Una década proyectando derechos humanos

La Muestra de Cine y Derechos Humanos de la CAI celebra este año su décimo aniversario. Con el apoyo del público, este espacio de proyección y debate se ha convertido en una plataforma desde la que denunciar la violación de las libertades fundamentales y compartir un cine documental que de otra forma no llegaría a las salas aragonesas.

Zaragoza.- Por primera vez, un director palestino estaba nominado a un Oscar. Emad Burnat era uno de los candidatos para llevarse la estatuilla por el Mejor Largometraje Documental en la última edición de los Premios de la Academia de Hollywood. Sin embargo, cuando Emad aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles junto con su mujer y su hijo de ocho años, la policía estadounidense lo detuvo. Los agentes vieron algo sospechoso en esa familia de origen palestino y, aun con la invitación de la Academia entre las manos, no podían creer que un hombre como Emad hubiera dirigido una película candidata al Oscar.

La policía los retuvo durante algo más de una hora, preguntando una y otra vez el motivo de su viaje, hasta que otro director de documentales y miembro de la Academia, el famoso Michael Moore, recibió una petición de ayuda de Emad mediante Twitter y actuó como mediador para lograr su libertad.

Lo triste de esta historia no es que Emad no se llevase finalmente el Oscar. Y tampoco que saliera del aeropuerto unas horas más tarde de lo previsto. Lo realmente triste es que situaciones como ésta se producen todos los días, atentando contra los derechos humanos y las libertades de personas inocentes. Lo feliz de esta historia no es que Emad lograra llegar con su familia a la gala de los Oscar, sino que su documental, “Cinco cámaras rotas”, esté sirviendo para mostrar al mundo un problema clave en el conflicto de Oriente Próximo: la construcción de nuevos asentamientos israelíes en territorio palestino.

El cine es mucho más que una expresión artística. Tiene el poder de contar historias e incluso de cambiar nuestra visión del mundo y, por lo tanto, nuestro comportamiento en él. Consciente de ello, el Servicio Cultural de Caja Inmaculada creó hace una década la Muestra de Cine y Derechos Humanos, un espacio desde el que contemplar la realidad y debatir sobre ella, que en su décimo aniversario se ha inaugurado con la proyección, como no podía ser de otra manera, de “Cinco cámaras rotas”.

El cine más comprometido

Remover la conciencia del espectador es un objetivo perfectamente compatible con el de entretener al público o satisfacer sus aspiraciones estéticas en la pantalla. Los ciclos de cine de la CAI suelen buscar el equilibrio entre estas pretensiones, y una muestra de ello es la selección de obras proyectada en estos diez años de Cine y Derechos Humanos.

Los ciclos de la CAI pretenden remover la conciencia del espectador
Los ciclos de la CAI pretenden remover la conciencia del espectador

“Este es nuestro ciclo de cine más comprometido. Es verdad que nosotros siempre huimos de una programación cultural dedicada solo al entretenimiento, y todo tiene un trasfondo deliberadamente meditado, pero es en este ciclo en el que de una manera más estrecha se combina la parte artística del cine con su compromiso social”, explica el director del Servicio Cultural de Caja Inmaculada, Antonio Abad.

“Es un ciclo que pretende, desde el principio y en su propio planteamiento, invitar a la reflexión y a la denuncia, puesto que hablar de cine y derechos humanos supone hablar de cine e incumplimiento o violación de derechos humanos. Es cine que surge para denunciar ese incumplimiento”, continúa Abad.

Muy consciente de ello es Luis Antonio Alarcón. Cuando habla del décimo aniversario de la Muestra de Cine y Derechos Humanos, de la que ha sido organizador desde su creación hasta el día de hoy, la alegría de cumplir años se mezcla con un sentimiento de indignación. “No puedo evitar la exaltación de seguir aquí, de mantenernos pese a tantas dificultades. Pero, por otro lado, sería preferible que no tuviera que existir la muestra. La vulneración de los derechos humanos sigue ocurriendo en cualquier parte del mundo, sean democráticos o no, y lejos de perder actualidad, este tema la tiene cada vez más”, explica.

El poder de cambiar pequeñas cosas

Aunque el objetivo de este tipo de películas es visibilizar situaciones injustas que de otra forma permanecerían casi ocultas para quienes no se ven afectados, en ocasiones el efecto causado por los documentales traspasa las salas de cine y supera sus propios objetivos.

Es el caso del filme estadounidense “La guerra invisible”, de Kirby Dick, proyectado en la Sección Oficial de la última edición de la muestra de la CAI. Este documental saca a la luz uno de los secretos más vergonzosos y mejor guardados en Estados Unidos: la multitud de casos de violación dentro de sus bases militares. Tristemente, las estadísticas prueban que una mujer soldado en Irak o Afganistán tiene más probabilidades de ser violada por un compañero del ejército norteamericano que de ser alcanzada por el fuego enemigo. Gracias a esta película, el Gobierno estadounidense reconoció la existencia de un problema grave y accedió a comenzar una investigación sobre el asunto.

Los ciclos de la CAI pretenden remover la conciencia del espectador
Fotograma del documental Cinco cámaras rotas

Con suerte, muchas mujeres se beneficiarán del trabajo de Kirby Dick. La película que sin ninguna duda ha marcado un antes y un después en la vida de su protagonista es “El Rati Horror Show”, del director argentino Enrique Piñeyro. Este documental narra la dramática historia de Fernando Ariel Carrera, un hombre condenado a 30 años de cárcel por un delito que no cometió, no por un error sino por una manipulación deliberada. Víctima de los excesos policiales y de un sistema judicial injusto, Fernando pasó mucho tiempo encerrado antes de obtener la libertad gracias a la presión social y las miles de firmas recogidas a raíz de este documental.

En definitiva, y en palabras de Luis Antonio Alarcón, “puede que el cine no cambie el mundo, pero a veces cambia pequeñas cosas”.

El cine invisible en Aragón

En la última década, el número de salas de cine en Aragón ha crecido hasta superar el centenar de pantallas. Los nuevos y enormes centros comerciales, construidos en la periferia para convertirse en macroespacios de ocio, son los responsables. Sin embargo, el aumento de salas no ha ido acompañado por un incremento del número de películas que se estrenan cada año en la Comunidad. Si en 2005 se exhibieron 555 largometrajes, en la actualidad esta cifra cae hasta las 400 cintas.

La explicación es que para el sector de la exhibición resulta más rentable proyectar unas pocas películas muy taquilleras que apostar por muchas pequeñas producciones menos llamativas para el gran público. La Muestra de Cine y Derechos Humanos actúa, hasta donde puede hacerlo, como contrapeso de esta realidad. Como explica el organizador del festival, cumple una doble función: la denuncia de la vulneración de las libertades fundamentales y la visibilidad de unas películas que de otra forma no se estrenarían en Aragón.

Fotograma del documental Vuelo especial
Fotograma del documental Vuelo especial

“La tiranía de lo comercial” a la que se refiere Alarcón afecta con más crudeza si cabe al cine documental, que es precisamente el gran protagonista de la muestra de la CAI. “Este género forma parte de la propia definición del ciclo, a diferencia de otros en los que predomina el cine de ficción. La de Derechos Humanos es sin duda una muestra ajena a los circuitos comerciales. Es prácticamente imposible ver en salas las películas que se proyectan en este ciclo, porque son circuitos que discurren en paralelo y con muy poquitos puntos de encuentro”, cuenta el director del Servicio Cultural de Caja Inmaculada.

Por y para el público

Ningún producto cultural tiene sentido sin un espectador que lo disfrute, pero en este caso, además, el público del festival tiene un papel activo que va más allá de su presencia en las salas.

Por una parte, cada una de las películas de la Sección Oficial precede a una charla sobre el tema tratado en el documental, en la que todos los asistentes pueden interactuar con expertos que aportan nuevos puntos de vista. Por otro lado, los espectadores votan cada una de las obras proyectadas para otorgar a una de ellas el Premio Especial del Público, un galardón sin dotación económica pero muy valorado siempre por los autores.

Este año, la elegida ha sido “Vuelo especial”. El director Fernand Melgar cuenta en este documental el final del viaje de muchos inmigrantes llegados a Suiza en busca de asilo. Sus peticiones han sido rechazadas y van a ser deportados. Algunos han pasado varios años en Suiza, trabajando, pagando sus impuestos y formando una familia. Mientras esperan su expulsión definitiva, muchos hombres esperan retenidos en el centro de detención administrativa de Frambois. La ley permite que pasen allí hasta dos años. Aquellos que se niegan a abandonar el país son esposados y embarcados a la fuerza en un “vuelo especial”.

Sin el público, componente fundamental en la muestra de la CAI, ni el objetivo de denunciar la violación de los derechos humanos ni el de dar una oportunidad al cine menos comercial podrían cumplirse. En esta última edición, los organizadores calculan que más de mil personas han pasado por los diferentes espacios de proyección para ver alguna de las películas.