Emprender en el mundo rural en tiempo de crisis

Las dificultades que ha traído consigo la crisis económica se suman ahora a las que ya de por sí tiene emprender en el mundo rural turolense. La ganadería, la industria agroalimentaria, la hostelería y el turismo son los negocios más habituales, pero para los que falta gente dispuesta a seguir apostando en estos tiempos.

Teruel.- Emprender en el mundo rural, y más en momentos de crisis como los que corren, es un reto cada día más complicado para aquéllos que creen en el futuro de los pueblos de Teruel y que se han atrevido a invertir en ellos. La ganadería, la hostelería, el turismo y la apuesta por los productos agroalimentarios son las iniciativas más habituales para quienes desean mantener vivos los 236 municipios de esta singular provincia.

La falta de servicios como escuelas, comercios, servicios médicos o farmacias; el envejecimiento de la población, la escasez y la mala calidad de las infraestructuras y de las comunicaciones son los mayores obstáculos que los amantes de sus pueblos se encuentran para mantenerlos vivos. Aún así, existen personas valientes, con gran espíritu emprendedor y de trabajo que sienten verdadero cariño por esta tierra. Empresarios que deciden crear sus negocios en alguno de los pueblos de estas tierras para muchos olvidadas.

A estas complicaciones, se suman los efectos de la crisis económica que tantos estragos está causando en las grandes ciudades y en las zonas industriales que así lo han sido por excelencia desde el siglo XIX. El mundo empresarial rural turolense también se está viendo afectado por este temporal, que añade aún más dificultades a la situación de los pequeños autónomos y empresarios que luchan a diario porque sus pueblos sobrevivan a la crisis de la despoblación y de la desaparición.

Una lucha constante afrontada con ilusión

El Multiservicio Rural "El Horno" está situado en el municipio turolense de Lidón.

El sector ganadero turolense, una profesión vinculada históricamente, igual que la agricultura, con el mundo rural, sufre de forma constante los efectos de la crisis. Tal y como explica el joven ganadero, Jesús Álvarez, que tiene una explotación bovina en un pueblo de Teruel desde hace nueve años, “afortunadamente en los pequeños municipios podemos conseguir de forma rápida la materia prima, como paja, cereales, piensos y atención veterinaria”.

“En mi pueblo, que tiene unos 250 habitantes, tenemos bastante suerte porque contamos con servicios médicos, farmacia, escuela, bares y tienda, pero lo cierto es que muchas localidades se van quedando sin gente y sin servicios y por mucho que tú quieras apostar por montar tu empresa en el que siempre ha sido tu pueblo, una familia joven tiene muy difícil aguanta ahí”, ha comentado.

Estos tiempos de crisis han afectado notablemente a algunas explotaciones. Por ejemplo, en Teruel, en la zona del Altiplano y del Jiloca, muchos ganaderos se han visto afectados por el concurso de acreedores presentado por Cárnicas Monreal Los González el pasado mes de febrero. Este joven ha explicado que “muchos compañeros de profesión que vendieron corderos y terneras no han podido cobrarlos, será difícil que reciban su dinero y encima ahora tienen dificultades para pagar a sus proveedores”.

Los ganaderos tienen que ajustarse mucho en todos los gastos porque proveedores y clientes les presionan constantemente con los precios. Álvarez ha explicado que ellos tienen que costear el valor del animal, el de los piensos, la paja, las vacunas y gastos veterinarios y de traslados de las reses. Para él resulta paradójico que el precio que los consumidores pagan por un kilo de su carne llega a ser hasta cuatro y cinco veces superior al que él recibe cuando lo lleva al matadero. “Los intermediarios se aprovechan de nuestro trabajo y también perjudican al consumidor final, que es quien más tiene que pagar”, ha reiterado.

Los perjuicios que supuso en su día la aparición de la Encefalopatía Espongiforme Bovina, la subida de los precios del cereal que encarecieron el pienso, la sequía con la consecuente escasez de paja o la reducción de las ayudas procedentes de Europa son algunas de las dificultades que estos ganaderos han atravesado desde que iniciaron su actividad en el año 2000, y que se suman a las complicaciones actuales. Este empresario se muestra pesimista con el futuro del sector en estos momentos, puesto que, “ni hay gente que quiera trabajar, ni apoyos reales de las instituciones”. Por tanto, demanda ayudas y apoyos para una actividad tan importante para el mundo rural y para el ser humano como es la que gestiona uno de los primeros eslabones de la cadena alimenticia.

A pesar de los obstáculos que han tenido que afrontar en los últimos nueve años, Jesús Álvarez y su socio afrontan el futuro con ganas de seguir trabajando y con la intención de aportar su grano de arena para que esta profesión no desaparezca.

Creer en un proyecto innovador

La crisis económica añade dificultades ser emprender en el mundo rural turolense.

María Jesús, Lola y Merche son tres emprendedoras que hace cinco años apostaron por crear en su pueblo, Sarrión, una pequeña empresa conservera especializada en el hongo más abundante en esta zona de la provincia de Teruel, la trufa negra. Estas mujeres y madres de familia constituyeron la primera empresa conservera especializada en trufa de Aragón, Manjares de la Tierra.

La historia comenzó con la primera edición de la Feria Fitruf, cuando vieron la posibilidad de comercializar la trufa negra en tres modalidades diferentes: fresca, congelada y otra gama de productos envasados como reducciones, trufa en su jugo, trufa en brandy o queso trufado. Una de las tres socias, María Jesús Agustín, ha explicado que la idea inicial fue “vender el producto limpio y de otra forma a lo que la se había hecho hasta entonces; así nos fuimos haciendo hueco y nos hemos ido adaptando a las demandas de los clientes”.

Las primeras dificultades llegaron a la hora de empezar “¿Cómo enfocábamos el negocio? ¿A quién podíamos dirigirnos?”, fueron algunos de los primeros interrogantes que surgieron, ha comentado María Jesús. “Nos acercamos a distintas instituciones, como Cámara de Comercio o Gobierno de Aragón, buscamos ayudas y subvenciones y obtuvimos apoyos después de movernos bastante”.

Ahora la mayor complicación está en la comercialización, más, en estos tiempos de crisis y con un producto con un valor alto, como es la trufa, ha indicado María Jesús. “La coyuntura económica nos ha afectado como a todos, las ventas han bajado, se nota que la gente tiene miedo, nuestros clientes son restaurantes; el trabajo para ellos ha descendido y se decantan por materias primas inferiores al nuestro y más baratos”. No obstante, tanto ella, como sus compañeras se muestran optimistas y piensan que hay que aguantar el tirón porque “el mercado es cíclico y ahora nos toca pasarlo un poco peor”, ha añadido.

Las perspectivas de futuro de estas mujeres empresarias son buenas. “Tenemos varios proyectos a la vista, pero queremos avanzar despacio, ir dando pequeños pasos, con prudencia y siempre en función de cómo avance la situación”, ha comentado María Jesús.

Para este grupo de emprendedoras, que están muy satisfechas de lo que han conseguido hasta el momento, es muy importante seguir luchando por los proyectos en los que se cree. Ellas han encontrado el suyo y están dispuestas a seguir trabajando por continuar haciendo hueco para la trufa negra de Sarrión.

Emprender en un pueblo, un cambio de vida

Manjares de la Tierra elabora conservas y productos cuya base es la trufa negra de Sarrión.

Charo Rodríguez llegó a principios de este año al que siempre había sido su pueblo. Un municipio situado en el altiplano turolense con 62 habitantes empadronados, de los que en invierno sólo se quedan unos 30. Su objetivo era gestionar un pequeño establecimiento, el Multiservicio Rural, la Cámara de Comercio, Diputación de Teruel y Gobierno de Aragón habían habilitado en Lidón y que se cerró el año pasado al marcharse sus antiguos propietarios.

Este Multiservicio Rural, llamado “El Horno” cuenta con una pequeña tienda, con conexión a Internet, un bar – restaurante y alojamiento para visitantes. Sin embargo, lo más importante es que sirve como lugar de encuentro y reunión diaria para los habitantes de esta localidad.

“Aquí busco una vida más tranquila, un cambio que me permita disfrutar más de las pequeñas cosas”. Así es como Charo se planteó su nueva vida en el mundo rural. “Sé que con esto no se hace un gran negocio, pero me da trabajo y estoy prestando servicios a mi pueblo además, hay que pensar que en estas localidades tampoco hay mucho gasto y se puede ahorrar más que en otros lugares”.

Para ella sería muy interesante conseguir que la poca gente joven que hay en esta zona “se mueva de pueblo en pueblo, que haya comunicación e intercambio entre las vecinos”. Para conseguirlo, su propuesta contempla que, “además de los servicios básicos, cada Multiservicio ofrezca unas u otras cosas y se complementen”.

“Dar a la gente mayor esos pequeños servicios que necesitan y que pueden ser cosas aparentemente insignificantes para quien vive en la ciudad, pero que aquí son un mundo es algo que, personalmente, me llena de satisfacción”, ha indicado Charo.

Los meses del invierno son más duros en municipios como Lidón, donde el frío no se marcha en todo el día y menos por la noche. Donde no hay escuela y la mayoría de sus vecinos superan los 60 años. Sin embargo, el pueblo se transforma durante el verano. Los niños corren por las calles, los amigos llegan para disfrutar de las vacaciones, el sol calienta con fuerza e invita a pasear y las fiestas patronales de Lidón y las de los pueblos colindantes hacen que haya más actividad en “El Horno”.

Charo Rodríguez ha aprendido a disfrutar de los detalles, de un día soleado, del cielo limpio y azul de Teruel, del silencio, de un paseo, de saludar a todo el mundo al cruzarse por la calle. Esos pequeños regalos que sólo ha podido encontrar en su pueblo.

Tres visiones del mundo rural y de su futuro con objetivos distintos, pero que creen realmente en sus proyectos y en sus ideas. Los pueblos turolenses se mueven despacio, pero la vida en ellos no quiere detenerse. Sus habitantes se aferran a lo que siempre ha sido suyo, a sus edificios, a sus campos, a los frutos de la tierra, a los animales y a todo aquello que un día los hizo grandes y ahora queda para que no desaparezcan.