Opinión

Andreas Lubitz: víctima y verdugo

A todos nos ha dejado impactados la noticia del accidente aéreo acontecido en territorio francés, pero el giro que ha dado la investigación han elevado la sorpresa a consternación y terror. El terrible suceso en el que han fallecido 150 personas, entre ellos algunos aragoneses, era, según los primeros pero contundentes indicios que maneja la justicia gala, un acto "voluntario" realizado por el copiloto, un joven alemán de 28 años, aparentemente normal, quien, al parecer, se había suicidado llevándose con él a todo el pasaje y tripulación.

A todos nos ha dejado impactados la noticia del accidente aéreo acontecido en territorio francés, pero el giro que ha dado la investigación han elevado la sorpresa a consternación y terror. 

El terrible suceso en el que han fallecido 150 personas, entre ellos algunos aragoneses, era, según los primeros pero contundentes indicios que maneja la justicia gala, un acto “voluntario” realizado por el copiloto, un joven alemán de 28 años, aparentemente normal, quien, al parecer, se había suicidado llevándose con él a todo el pasaje y tripulación.

Noticias y hechos como éste son ilustrativos de lo que puede ser capaz de realizar la mente humana, y de lo frágil que a veces son nuestros recursos para afrontar la adversidad. No son situaciones habituales, afortunadamente, pero si posibles, desgraciadamente. No es la norma, sí la excepción. Una excepción cruel y de las que deja huellan en una sociedad ya de por sí convulsa y crispada.

Habrá que esperar a la llamada “autopsia psicológica” para saber los pormenores del caso, pero por lo que se conoce hasta ahora podemos afirmar que se trata de una forma de suicidio, que los tratados de psiquiatría llaman “suicidio ampliado”. En estas situaciones el sujeto enfermo, preso de una ideación delirante de ruina, culpa o de cualquier otro tipo, decide poner fin a su vida llevándose por delante a otros seres inocentes y ajenos a su drama personal. Un “suicidio-homicidio”, que aunque no frecuente, sí vemos los psiquiatras en ocasiones, sobre todo cuando la afectividad delirante nubla la razón y deja vía libre a comportamientos basados en ideas distorsionadas e irracionales.

En este caso hay todavía algunas incógnitas, la más importante sin duda es saber cuál ha sido la motivación que ha llevado a este joven piloto a un acto tan absurdo, extraño, abyecto y cruel. Es obvio que solo él nos podría dar la clave, todo lo demás serán opiniones y apreciaciones, aún con todo sí podemos afirmar, con prudencia, pero también con rigor, algunos aspectos.

Según las ultimas noticias el autor de tan espeluznante hecho tenía antecedentes psiquiátricos previos, de poca relevancia clínica y lejanos en el tiempo, pero presentes en su biografía. Según nos cuentan, había sufrido un episodio depresivo (no está claro) que le llevó a estar de baja para su profesión durante 6 meses. Algunas fuentes incluso apuntan que tomaba tratamiento farmacológico, hecho que no ha sido confirmado, y que me cuesta dar por bueno, ya que ello le hubiera hecho incapaz para su profesión y, de confirmarse, daría otro vuelco a la investigación.

Me parece muy importante resaltar como la “aparente” normalidad es a veces solo eso, aparente. Debo insistir en que a todos, absolutamente a todos, en un momento dado y ante la conjunción de factores diversos, se nos pueden “cruzar los cables”, como se dice vulgar pero muy gráficamente, y ejecutar un acto aberrante y antinatural. Por ultimo es preciso no perder el norte e insistir en que es imposible predecir este tipo de comportamientos de forma eficaz y que, a pesar de pruebas y reconocimientos psíquicos, a fecha de hoy no tenemos la posibilidad de anticiparnos a un comportamiento tan abyecto y antinatural.

Muchas veces cuando se habla de problemas de la mente, de salud y enfermedad mental, trazamos una frontera absurda e inoperante. Los psiquiatras sabemos que esa línea puede ser en ocasiones débil, a veces borrosa, incluso inexistente en según que casos. Sólo me queda decir: ¡Descansen en paz los inocentes! y también, el culpable, en este caso víctima y victimario de su sinrazón.