Exhumando nuestra historia

Doce personas fueron fusiladas en la localidad oscense de Agüero en septiembre de 1936. Hasta ahora sus familias no sabían con exactitud dónde dejar un ramo de flores, pero gracias a los testimonios orales que han perdurado con el paso de los años, la Fundación Bernardo Aladrén ha conseguido localizar la fosa donde fueron enterrados.

Zaragoza.- El 18 de septiembre de 1936, doce vecinos de las localidades aragonesas de Murillo de Gállego y Agüero fueron “sacados” de sus casas en la oscuridad de la noche para emprender un viaje del que nunca regresaron. Dos toques secos en la puerta con las culatas de los fusiles de la Guardia Civil fueron suficientes para avisarles que tenían que acompañarles, las explicaciones no eran necesarias.

Entre ellos se encontraba el alcalde del municipio zaragozano de Murillo de Gállego, José Moncayola, quien, antes de salir de casa, se puso su mejor camisa, la de los domingos, y su traje de pana porque creía que solamente le iban a interrogar. Tras un duro y largo interrogatorio de doce horas, los hombres fueron subidos a un camión que les llevó a las afueras de Agüero (Huesca), a la finca del “Espadero” donde ya les esperaban tres fosas que unos cuantos republicanos habían tenido que excavar.

Podría ser el argumento de una película o el desenlace de una novela, pero es la realidad. En cada rincón de España se pueden encontrar historias de este tipo, puede variar el número de personas o el sitio, pero siempre son las mismas: personas que son fusiladas por el mero hecho de tener una ideología distinta.

Han pasado unos 68 años desde el final de la Guerra Civil y todavía ahora son muchas las familias que desconocen donde se encuentran los cuerpos de sus padres o abuelos, como es el caso de las familias de los doce hombres que fueron fusilados en Agüero. Hasta ahora colocaba un ramo de flores en una señal de tráfico, ya que conocían el terreno, pero no el sitio exacto donde fueron asesinados.

No obstante, gracias a los testimonios orales que se han conservado a lo largo de los años, la Fundación Bernardo Aladrén, por petición de los afectados, ha localizado dos de las fosas que acabaron ese 18 de septiembre de 1936 con la vida de sus seres más queridos.

“Las hijas y nietas de los fusilados se pusieron en contacto con nosotros”, explica el portavoz de la Fundación, David Corellano. “Nosotros no nos habíamos planteado ni intervenir ni no intervenir, pero por la magnitud de la fosa y por el interés de la familia creíamos que era bueno invertir nuestros esfuerzos en exhumar los cuerpos que están enterrados”, añade Corellano.

“Esta fosa es muy expresiva”, resalta el antropólogo José Ignacio Lorenzo. “Están echados. No han muerto con un tiro en la nuca, sino que han muerto al caer en la fosa”, explica Lorenzo.

Al entrar en el interior de la carpa, montada sobre la fosa para poder trabajar sin notar la presencia del sol, el panorama que se abre ante tus ojos es desgarrador. Una persona tumbada, con los brazos levantados y la boca abierta es la postura en la que se encuentra el primer esqueleto excavado. La mente de cada uno al ver esta imagen vuela sin reparo y te preguntas en qué pensaron antes de morir, e incluso consigues ver reflejado en sus huesos el miedo que pasaron.

La fosa mide cuatro metros de longitud y 90 centímetros de ancho, por lo que los cuatro hombres encajaron en ese hueco como pudieron. Aparecen uno encima de otro, ocultándose los unos a los otros con manos, brazos, piernas y cabeza.

La Fundación Bernardo Aladrén trabaja en la excavación de la fosa

Excavación de la fosa

A principios de junio, una vez conseguidos los permisos de la DGA y Patrimonio, la fundación comenzó a excavar en la finca Espadero. El método que han tenido que utilizar ha sido la cata arqueológica, puesto que los procedimientos geológicos, que consisten en utilizar un georadar que determina la posible ubicación de los restos, no han sido eficaces en ese terreno. “Porque las señales que daban las íbamos excavando manualmente y eran negativas”, resalta el arqueólogo Javier Navarro.

Finalmente, se decantaron por los sondeos manuales, utilizando una pala excavadora. El resultado fue tan fructífero que al cabo de dos horas, tenían delante de ellos los primeros restos óseos. “Aquí hemos localizado cuatro individuos, están identificados incluso tenemos las fotografías de algunos de ellos”, explica Navarro, quien deja claro que las causas de la muerte están claras: fueron fusilados. “Hay que determinar ahora algunas de las circunstancias de su muerte y enterramiento”, añade el arqueólogo.

Los trabajos se encuentran, de momento, en una primera fase que consiste en rebajar la superficie del terreno y delimitar la fosa.  Ahora están excavando los restos esqueletales y estudiando a la vez los restos materiales que aparecen asociados a los restos: botones, hebillas y marcas de calzados. Una vez concluida esta parte, se recogen todos los huesos para ser estudiados, posteriormente, en el laboratorio por antropólogos.

“Este es un protocolo no sólo el del Gobierno de Aragón, sino también de la ONU y se utiliza para asesinatos de grandes masacres”, explica el antropólogo. “Y es el que estamos utilizando para saber la posición exacta de los huesos y de esa manera saber cómo murieron”, continúa Lorenzo.

La última fase de este proceso arqueológico se centra en preparar los esqueletos para su posterior exhumación y traslado al laboratorio donde se hace una ficha completa cada uno de ellos. “Los huesos son como un libro abierto podremos saber el sexo, la edad, las enfermedades que han afectado a los huesos durante toda su vida y veremos los impactos de las balas y si afectaron a órganos vitales”, asegura el antropólogo.

Después de todo este periplo por el que tienen que pasar los esqueletos, finalmente, las familias podrán recoger los cuerpos y darles una digna sepultura.

Mauser Español

Junto a los restos oseos, se ha encontrado un cartucho que recuerda el trágico final que tuvieron estas personas. Con esa bala, el arqueólogo Miguel Ángel Zapater ha podido identificar el año y el lugar de fabricación. Todo indica que se trata de una bala de 1920 y que procede de un 7X57 Mauser Español.

Este tipo de bala se compone de un cartucho, que es la parte que sale del fusil, y una envaina, que es la parte que se queda y en la que aparece la información suficiente como para poder constatar con seguridad el lugar y procedencia del proyectil. Durante la Guerra Civil, los cartuchos se fabrican sin ningún tipo de grabación para evitar represalias, “pero vamos a tener suerte porque estas balas datan de antes de la guerra”.

Imagen general de los campos de la zona de Agüero

Mapa de fosas

La fundación Bernardo Aladrén y la Asociación para la Memoria Histórica de Aragón (ARHMA) trabajan de forma conjunta para elaborar un mapa de las fosas que existen en la Comunidad aragonesa. “Lo lógico sería que donde se pudiese encontrar más fosas fuese en aquellas zonas en la que la Guerra Civil tuvo un carácter más virulento”, explica David Corellano.

“Al comienzo de la guerra, cuando todavía no existía una Administración de Justicia, los juicios que se llevaban a cabo eran meras farsas y, en multitud de casos ni siquiera se llevaban a cabo juicios, simplemente se cogía a los líderes obreros de cada pueblo y directamente se fusilaban”, resalta Correllano.

Este mapa consistirá en un documento donde se recopilará toda la información que se pueda obtener sobre cada una de las fosas y de las personas que están enterradas en ellas. “Con el resultado obtendremos un documento que nos permita conocer mejor cuál fue la represión que se vivió en Aragón”, indica el portavoz de la fundación. “Todo esto sólo tiene éxito en la medida que nos llegue información”, añade Corellano.

Miles de personas fueron fusiladas durante la Guerra Civil y en años posteriores y todavía ahora, unos 70 años después, sus familias siguen sin saber con exactitud dónde poner un ramo de flores.