ERC elimina el origen aragonés de las barras de la bandera autonómica

“La hipótesis aragonesa olvida que el emblema del Reino de Aragón es la Cruz de Aínsa”. Esta es una de las bases de la argumentación del concejal de ERC en Barcelona, Jordi Portabella, que asegura que las barras de la heráldica tienen su origen en la Casa Condal de Barcelona, 100 años antes, por unas pinturas decorativas de un sarcófago.

Zaragoza.- El concejal de Esquerra Republicana de Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Portabella i Calvete, sentencia en un programa de LaVanguardia.com que el emblema del Reino de Aragón es la Cruz de Aínsa y niega el origen aragonés de las barras de la bandera autonómica. Lo hace en un vídeo de un programa de reportajes de La Vanguardia.com "Històries de Can Fanga" (canfanga es el nombre que se le da a los barceloneses), que está siendo de los más vistos.

Así, asegura que Aragón no adoptó las cuatro barras hasta después de la boda de la reina Petronila (de la Casa de Aragón) con Ramón Berenguer IV (del Condado de Barcelona). Algo que es cierto, pero que, como señala el director de la Fundación Gaspar Torrente, Miguel Ángel Martínez Tomey, olvida citar que en dicho momento Ramón Berenguer IV es ya Príncipe de Aragón, rango superior al de Conde de Barcelona, aunque ostente los dos títulos. Además, Berenguer tiene en su haber un poder limitado entonces, ya que no es heredero directo del Rey de Aragón.

Portabella insiste una y otra vez en que el origen de las barras se encuentra en la tumba de Ramón Berenguer II de la Casa Condal de Barcelona. Un sarcófago románico con 17 barras rojas y amarillas, que se introdujo dentro de otro sarcófago gótico. El concejal de Esquerra pretende hacer ver con ello que el Condado de Barcelona usó estas barras como símbolo heráldico en los antecedentes de Berenguer IV a Berenguer II (años 1010-1080, cien años antes) y llega a entroncar a la Casa de Barcelona con los normandos, a los que otorga signo real cuando no lo fueron, para justificar que es uno de los primeros símbolos heráldicos, incluso remontándose a Wilfredo el Velloso, cuando no existía la heráldica. Tampoco existen ni libros ni documentos que estén adornados con ello y que pertenezcan a Berenguer II, Conde de Barcelona.

Esta hipótesis que defiende Portabella, de que las pinturas de la tumba románica son un símbolo heráldico, es desmontada por el experto de la Fundación Gaspar Torrente, Miguel Ángel Martínez Tomey, quien explica que en dicha época esas franjas eran un motivo decorativo de uso común en toda Europa Occidental.

Tomey también echa abajo la aseveración del concejal de Esquerra de que el emblema del Reino de Aragón fue en primer momento la Cruz de Aínsa. El experto aragonés argumenta que no es hasta Pedro IV el Ceremonioso (al que Portabella llama Pere III en todo momento para resaltar la ordinalidad catalana por encima de la aragonesa) cuando esta cruz se incorpora, pero sólo como elemento gráfico que proclama la antigüedad de su linaje. “No recupera un símbolo de la Casa de Aragón. Con ello sólo quiere reivindicarse como descendiente del rey de Pamplona, del que procede la dinastía de Aragón, ya que el primer rey aragonés fue Ramiro I, hijo de Sancho el Mayor de Navarra”, explica Tomey.

Éste demuestra que el primer símbolo introducido en el escudo de Aragón fueron las barras por Berenguer IV, seguido de la Cruz de Alcoraz por Pedro III El Grande y que nunca había sido usado por los Reyes de Aragón. Tras ello, fue Pedro IV quien introdujo la Cruz de Aínsa para profundizar en su linaje, es decir, mucho después de comenzar la Casa de Aragón y sus simbologías. El último emblema en introducirse fue el árbol de Sobrarbe, símbolo de lo foral, del poder limitado del rey frente a las Cortes aragonesas.

Finalmente, Miguel Ángel Martínez Tomey concluye con una cita que “la nave de la verdad navega por las aguas de la Historia y se enfrenta a dos escollos en los que puede naufragar: el de la ignorancia y el de la pasión. Si ciega la pasión como ocurre en Cataluña, naufraga la verdad. Si ciega la ignorancia, la verdad naufraga entre las especulaciones".

Jordi Portabella alcanzó notoriedad pública por las críticas de las que fue objeto tras su decisión de no asistir a la lectura del pregón de las fiestas de la Mercè de 2006 argumentando que la escritora Elvira Lindo, pregonera de ese año, iba a leer el pregón en castellano lo que consideraba provinciano.