Opinión

Cambiar algo para no cambiar

La novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (sí, la minúscula isla italiana a la que arriban en pateras los inmigrantes africanos) fue maravillosamente llevada al celuloide por Luchino Visconti. Aún recuerdo una frase que pronuncia el príncipe de Salina (un arquetípico Burt Lancaster), conversando durante una cacería con don Ciccio, un gentilhombre venido a menos. La frase que nunca se olvida al ver “El Gatopardo” es esta: “Algo habría de cambiar para que todo siguiese como estaba”, que no por tan manida deja de estar de permanente actualidad

La novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (sí, la minúscula isla italiana a la que arriban en pateras los inmigrantes africanos) fue maravillosamente llevada al celuloide por Luchino Visconti. Aún recuerdo una frase que pronuncia el príncipe de Salina (un arquetípico Burt Lancaster), conversando durante una cacería con don Ciccio, un gentilhombre venido a menos. La frase que nunca se olvida al ver “El Gatopardo” es esta: “Algo habría de cambiar para que todo siguiese como estaba”, que no por tan manida deja de estar de permanente actualidad.

En una situación política tan cambiante como la incorporación de Sicilia al inminente reino italiano de Víctor Manuel I de Saboya, acabando con el antiguo reino de los Borbones de Nápoles que inauguró nuestro Carlos III, el príncipe de Salina es consciente de algo que pertenece a la historia de la humanidad. El cambio engañoso. Que a veces resulta y a veces no. En muchas ocasiones no se hace más que retrasar algo que es inevitable.

Los partidos intentan maquillarse para hacer ver que no son estructuras más autoritarias de lo que dicen ser-  incluso trasladando esto a los gobiernos de los países-, pero la gente no es tonta, y se da cuenta conforme pasan los años. ¡Cuántos cambios se anuncian que luego no se cumplen! Y de vez en cuando alguien recuerda que Hitler subió al poder de una manera impecablemente democrática. ¡Ojo con los partidos democráticos que se descuelgan con tics autoritarios! Ahora mismo vemos dos concepciones diametralmente opuestas dentro del emergente “Podemos”. Una –digan lo que digan- con rasgos autoritarios y otra de tipo asambleario. Es claro que quieren decir cosas totalmente diferentes. Pero ya ha ganado el líder indiscutible, con el 80% de los votantes.

Pero también hay quien dice querer romper completamente con el pasado para que la idea sobreviva. Hoy tenemos al primer ministro francés Manuel Valls, de origen español, que propugna romper con toda la mitología marxista que, por ejemplo, no ha rechazado Pablo Iglesias. Cuestión que creo que le pasará factura a este último y puede colocar un techo a sus aspiraciones. ¿Evitará quizás este techo la conquista de ese cielo a conquistar del que habla?

Manuel Valls lo ha dicho claramente: “Acabar con la izquierda anticuada que se aferra a un pasado superado y nostálgico”. Incluso el jefe del Gobierno francés habla de suprimir el vocablo emblemático de “socialismo”. Palabras mayores. Se supone que desaparecerían los puños en alto –que ya son residuales- y el canto de la Internacional. En fin, toda la caspa que impide a la izquierda española conectar con la sociedad de hoy, que no tiene nada que ver con la de hace unos años para atrás. Ahora mismo es casi imposible diferenciar entre derecha e izquierda. La palabra “proletariado” ha perdido su significado, porque ya casi no hay, en parte porque no hay proletarios realmente, sustituidos por las máquinas, y en otros casos porque los que hay, no quieren llamarse así.

La idea de la izquierda de hoy tiene necesariamente que ir representada más bien por algo más similar a un Partido Demócrata estadounidense que por otra cosa. Algo moderado, desprendido de dogmatismo. Es curioso, que en los Estados Unidos se llama liberales a los demócratas (más a la izquierda), mientras que aquí se llama liberalismo solamente al económico, dejando de lado al liberalismo social y político, para identificarlo más con la derecha. ¿Es un ardid para desprestigiar esta corriente del pensamiento político? Lamentable que se denomine liberalismo a este neocapitalismo salvaje que sufrimos y hemos sufrido en España. ¿No puede el liberalismo social e histórico cambiar las cosas para que en verdad cambien, sin recurrir al totalitarismo marxista?