Opinión

Europa y sus mandamases

Los resultados de las últimas elecciones europeas del 25-M tienen muchísimas lecturas y focos de atención. Pero tanto fijarnos en su extrapolación a las próximas elecciones municipales, autonómicas y, más tarde a las generales. Tanto leerlo todo en clave nacional, cuando hablamos de Europa y de lo que ha pasado en otros países, se mezclan con frecuencia conceptos bien diferentes. Algunos achacan los males de España a Europa, como si una concepción de Europa unida fuese la madre de todos los males.

Los resultados de las últimas elecciones europeas del 25-M  tienen muchísimas lecturas y focos de atención. Pero tanto fijarnos en su extrapolación a las próximas elecciones municipales, autonómicas y, más tarde a las generales. Tanto leerlo todo en clave nacional, cuando hablamos de Europa y de lo que ha pasado en otros países, se mezclan con frecuencia conceptos bien diferentes. Algunos achacan los males de España a Europa, como si una concepción de Europa unida fuese la madre de todos los males.

Más bien al contrario. Estando en Europa estamos al abrigo de muchos problemas. Mentalidad de equipo se llama eso. En todas las organizaciones -por lo menos, teóricamente- se protegen entre sus miembros mutuamente. Con todas las imperfecciones, egoísmos y una mentalidad atávica, dentro de la cual cada pueblo se resiste a tender puentes hacia el otro. Esta  dificultad, en Europa no debería ser tan acusada, pues unos más rubios y otros más morenos –aunque hoy hay más mestizaje- no parece razón suficiente. Al conocer Europa todos hemos visto que al transcurrir del tiempo todos nos parecemos más. En lo físico, en las costumbres, en la manera de entender la vida. Esto es una realidad. Unos pueblos que quieren unirse por propia voluntad siempre serán más felices. La unión hace la fuerza.

Por eso duele tanto que no sepamos distinguir entre Europa y sus dirigentes. Europa no son sus ocasionales mandamases. De la misma manera que, por ejemplo China no era Mao. El que en España tengamos ya desde hace largo tiempo unos gobernantes no mediocres, sino desastrosos (siempre hay excepciones), no nos debe hacer olvidar que en el resto de Europa no abundan tampoco gobernantes con sentido común, honradez y valor. Gobernantes que piensen en las personas que están sufriendo lo suyo en lugar de en el diferencial con el bono alemán. Que a estas alturas, y después de los últimos años, ya nos hemos enterado de la vigencia de los axiomas del capitalismo salvaje. “No se puede repartir miseria”. Para que llegue el dinero a la gente, primero nos tiene que llegar a nosotros, los capitostes. Tiene que haber años de muy buenas cifras macroeconómicas para que  esa mejoría llegue a la generalidad de los ciudadanos. Ese es el pensamiento dominante.

Lejos de veleidades marxistas radicales, tiene que haber un término medio que ya lo hubo en Europa. Los Van Rompuy, y ahora los Juncker, y más adelante quizás Lagarde (que ahora quiere estar en Europa), y demás amiguetes tienen una mentalidad macroeconómica al 100%. No entienden más que de cifras. No podría ser de otra manera, dados los sueldazos que cobran, y que todavía se los suben como es el caso de la dilecta Christine. ¿Será para disminuir el déficit apretándose el cinturón, como ella misma nos dice a los demás? Todos estos no saben ni les interesa el sufrimiento de las familias que no llegan a fin de mes, ni de la multitud de parados.

Luego no es Europa la que tiene la culpa, sino los que mandan en sus organismos comunitarios. Europa, que primitivamente formaba parte de Eurasia -hasta el polifacético Humboldt era partidario de esta opción- ha quedado separada de Asia -con cuyos habitantes nos podemos llevar también fenomenal-, no por razones físicas, sino por razones humanas de costumbres, vida, lenguas, razas, proyectos vitales de devenir histórico… No echemos, pues, la culpa a Europa, a la cual han secuestrado esos señores que cobran tanto. Y que no han hecho más que imitar al mitológico rapto de Europa por un Zeus en forma de toro que se la llevó a la isla de Creta, donde dio a luz al rey Minos. No les vendría mal a los griegos que el continente se gobernase desde allí mismo. Al ser España un país mediterráneo como Grecia, también España se vería beneficiada.