados, o bien trabajando o bien buscando trabajo, y además deprimidos, en algunos casos. El menor se encuentra así sin la figura de autoridad.

Además, el sistema de valores de hoy en día es mucho más relativo y cambiante, antes era más rígido. Fue válido en su momento, a lo mejor con un exceso de castigo o de represión, pero ahora nos hemos pasado por el otro extremo y todo se relativiza. Toda esa transmisión de valores muy relativizados, cuestionados o muy cambiantes, dificulta a los padres educar a los hijos debidamente. ¿Qué es ahora lo debido? Se lo cuestionan los propios padres, pero en algunos casos no son siquiera capaces de llegar a un consenso, que es fundamental. Al final se sienten incapaces de dar una estructura a todos estos factores y delegan en el centro escolar que, a su vez, se siente desbordado. Todos estos factores de diversidad, distorsión, relativización, indudablemente, son aprovechados por los menores, encima no individualmente sino en grupo. Todo ello significa que, a día de hoy, es más difícil educarlos, sin duda.

P.- ¿Le parece que los padres, con carácter general, han perdido cierta autoridad sobre sus hijos?
R.- Sí, por falta de posicionamiento común, les falta hablar entre ellos. Cuando intentamos recuperar a los menores en libertad vigilada nos damos cuenta de que, educacionalmente, hay que corregirlos ahora en un estadio muy tardío porque, previamente, la tarea no está bien hecha. En esa posición son los padres quienes necesitarían una reeducación. Por ejemplo, mediante escuelas de padres paralelas en los colegios donde se les enseñaran habilidades para saber cómo reconducir las conductas de sus hijos demasiado exigentes o inapropiadas en un determinado momento o asociales, etc.