Opinión

Vidas llamadas a la santidad

Para muchas personas, la vida corriente, la normal y ordinaria de todos los días, les resulta aburrida, intranscendente y un tanto trivial. Sin embargo, para quienes hacen del trabajo profesional y de las circunstancias que rodean su vida íntima una entrega amorosa y total a la voluntad de Dios, cumpliendo con los deberes propios del cristiano desde su estado y coyuntura personal, esa vida corriente se convierte en camino de santidad, en un encuentro diario con el Señor que se sustenta por medio de la filiación divina.

Para muchas personas, la vida corriente, la normal y ordinaria de todos los días, les resulta aburrida, intranscendente y un tanto trivial. Sin embargo, para quienes hacen del trabajo profesional y de las circunstancias que rodean su vida íntima una entrega amorosa y total a la voluntad de Dios, cumpliendo con los deberes propios del cristiano desde su estado y coyuntura personal, esa vida corriente se convierte en camino de santidad, en un encuentro diario con el Señor que se sustenta por medio de la filiación divina. Así lo supo ver, por inspiración divina, el 2 de octubre de 1928 un santo aragonés, San Josemaría Escrivá de Balaguer (Barbastro 9-1-1902), fundador del Opus Dei, y así continuó fielmente con esta labor apostólica su primer sucesor y Prelado, el Venerable D. Álvaro del Portillo (Madrid 11-3-1914), el cual será beatificado el próximo 27 de septiembre en Valdebebas (Madrid), coincidiendo con el centenario de su tránsito a la vida eterna.

Recientemente, en la capital aragonesa, entre los día 1 al 8 del presente mes, tuvimos el placer de disfrutar de una exposición titulada “Un Santo en datos” en el WTCZ (María Zambrano, 31) de Zaragoza, donde se constató la afluencia de miles de personas. Aunque es cierto que la figura de D. Álvaro casi siempre se mantuvo a la sombra de su fundador, fueron la lealtad y su fidelidad a la vocación inspirada de aquel la que le han llevado años más tarde a subir a los altares. D. Álvaro del Portillo fue doctor en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos (1941), en Filosofía y Letras (sección Historia en 1943), y en Derecho Canónico. Conoció a San Josemaría Escrivá el 6 de julio de 1935, y al día siguiente, asistiendo a un retiro espiritual donde el Fundador habló de “el amor a Dios y a la Virgen”, le conmovió tan profundamente su predicación que más tarde exclamaría: “nunca había oído hablar de Dios con tanta fuerza, con tanto amor a Dios, con tanta fe”. Esa misma mañana del 7 de julio de 1935 el Espíritu Santo le introdujo en su corazón una inquietud nueva, que le llevó a comenzar su verdadera vida, pidiendo la admisión en el Opus Dei. El 25 de junio de 1944 recibió la ordenación sacerdotal, y en 1946 se trasladó a Roma, sede central de la Obra, donde puso de manifiesto su dedicación a multitud de encargos conferidos por la Santa Sede. El entonces Papa y actualmente santo, San Juan Pablo II le nombró Prelado del Opus Dei el 28 de noviembre de 1982, nombrándole años después obispo, concretamente el 6 de enero de 1991.

En la inauguración de la referida exposición, el consejero del Departamento de Industria e Innovación de nuestra Comunidad Autónoma, D. Arturo Aliaga López, destacó que D. Álvaro del Portillo fue un sacerdote que rezaba por Aragón, y siendo así, sin duda era uno de los nuestros. Con todo,  D. Álvaro vino a nuestra bendita región en diferentes y numerosas ocasiones. En 1939, en plena Guerra Civil, visitó Alhama, Calatayud y Zaragoza, para asistir a miembros del Opus Dei que se encontraban aislados. Entre 1940 y 1943 se desplazó diez veces a Zaragoza para impulsar la Obra en la capital aragonesa. En 1958 asiste también en Zaragoza al enlace matrimonial entre Santiago Escrivá y Gloria García. El 21 de octubre de 1960 acompaño a San Josemaría Escrivá en el nombramiento de éste como doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza. Entre el 19 de abril y el 20 de mayo de 1967 recorre varias localidades aragonesas con ese afán apostólico que le caracterizaba. También volvió a visitar Zaragoza el 7 de abril de 1970 antes y después de la romería a la Virgen de Torreciudad, volviendo entre el 23 y 26 de mayo de 1975 al mismo lugar para visualizar la obra arquitectónica de aquel santuario diseñado por Heliodoro Dols. El 25 de mayo acompañó al Fundador a Barbastro, ya que a éste le otorgaban la medalla de oro como hijo predilecto de su ciudad natal. Años más tarde, tras ser nombrado Prelado del Opus Dei, el 6 de septiembre de 1983 visitó la Basílica de Nuestra Señora del Pilar en agradecimiento a la Santísima Virgen por la ayuda prestada por su Fundador, firmando asimismo en el libro de honor, además de un total de catorce visitas entre junio de 1977 y  agosto y septiembre de 1993, justo seis meses antes de fallecer en Roma el 23 de marzo de 1994.

Se puede afirmar sin error que D. Álvaro del Portillo fue un hombre bueno y fiel, maestro de vida cristiana, respetuoso con la libertad de las personas, que sirvió heroicamente a la Iglesia y a las almas, un hijo de Dios que transmitía mucha paz y serenidad, cuya constante sonrisa fue siempre un instrumento apostólico al servicio de los demás. Durante los 19 años al frente de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei, comenzó con estabilidad la labor en 20 nuevos países, fomentando iniciativas de carácter social y asistencial. Asimismo por deseo expreso de San Josemaría, fundó en Roma la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. El 5 de julio de 2013, el Papa Francisco declaró el carácter milagroso de una curación arrogada al Venerable D. Álvaro del Portillo. Se trataba de una sanación de un niño chileno nacido el 10 de julio de 2003 de 1 kg y 750 gr, José Ignacio Ureta Wilson, con una malformación congénita del cerebro en ambos hemisferios, por un trastorno de la migración neuronal, una cardiopatía congénita cianótica (“tetralogía de Fallot”) y un onfalocele. En la incipiente vida del niño se sucedieron varias lesiones cerebrales hipóxico-isquémicas, siendo el 2 de agosto cuando sufrió una parada cardiaca debido a un taponamiento pericárdico masivo, que duró entre 30 y 45 minutos. La reanimación en ese intervalo de tiempo fue infructuosa. Una vez que el equipo médico decidió suspender el tratamiento, gracias a la intercesión a D. Álvaro del Portillo por parte de sus padres, familiares y amigos, fue cuando de forma espontánea recomenzó la actividad cardiaca del bebé. Los padres sabedores de estas circunstancias intensificaron aún más si cabe la intercesión del Venerable Álvaro. Los médicos dijeron que este evento isquémico debería haber producido un daño neurológico grave o incluso la muerte del niño, en cambio, desde el ámbito funcional, la recuperación fue completa y permanente. Actualmente José Ignacio tiene 11 años y cursa estudios de tercero básico en el colegio Tabancura en Chile.

Los santos destacan por sus virtudes vertidas al servicio de los demás, renunciando a sí mismos mediante la lucha interior para buscar la voluntad de Dios, pues son quienes ven en lo invisible y secundan lo imposible. Son almas contemplativas y corrientes en medio del mundo sin ser mundanos. Quizá para los no creyentes, los agnósticos o los ateos, estas realidades tan misteriosas como tangibles les puedan causar hilaridad o una enfebrecida inquina. Lo cierto es que el Sumo Pontífice Francisco ha declarado que esa curación se decrete y se promulgue para ser incluida  en las actas de la Congragación para los Santos. El ser humano está llamado por su Creador, y por mucho que nos resistamos, por mucho que endurezcamos nuestro corazón a base de soberbia, altivez o vanagloria, la hechura de sus manos, pues todos somos hijos de Dios, no descansará hasta que nos reencontremos definitivamente con Él. Entonces será el inventario de nuestras vidas el que se presente, tal y como esté, ante su omnipotencia, no habiendo lugar entonces para rectificar, pues el tiempo de merecer ya quedó consumado. En verdad, merece tener en cuenta esta consideración.