SUCESOS Y TRIBUNALES

Cárcel para un comercial que estafó a 18 ancianos y disminuidos en Zaragoza

La Audiencia de Zaragoza ha condenado a dos años y nueve meses de prisión a un comercial que estafó a 18 ancianos y disminuidos. Asimismo, ha absuelto a su socio en la empresa, que estaba también acusado por lo mismo. Falsificó firmas de clientes con las que consiguió financiación para abrir líneas de crédito y no entregó mercancías.

Zaragoza.- La Audiencia Provincial de Zaragoza ha condenado a dos años y nueve meses de prisión a un comercial que estafó a 26 personas, entre ellas a 18 ancianos y disminuidos de la provincia. Le considera responsable de la falsificación de firmas de clientes con las que consiguió financiación para abrir líneas de crédito. 

El tribunal provincial también impone a José Ignacio Enriquez Martín la obligación de indemnizar 54.873,20 euros a Ibercaja, así como devolver lo estafado a varias víctimas por importe de 2.131, 50 euros. Por otra parte, absuelve a Juan Carlos B.V., defendido por la abogada Celia Gil Lagunas, al considerar que “por formar parte de una sociedad no puede predicarse la autoría, además de que la prueba pericial acredita que la persona que falsificó firmas fue el ahora condenado". 

Los magistrados de la Sección Primera valoran no sólo la prueba de la perito caligráfica, sino también la declaración de la hija del penado, quien aseguró que “su padre fue el que se encargaba de la gestión de la sociedad y que incluso le falsificaba la firma en algunos papeles".

La estafa se produjo en los años 2010 y 2011. José Ignacio Enriquez Martín firmó con Ibercaja un contrato de cesión de crédito rápido que habilitaba a la empresa a financiar las ventas a sus clientes mediante la fórmula de crédito rápido, contrato por el que la entidad anticipaba el dinero a dicha mercantil, tras descontar de ellos la comisión que cobraba la caja, amortizándose finalmente aquello con las cuotas de los clientes. 

Ante la situación de crisis económica, reza el fallo, el condenado concibió la idea de obtener dinero y, a tal fin, simulando en unos casos las firmas de los compradores y en otros la firma real de clientes, gracias a la línea de crédito que había firmado con Ibercaja. 

Asimismo, visitaba domicilios, ofreciendo la venta de efectos de diversas clases, sin que posteriormente los recibiesen porque su única voluntad era conseguir las firmas. En algunas ocasiones, pedía las rúbricas para el posterior envío de un regalo prometido en una venta anterior.