“Parte de la gracia de dedicarse a esto es que nunca sabes qué pasa mañana”

Manolo Mejías llegará a Pedrola el próximo 16 de agosto. Como a él más le gusta, pondrá su personalidad sobre el escenario y el mejor trabajo posible durante la actuación, dejando el protagonismo a Rubén y Leiva, Pereza. Este músico de corazón y sentimiento cogerá su bajo y, con toda su pasión, interpretará Todo, Estrella Polar o Princesas desde una imprescindible posición.

Zaragoza.- Expresivo, cariñoso y trabajador. Manolo Mejías concilia a la perfección su faceta artística y laboral con su cara más familiar. “No es tan complicado”, asegura el músico. Entregado, deportista, generoso, conciliador, humilde y siempre atento en su trabajo y fuera de él. Se cuida y cuida a los suyos, y vive la música con la misma entrega con la que disfruta del tiempo libre que le dejan los bolos y las giras.

Manolo Mejías aprendió mucho de lo que sabe y conoció a la gente que le introdujo en el mundo de la música cuando formó parte, desde 1995 hasta 2000, de Latino Diablo. De ahí surgió el grupo Extraños en el paraíso, que fundó junto con Javier Pedreira tras haber participado en la banda Latino Diablo. Tras cuatro años de trabajo y un disco en el mercado, el proyecto de Extraños en el paraíso no continuó adelante, pero sí el trabajo de Manolo como bajista.

Manolo Mejías ha sido bajista de Amaral durante siete años, de Mikel Erentxun durante año y medio y, actualmente, se encuentra de gira con Pereza, con quienes lleva trabajando algo más de un año. Su labor como bajista se centra tanto en grandes giras como en sustituciones puntuales con artistas de la talla de Ariel Rot, Checho Bengoechea, Dj Kun o Iván Ferreiro, entre otros.

Pero Manolo Mejías es inquieto y, además, ha puesto en marcha una tienda on-line, Breaking the Pana, protagonizada por Mala, una niña muy traviesa creada por Belén Isasi y que ofrece camisetas, chapas y complementos de éste y otros personajes amigos de Mala. Actualmente se encuentra de gira por España con Pereza, gira que tiene parada el próximo 16 de junio en Pedrola, una tierra, Zaragoza, a la que él adora especialmente.

Pregunta.- ¿Se queda con su trabajo de bajista para otros artistas o con su propio grupo musical?
Respuesta.- Todo tiene su encanto. El hecho de hacer tus cosas supone que puedes expresar todas tus emociones y sentimientos. Ahí encuentras una vía de escape. Canalizas la energía que te da la vida. Por otro lado, cuando acompañas a otra gente, la responsabilidad es menor, disfrutas más simplemente del hecho de estar tocando y también tiene gracia.

P.- Ha tocado siete años con Amaral, ¿qué destacaría de ellos?
R.- De Amaral guardo el cariño de empezar en algo, de la ilusión y de la oportunidad que alguien te brinda para dedicarte a esto.

Manolo Mejías ha trabajado durante siete años con Amaral

P.- ¿Cómo funciona el “fichaje” de un bajista?
R.- El mundo de la música en España es un tanto extraño. No hay una manera de proceder. No necesariamente la persona que toca mejor o tiene más currículum es la que, al final, más trabaja. Es una cuestión de suerte, que alguien se fije en ti en un momento dado y, tiempo después, recuerde que ha visto a esa persona tocar y lo quiera para su proyecto. En el caso de Amaral, que fue el primer grupo que me llamó para trabajar con ellos, habían visto un concierto de mi primera banda, Latino Diablo, años antes. Un día pensaron en la gente que habían conocido entonces para tocar con ellos y de ahí surgió la primera oportunidad.

P.- ¿Cómo consigue compaginar su vida familiar con el ritmo que conllevan las giras y los bolos?
R.- No es tan complicado como pueda parecer. Es verdad que, en determinados momentos, como en las vacaciones de verano que todo el mundo coincide en sus fechas libres y puede hacer cosas juntos, nosotros trabajamos. Durante el resto del año trabajas uno o dos días a la semana y el resto del tiempo estás en tu casa; eso también te deja mucha libertad para hacer cosas. Además, llevo haciéndolo durante 13 años y es algo natural. No tengo que plantearme nada porque mi vida funciona de esta manera siempre.

Sobre el escenario

P.- Está en un concierto… ¿con qué disfruta más?
R.- Con todo. Subirse a un escenario es adictivo. Cualquier persona que se haya subido, haya tocado y haya tenido la suerte de que la gente le responda desde abajo, tiene el mono en cuanto deja de hacerlo. Hay un handicap total cuando acabo una gira; el tiempo de espera hasta la siguiente puede ser de dos meses o tres pero, durante ese tiempo, se hace como un nudo en la garganta y tienes la necesidad de volver a hacerlo. Es muy difícil explicar con palabras la emoción que siento cuando estoy ahí. Para mí es maravilloso, sé que he nacido para hacer esto.

P.- Entonces… ¿en ningún momento se puede llegar a plantear no hacerlo?
R.- Para hacer honor a la verdad sí que hay momentos de bajón. Tocar un instrumento es un amante muy esclavo que requiere sacrificar otras cosas. Y, a veces, la gente de alrededor, familia y amigos, te demanda para que estés también ahí. Por otro lado, la industria de la música no siempre es demasiado agradecida. Pero pasa lo que comentaba antes, que cuando llega el momento de decir “hasta aquí he llegado”, viene el duende ése que sale de dentro y no puedes evitar volver a caer.

Manolo Mejías ha colaborado con diferentes artistas

P.- ¿Es difícil hacerse un hueco como bajista “reconocido” cuando siempre los “conocidos” son los cantantes?
R.- No pretendo hacerme un hueco ni como parte de la movida en el escenario, que me miren a mí…, ni como dentro del resto de los bajistas. Subo a tocar y hago mi parte lo mejor que puedo. Cada uno hace lo que puede, lo que sabe, lo que debe… Es muy complicado. Lo único que puedo hacer es seguir estudiando en casa y tocando para ser lo mejor músico que pueda. Ésa es mi parte. Luego si te llaman o no te llaman depende más de la casualidad. No puedes vivir con esa presión en la cabeza porque es como una espada de Damocles que, al final, por algún lado se cae y te corta.

P.- ¿Una baza imprescindible en el mundo de la música?
R.- No hay una manera de proceder. Depende de para qué te llamen. No es lo mismo tocar acompañando a Víctor Manuel o Ana Belén, o a Isabel Pantoja, que acompañar a Pereza, que es un concepto de banda donde cada persona que está en el escenario es importante y tiene que poner su personalidad. En otros trabajos, como puede ser folclóricas o cantautores, se necesita una persona que esté más en segundo plano y pase más desapercibido. No es nada mejor, depende de lo que quieras conseguir y lo que te requiera el trabajo.

P.- ¿Hay alguna actuación que recuerde de manera especial?
R.- Todas tienen el lado de emoción. Recuerdo cuando conocí a Mikel Erentxun. Fue una sorpresa muy agradable porque todos tenemos la idea de Mikel como Duncan Dhu, como más estandarizado; él quería más rock y fue muy grato encontrar eso de repente, porque yo me identifico más ahí. Con Pereza cada día es una sorpresa, es muy divertido. Recuerdo con mucho cariño un concierto que hice con Iván Ferreiro en Castellón, sustituyendo a un bajista. Fue todo medio improvisado y salió muy bien, como el mejor de los sueños. Ese concierto lo guardo con cariño.

P.- No es la primera vez que viene por Zaragoza, ¿qué le parece el público aragonés?
R.- Tengo una segunda casa en Zaragoza. Después de siete años con Amaral he vivido mucho tiempo ahí, tengo muchos buenos amigos ahí y no veo Zaragoza como una ciudad más. Zaragoza es como ir a un sitio donde hay también una familia, que no es la familia sanguínea, sino una de experiencias y vivencias. Es muy grato encontrarse con ellos. Creo que hay buena gente ahí, gente noble.

P.- ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R.- Es muy difícil, porque parte de la gracia de dedicarse a esto es que nunca sabes qué pasa mañana. Ahora estamos de gira con Pereza, sabemos que terminará en octubre con el concierto de las fiestas del Pilar de Zaragoza. Luego habrá un pequeño descanso, en noviembre hay unas fechas en Argentina y en diciembre un final de gira. Para el año que viene hay proyectos que no están cerrados.