Opinión

Una limosna para mi abuela

Esta semana tomaba un café con las amigas en una terraza de la Plaza de España de Zaragoza. De pronto, una abuela se acercó a pedirnos una ayuda. Llevaba una batita floreada, impecablemente limpia, y unos zapatos blancos impolutos. El pelo, totalmente blanco, relucía.

Esta semana tomaba un café con las amigas en una terraza de la Plaza de España de Zaragoza. De pronto, una abuela se acercó a pedirnos una ayuda. Llevaba una batita floreada, impecablemente limpia, y unos zapatos blancos impolutos. El pelo, totalmente blanco, relucía.

No había manera de saber que esa mujer necesitaba tan urgentemente el dinero como para ir pidiendo por ahí. Antes te la imaginarías en la cola de la pescadería, sujetando un carro de la compra, que acercándose a la mesa de tres desconocidas preguntando, con un hilo de voz, si podíamos ayudarla con algo. No dijo ni por favor, no acercó la mano haciendo cuenco con los dedos en ademán de pedir. Sólo susurró unas palabras, en voz muy bajita, y luego se marchó. Con los hombros encorvados, y sin acercarse a ninguna mesa más.

Por la noche, soñé con ella. Y me desperté muerta de vergüenza. Vergüenza de haber sostenido su mirada unos instantes, y haberla bajado rápidamente después. Vergüenza de haberle dado unas monedas. Vergüenza torera de estar tomándome un café mientras mi abuela, o la abuela de alguien, seguro, una mujer pulcra, normal y corriente, andaba por ahí mendigando dinero. Cáritas contó esta semana que espera que las peticiones de ayuda aumenten un 30% este final de año en Zaragoza. Las becas de comedor son insuficientes para cubrir todas las peticiones presentadas (por no hablar de que los requisitos para recibirlas son, directamente, miserables). El paro no baja, porque cuando baja, vuelve a subir, y para las condiciones en que baja, es como si no hubiera bajado. Y así podría seguir mucho rato, pero a los que son conscientes, no les cuento nada nuevo; y a los que viven en su mundo de color, lo que diga no les va a afectar.

Así que lo siento por quienes afirman que España va bien. Hasta hace unos días, yo también veía el futuro con algo más de optimismo. Pero ha sido ver a aquella mujer mendigando, y no levanto cabeza. Quienes me conocéis, quedáis advertidos: ni una palabra más de que esto empieza a mejorar. Porque vosotros no le habéis dado limosna a una anciana desconocida que es clavadita a vuestra queridísima abuela.