Fernando Vallejo: "El contacto con la gente y su dolor me ha hecho realmente sacerdote"

El capellán del cementerio de Torrero, Fernando Vallejo, ha publicado su primer poemario “Rompiendo el agua”. Enamorado del arte, de la literatura y, cómo no, de la poesía, este sacerdote pretende transmitir su propia visión de la vida y hacer que la gente piense. Al parecer, lo ha conseguido porque ya ultima la segunda parte.

Zaragoza.- Además de sacerdote, Fernando Vallejo es todo un conversador del día a día, de la actualidad y de la realidad. Lleva escribiendo desde los catorce años, pero ha sido durante este verano pasado, a sus 47 años, cuando se ha animado a publicar su primer poemario “Rompiendo el agua”. Ser capellán del cementerio de Torrero, dice, le ha cambiado la vida y le ha hecho ser el predicador que ahora es. No obstante, es crítico con los eclesiásticos y cree que la Iglesia está en una continua renovación. Admira al actual Papa y cree que la sociedad zaragozana debería dar un giro en su forma de pensar.

Pregunta.- ¿Cómo le surge este interés por la teología y el sacerdocio?
Respuesta.- Yo sé que mucha gente no sabe muy bien qué es ser sacerdote, pero el sacerdocio es una vocación, una llamada al interior de la persona. Tenía 25 años cuando me lo planteé, tras conocer a un sacerdote al que quise mucho. Hablando con él, poco a poco fui descubriendo que podría ser una forma de plantearme la vida.

P.- ¿Cuándo entra en el Seminario y qué es lo que tiene que dejar atrás para ello?
R.- No hay que pensar en lo que se deja atrás, sino en todo lo que tienes por delante. Era una persona de quince años, tengo mis estudios, he estado trabajando y a mí lo que me gusta siempre es la proyección, lo que puedes descubrir nuevo. La verdad es que, tanto la formación filosófica y teológica como lo que fue mi vocación al sacerdocio, me enriquecieron muchísimo, como lo siguen haciendo en la actualidad.

P.- ¿Cómo fue la experiencia en las primeras parroquias donde estuvo?
R.- La primera parroquia donde me ordené fue en Tauste. La verdad es que nunca se tiene ni idea de lo que es ser sacerdote. Yo creo que ser sacerdote es un proceso de maduración. Una cosa es ser elegido y ordenado pero, fundamentalmente, es un proceso de maduración personal. Evidentemente, no era el mismo sacerdote cuando tenía 30 años que ahora con 47, es todo un proceso de crecimiento. No sólo de cara a mi mundo interior, sino también de cara al exterior, de la forma de entregarte y mostrarte a los demás.

P.- ¿Dónde estuvo después y cómo llegó al tanatorio de Torrero?
R.- Luego estuve un tiempo en la parroquia de San Valero, donde me sentí muy a gusto, y, después, me propusieron ir al cementerio de Zaragoza. Poco a poco fui descubriendo que era un jalón interesante, porque por el cementerio de Zaragoza pasa todo el mundo y lo acepté, de hecho voy a hacer diez años de capellán allí. También estuve durante siete años en la parroquia de Santiago, pero ahora me dedico, fundamentalmente, al cementerio.

P.- ¿Cómo es la entrega de la gente a sus parroquias?
R.- De alguna forma, cada parroquia tiene una idiosincrasia propia, entonces, la mejor forma de entregarse es con la naturalidad característica de la persona “yo soy esto, de qué os puedo ser útil”. Yo no soy de esos sacerdotes que dicen “yo voy a organizar esto a mi manera”, sino que me planteo qué puedo aportar a esta comunidad, a esta parroquia, a este grupo.

Fernando Vallejo ha publicado hace poco su primer poemario
Fernando Vallejo ha publicado hace poco su primer poemario

No es lo mismo estar en Santiago El Mayor, donde la pastoral es de un mundo muy determinado, a estar en un barrio o en un pueblo. Es diferente, ahí tenemos que echar un poco de creatividad a la hora de tratar. Evidentemente, no es lo mismo tratar con universitarios que con muchachos de Bachillerato o de la ESO. Lo que se trata es de mostrarte genuino y saber en cada momento con quién estás hablando y a quién le tienes que transmitir, no solamente el Evangelio, sino lo mejor de ti.

P.- ¿Qué aporta y cómo es la experiencia en el tanatorio?
R.- A mí ser capellán del cementerio de Torrero me ha hecho realmente sacerdote. El contacto con la gente, con el dolor, con el sufrimiento, con la muerte, con al esperanza, con la increencia y la creencia de las personas… a mí me ha aportado mucho. Como decía Lewis, el dolor te ayuda a ser más persona, a humanizarte. Y en el cementerio, realmente, se vive el dolor de una forma intensa en la mayoría de las ocasiones.

P.- ¿Cómo es ese trato con las familias en el cementerio?
R.- En estas circunstancias, ante la muerte de un ser querido, lo que hago es presentarme a la familia, te enteras un poco de la situación. Decir… se puede decir bien poco a una madre que ha perdido a su niño de tres años... La labor del sacerdote en el cementerio es fundamentalmente de acompañamiento, de que sientan que la mano de la Iglesia está cerca de ellos. La mayor esperanza que podemos tener es esa humanidad que podemos mostrar a las personas que están sufriendo.

P.- También estuvo dado clases de religión en el Colegio Alemán. ¿Cómo es el acercamiento con los jóvenes?
R.- He estado dando clases en muchos sitios. Era interesante, de lo que se trata es de despertar la ilusión en los jóvenes. La fe, muchas veces cuando hablamos de ella lo hacemos como moral y de costumbres y yo creo que la fe es algo que puede ilusionar a las personas, también a las más jóvenes. De hecho, durante mucho tiempo me he dedicado a ellos, a los chicos de confirmación, a los de clase.

También hay una forma muy bonita de transmitir la fe, y es el mundo de los artistas, ésa es una de las “peculiaridades” de mi ministerio sacerdotal, yo lo vi con claridad. Algo tan divino como es el arte, que hoy en día se vea tan apartado de la Iglesia y de la fe llama la atención. En primer lugar porque me gusta el mundo de la belleza y porque he creído firmemente que la fe tiene mucho que aportar y acompañar a esta gente que muchas veces busca una luz o una esperanza.

P.- Acaba de publicar “Rompiendo el agua” es su primer poemario, ¿qué otros textos ha escrito?
R.- Llevo escribiendo desde los catorce años. Estuve escribiendo un tiempo en Francia, cuando tenía unos trece años y allí es donde descubrí esta facultad, esta vena poética, esa forma de decir las cosas de otra manera. Y a lo largo de mi vida he seguido escribiendo. Fue en una entrevista cuando me preguntaron “¿cómo es que no publicas?” Y yo contesté que no me había visto necesitado para ello y él, Antón Castro, apuntó “y va a publicar su nuevo poemario” y pensé “ya me han cogido de la solapa”, y he decir que ése primer libro se le debo a él, o por lo menos la motivación para ello.

Hay gente a la que le gustaría saber qué es lo que digo en el libro, a mí me llama mucho la atención, toda la nomenclatura de mi libro sería como de mi interior, de mi vida. Lo que he intentado en este libro es ser realista, veraz, lo que pasa es que yo utilizo las palabras para esconder los pensamientos y eso es lo que más me ha caracterizado.

Ser capellán del cementerio de Zaragoza ha cambiado la vida de Vallejo
Ser capellán del cementerio de Zaragoza ha cambiado la vida de Vallejo

P.- ¿Cómo ha ido esta primera publicación?
R.- Estoy sorprendido. Lo que más me ha llamado la atención es la diversidad de opiniones que ha suscitado. Me ha gustado también que haya calado en un público muy joven. Recuerdo que quedé con un amigo, con el que voy a publicar ahora otro libro, y le empecé a leer alguno de los versos y me dijo “esto me gusta mucho”. Y esto ha ocurrido, es curioso que te pare gente por la calle y te digan “he leído tu libro” y que te lo diga gente joven me llama mucho más, porque de alguna forma he sabido transmitir a un determinado sector, al menos suscitar en ellos planteamientos.

P.- Esta buena experiencia con el primero, ¿le ha animado a volver a publicar?
R.- Sí, a los días me pidieron que escribiese la presentación de un libro de cortos y, luego, un amigo me dijo de escribir un libro a medias y acepté. Además, ya tengo preparada la segunda parte de “Rompiendo el agua”, el poemario ya está escrito, en las ilustraciones hay colaboraciones y a la vez, en la presentación, se hará una exposición.

P.- ¿Es fácil compaginar todo esto día a día?
R.- Yo creo que la vida no son compartimentos, sino una totalidad, y en esa totalidad te manifiestas y lo puedes hacer espiritualmente, efectivamente, poéticamente, artísticamente… es una totalidad. Se puede compaginar todo. Hay algo muy importante y que a mí me motiva, es la amistad. La mejor forma de evangelizar es hacerte amigo de las personas, que ellas, de alguna forma, puedan confiar en ti. En todo este proceso te puedes llevar muchos chascos porque vivimos en un mundo complejo, pero para mí, uno de los grandes valores de mi vida ha sido la capacidad que he tenido para hacer amigos y para tener grandes amigos.

P.- Una persona o personaje al que admire y la razón.
R.- Admiro a mucha gente, pero hay dos personas que en este momento admiro. La primera, no es por ser sacerdote, sino porque me parece que es un hombre que está cambiando la imagen de la Iglesia, es el Papa Francisco. Me parece un hombre innovador, potente, humilde. Hay una cosa que suelo decir, para ser artista hay que tener una dosis muy importante de humildad, ni creerte el mejor ni el primero, sino de ir aprendiendo. Y yo creo que esto el Papa lo está haciendo muy bien, está dándonos una gran dosis de humildad, sencillez y de estar a pie de calle con la gente.

Y, por potro lado, uno de los personajes que me ha marcado y que siempre que voy a París visito su tumba en el cementerio es Oscar Wilde. Me parece un personaje magistral, un gran incomprendido de su tiempo pero de las cabezas más lucidas que ha tenido la literatura de todos los tiempos. El ingenio de Oscar Wilde es difícil de recuperar.

P.- Como sacerdote rompe todos los estereotipos…
R.- Para ser sacerdote no hay que tener un estereotipo. Cuando salí de sacerdote iba con sotana y había gente que me decía que parecía que asustaba y yo era el mismo. Cuando decidí quitármela también hablaban… aquí de lo que se trata no es de tener un esteriotipo ni de vender un producto, sino de ser como eres y soy sacerdote y soy como soy. No me interesa vender una imagen mía. Antes llevaba el pelo largo y ahora lo llevo corto, ya está. No es que lo vaya pensando y configurando todo.

P.- ¿Cree que la Iglesia debería modernizarse? Y si es así, ¿cómo tendría que hacerlo?
R.- Yo creo que la Iglesia está siempre reformándose. Y ahora es un momento muy importante, para empezar, cuando un Papa en su primera encíclica te habla sobre la alegría del Evangelio es algo importante, yo creo que eso es una forma de reformar la Iglesia. Yo amo mucho a la Iglesia pero soy muy crítico con los eclesiásticos y en el libro de poemas se ve perfectamente que a veces soy ácido con ellos, porque una cosa es el aparato y otra el gran mensaje que tenemos que llevar a la humanidad.

El acompañamiento es fundamental en el trabajo de Vallejo en el cementerio
El acompañamiento es fundamental en el trabajo de Vallejo en el cementerio

P.- ¿Qué opina de la reforma de la Ley del aborto?
R.- Yo soy partidario de la vida y creo que tenemos que respetar la libertad de las personas, tenemos que entender que la vida es un derecho de cada ser creado. Yo creo que esto es un manejo de los políticos con respecto a intereses de partido, por lo que no me preocupa mucho, pero cómo te va a decir un sacerdote que no está a favor de la vida, como estoy a favor también de las pobres mujeres que desgraciadamente no les queda otro remedio que abortar, pues claro, a esas mujeres hay que ayudarlas y estar cercanos a ellas y no hay que recriminarles. La clave está en ser personas, ver al otro como igual, hacer lo que te gustaría que hicieran contigo, como decía Jesucristo.

P.- ¿Cree que escribir en Facebook y Twitter también es una forma de acercarse a sus fieles?
R.- Los medios de comunicación si se utilizan desde la transparencia y la sinceridad son siempre positivas. La comunicación es propia del ser humano, el hombre necesita comunicarse, salir de sí mismo, decirles a los demás lo que siente y lo que piensa. A mí me parece que son buenos esos medios.

P.- Mensaje que lanzaría a sus fieles.
R.- Cuando hablo de Zaragoza hablo de vetusta. Amo Zaragoza y ese espíritu tan característico nuestro, pero creo que la sociedad zaragozana debería romper un poco sus moldes. Esos moldes que ni dejan vivir a ellos ni dejan vivir a los demás. Cuando una sociedad está tan férreamente estructurada como ésta, mucha gente se tiene que marchar de aquí para poder respirar y eso es una pena. Hay tantos valores y tantos jóvenes que podían aportar tanto… pero aquí hay como una serie de poderes fácticos a los que les interesa que todo siga igual.

Yo no puedo hablar de la transformación de España pero sí podría hablar de mi ciudad y mi región. Y yo creo que a Zaragoza le convendría eso. Salir un poco de este espíritu provinciano del siglo XIX donde la gente está anquilosada en el tiempo, que todo lo juzga y lo critica en lugar de apoyarlo a veces. Daría un punto de libertad y esperanza a quien lo necesita