Opinión

El fracaso democrático

Aquel año de 1977, en Madrid, escuché en un gran mitin a Mitterrand, a Mario Soares y a Felipe González. Eran tiempos de cambios en España. Estábamos en el llamado período de transición, y la Europa democrática, de los estados de bienestar, apostaba por una salida pactada para nuestro país que permitió dar paso a una democracia controlada y formal destacando el papel de la oposición en la clandestinidad y la legalización del Partido Comunista de España (PCE), el cual reconoció la monarquía parlamentaria y, con ello, la figura del rey.

Aquel año de 1977, en Madrid, escuché en un gran mitin a Mitterrand, a Mario Soares y a Felipe González. Eran tiempos de cambios en España. Estábamos en el llamado período de transición, y la Europa democrática de los estados de bienestar apostaba por una salida pactada para nuestro país que permitió dar paso a una democracia controlada y formal, destacando el papel de la oposición en la clandestinidad y la legalización del Partido Comunista de España (PCE), el cual reconoció la monarquía parlamentaria y, con ello, la figura del rey.

Sí, Mitterrand, Mario Soares y Felipe González me transmitieron la convicción de que una Europa de progreso y bienestar era posible y que la libertad conseguiría cuotas nunca logradas en la historia hasta entonces conocida.

Europa, ese gran sueño de prosperidad donde los pilares fundamentales: la libertad, la democracia, la justicia social, el trabajo, la sanidad, la educación, las pensiones y los servicios sociales representarían una fortaleza sólida para la creciente sociedad civil, permitiendo avanzar en el desarrollo del pensamiento libre para lograr enfrentarse con mayor éxito a los retos del siglo XXI.

En ese contexto económico y social España ingresa, en el año 1986, en la Unión Europea (UE) – con retraso –, pero dispuesta a hacer los deberes que decían le correspondía.

Han transcurrido 27 años y tanto en España como en Aragón nos encontramos en la ruina, desangrándonos económicamente, a pesar del esfuerzo del Gobierno, que insiste en querer demostrarnos que ya vemos la luz al final del túnel, ¿cuánto mide el túnel?

Tenemos unos partidos políticos y organizaciones sociales que han conseguido que su propia democracia interna fracase, a pesar del esfuerzo de sus responsables políticos en querer demostrar lo contrario.

Uno de tantos exponentes gráficos del fracaso democrático es la idea recurrente de las elecciones primarias (Borrel – Almunia), que el PSOE en su día no supo o no quiso reafirmar como una iniciativa muy interesante para mejorar la participación de su afiliación y de sus militantes. El fracaso democrático también se explica ahora cuando más del 20% de la población en Aragón y en España está en la pobreza. Existen, desgraciadamente, muchas referencias para reflexionar sobre la democracia y la respuesta que se está dando a los problemas sociales que vivimos los ciudadanos.

La vertebración democrática de la sociedad civil y, con ella, de sus organizaciones y asociaciones pasa, no solo por la mejora de los mecanismos de participación: entre otros las elecciones primarias y paralelamente regenerando la vida democrática sobre bases no lucrativas  - ¿entelequia, idealismo? –  que, unido a una educación más desarrollada y profunda y con los esfuerzos necesarios para acercarnos cada día más a la verdad, sería una interesante contribución para lograr una auténtica revolución pacífica que llegaría a entender y solucionar mejor los problemas que genera la ostentación del poder. ¿Interesa?; permitiría, a su vez, que el pensamiento ético y moral impregnara la sociedad civil, auténtico motor del cambio y de la transformación social.

En este comienzo del siglo XXI, ¿qué hay que inventar? Más que inventar o reinventar está el recuperar la esencia del ser humano y acercarnos a nosotros mismos huyendo de lo superfluo y mediocre; recuperando la naturalidad en las relaciones humanas y con nuestro entorno.

Mitterrand, Soares y González, entre otros destacados líderes de ayer y hoy, todos….empecemos en Aragón.