"Els Joglars es una provocación constante, intelectual, artística y estética, que induce al pensamiento y conocimiento"

El actor, director y dramaturgo Albert Boadella defiende la libertad empleando las herramientas que su oficio le ofrece. Els Joglars, con 45 años a sus espaldas, se viste, una vez más, con ropajes cervantinos en “En un lugar de Manhattan”, una invitación para descubrir el Quijote, o el Sancho, que se lleva dentro.

Zaragoza.- Albert Boadella lleva 45 años significando “Els Joglars”. Ahora se encuentra en una doble vorágine, la continuación de una gira con “En un lugar de Manhattan”, que estos días se ha representado en el teatro Principal de Zaragoza, y los ensayos de “Controversias entre el toro y el torero”. Boadella no deja de crear, ni tan siquiera cuando alguien desconocido irrumpe en su vida, y le obliga no solo a hablar de sus proyectos, sino a mirar el pasado para entender qué significa, hoy por hoy, “Els Joglars”.

Pregunta.- De nuevo Cervantes. En 2004 fue “El Retablo de las Maravillas” y ahora, “En un lugar de Manhattan”.
Respuesta.- Podría estar trabajando toda una vida con Cervantes y no me lo sabría acabar. Es un autor, un escritor y un artista que tiene una dimensión espectacular. De “El Quijote” se podría estar toda la vida haciendo versiones teatrales, al menos yo no me cansaría de ello.

P.- Sin embargo, hasta el cuarto centenario de “El Quijote” no existía esta fiebre.
R.- “El Quijote” ha sido popular en ciertas épocas, dependiendo de los momentos históricos. Es un símbolo de la cultura española, de hecho, la imagen externa de España, desde el punto de vista de la cultura. Aparte del flamenco y los toros, que podrían ser las imágenes folklóricas, “El Quijote” y “Las Meninas” pueden ser consideradas las dos esencias de la cultura. El problema de “El Quijote” es que es largo y los tiempos actuales no dan para leer tranquilamente un libro como éste.

P.- Entonces, “En un lugar de Manhattan”, ¿es o no una adaptación?
R.- No puede ser una adaptación por la sencilla razón de que “El Quijote” no es una obra de teatro. Yo lo que puedo hacer es inspirarme en la novela y tratar de buscar la sustancia de ésta y, a través de lo que entiendo que son los elementos esenciales con los que juega Cervantes, tratar de aislarlos, sintetizarlos y ponerlos en función de algo para que los espectadores actuales penetren con facilidad en ellos.

P.- Para ello ha recurrido al metarrelato y al lenguaje teatral.
R.- Es cierto, la forma de adaptación o de comunicación de ciertas cosas que han pasado en su época, para volver a ponerlas vivas, hay que buscar cuales eran los elementos esenciales en los que se basan. Como la evolución del hombre es muy lenta, se requiere unos pequeños cambios de imagen para que al espectador le llegue con la misma fuerza que le llegaba entonces, porque si lo hiciéramos cómo entonces, no le llegaría.

P.- Vemos en este tipo de obra, entonces, diferentes niveles de comprensión.
R.- “En un lugar de Manhattan” es un enfrentamiento entre el mundo arcaico y el mundo actual. Hay referencias que para el espectador que haya leído “El Quijote”, la obra será mucho más divertida e interesante, por ejemplo saber quién era Ginés de Passamonte, que aparece en “El Quijote” como Ginecillo de Parapillo, de quien se dice que fue el autor del apócrifo, bajo el nombre de Avellaneda, una figura que también aparece en la representación. De todas formas yo siempre he construido unas obras sobre las cuales un espectador fuera de todo conocimiento directo del tema, pueda, penetrar en las partes esenciales de la obra. No hago un teatro sólo para eruditos; el erudito se lo puede pasar mejor, pero yo no le corto el paso a nadie. En el público de Zaragoza, por ejemplo, se produce ese equilibrio entre los espectadores.

P.- En esta obra, parece que los actores acaban convirtiéndose en quijotes, constatando la eterna afirmación acerca de la quijotización y la sanchificación entre unos y otros.
R.- El Quijote es el único que está cuerdo. Este juego de locuras que se establece “En un lugar de Manhattan” es muy importante para lo que denominamos la didáctica del público, para que éste aprenda a mirar la existencia con un aire distanciado y ver, incluso, la parte de demencia que podría tener en su propia vida.

P.- ¿Cómo se mantiene durante dos horas y media a nueve actores en escena sin perder el ritmo, sin pausas, sin dejar vacío el espacio escénico y sin volverse loco?
R.- Hay detrás 45 años de tradición, que significan conocimiento acumulado. Con los años, uno empieza a ser gato viejo y sabe que donde no llega, a veces, la inspiración, llega el truco de oficio, que también es muy importante. Además, estamos hablando de que Els Joglars es la mejor compañía española, y no tengo ningún pudor en decirlo, ya que no hay nueve actores en este momento en España en el mismo nivel de los actores de Els Joglars.

"En un lugar de Manhattan" contrapone los valores de la sociedad

P.- Y después de tantos años, ¿no se ha aburrido en ningún momento de Els Joglars?
R.- No. Uno no tiene las mismas impresiones y emociones que cuando tenías 25 años. Pero eso ocurre con todo, incluso en el amor, uno está con la mujer de la que estuvo muy enamorado, cuando han pasado 30 años con ella no está en el mismo plano pasional de los primeros días. Pero este otro plano también tiene su intensidad, y con Els Joglars pasa igual, la vibración de los primeros años no es la de ahora, pero al mismo tiempo, hay cosas que la vejez teatral también aporta.

P.- ¿La evolución de Els Joglars como grupo es positiva?
R.- Es muy positiva. El grupo se inicia como colectivo y los primeros 20 años es un auténtico caos, dando palos de ciego. Y desde el punto de vista colectivo, había gente que se escondía detrás de esta misma idea. Pero con los años, este concepto adquiere mayor madurez yendo a más. Además, la relación entre nosotros es muy estrecha, muy profunda, casi familiar, de un enrome conocimiento los unos de los otros; sin embargo el sentido colectivo de un trabajo teatral, tal y como lo entendía al principio, es una utopía.

P.- ¿Podría hablarse de Els Joglars como de una marca?
R.- Una marca, generalmente, tiene detrás un conjunto de gente anónima. En el caso de Els Joglars la palabra marca no funcionaría tan bien, de hecho creo que en el momento en el que cambiara el conjunto de la gente que forma esta compañía, sería más honrado avisar o cambiar la marca, porque no sería lo mismo.

P.- Sin embargo, los actores van cambiando con los años.
R.- Cierto, pero siempre se mantienen unos núcleos durante mucho tiempo. Hay muchos actores que aguantan mucho tiempo y después, quien no he cambiado he sido yo. Hasta qué punto mi influencia en la compañía es esencial, pues, creo que si uno sigue las obras de Els Joglars, sigue, en parte, la evolución de mi vida, cuando he estado en buen rollo con mi propia tribu se ha notado y cuando no, también. Els Joglars es una cosa que para bien o para mal ha ido ligada a mi persona, lo que ocurre es que el teatro no es un arte individual, es un arte colectivo. Es un arte en el que todas las intervenciones que hay participan a modificar lo que es la obra.

P.- Els Joglars, ¿produce o genera?
R.- La palabra producir es una palabra profesional. La palabra generar, me recuerda más otra posibilidad, que es inducir. Creo que Els Joglars induce conocimiento, porque hay una provocación constante, una provocación intelectual, artística, estética, por lo que induce al pensamiento y al conocimiento.

P.- ¿Qué tiene en común Els Joglars de hoy con el de 1962 o el de 1977?
R.- Tiene en común una cosa importante, la primera es que estoy yo; pero otro elemento sustancial es que es un teatro que utiliza realmente las aportaciones de todos sus miembros, es realmente un trabajo en equipo. En este sentido, es el mismo pero más perfeccionado. En el 61 era muy imprecisa la idea, a pesar de intuir que teníamos que hacer un teatro distinto del que había a nuestro alrededor, no sólo desde el punto de vista formal, sino también desde la forma de construcción, del cómo se construye este teatro y, fuimos por el camino de la colectividad.

Els Joglars estuvo en el Principal hasta el 3 de diciembre 

P.- En el 2002 rodó su primera y última película en Belchite, ¿en qué varía el sistema de trabajo del teatro al cine?
R.- Son dos artes distintas, aunque parezcan primas hermanas, no son ni eso. En el cine la producción es un elemento esencial, ocupa un porcentaje altísimo de todo, en el teatro la producción es una cosa mucho más artesanal. A mi, hacer cine, como intervención personal no me gusta. No me gusta ni el ambiente de la gente de cine, que detesto, ni cómo se construye una película. Pero me he visto, en alguna ocasión, obligado a intervenir por cuestiones de protocolo con mis propios actores, que les gusta el cine, y no los voy a defraudar.

P.- ¿Qué significa para usted Ciutadans?
R.- La expresión de una saturación. Nos encontrábamos saturados del nacionalismo catalán, de esa mística y delirio que lleva tantos años contaminándolo todo, así que decidimos dar una posibilidad a los ciudadanos que se encontraran igual que nosotros, saturados y cabreados, de expresarse a través de un partido, haciendo política. Los resultados han sido muy buenos y más, teniendo en cuenta la precariedad de medios con los que hemos contado. No obstante, yo he llegado hasta aquí, y desde este momento son los políticos los que tienen que hacer su trabajo.

P.- ¿Fe o confianza en el proyecto?
R.- Inicialmente tuve mucha fe, porque pensaba que el resultado podría ser muy bueno. Nunca dudé que se pudieran conseguir unos miles de votos para la representación parlamentaria. Ahora viene la parte más difícil que supone superar toda la contaminación política que hay en un parlamento sobre tres pobres diputados, que les permitan sacar dignamente la cabeza sin tener que ser contaminados, utilizados, vilipendiados o calumniados por el conjunto de los otros que creen que ha intervenido en su parte del negocio alguien que no era socio.

P.- Y de la pasada vinculación de Albert Rivera al PP, ¿qué opina?
R.- Eso es una tontería. Primero porque Albert Rivera, desde el primer día, había dicho que él había votado al PP, al PSC y a CiU. Lo grave hubiera sido que su militancia hubiera sido en un partido fuera de la Constitución, pero estamos hablando de un partido democrático. Por lo tanto me parece tan digno que haya podido militar en el PP como en el PSC o en IU. Por otro lado, no se hubiera dicho lo mismo si hubiera militado en otro partido, porque en Cataluña el PP está demonizado, porque un partido que se opone a un régimen nacionalista, oponiéndose a los partidos catalanes, en un principio se opone a Cataluña, siendo acusados de traidores a la patria.

P.- ¿Comparte con Arcadi Espada que “con la verdad no se puede hacer política”?
R.- Creo que en la política hay un gran porcentaje de hipocresía y falacia, de no decir exactamente la verdad o decir las medias verdades. La hipocresía es algo bueno, porque sin ella estaríamos matándonos, pero hay unos límites, si uno ejerce de hipócrita total es un canalla. Eso es lo que le ha ocurrido a la política española, que ha entrado en una dinámica cada vez más fuerte en sus defectos. Por ello necesita una oxigenación, y en esta tesitura se encuentra el Partido de la Ciudadanía, ya que tanto el PP como el PSC han modificado parte de su lenguaje al empezar a ver el peligro de una fuerza emergente y muy crítica con la izquierda en Cataluña.

P.- ¿Es Boadella un personaje?
R.- No soy nada personaje en relación a la gente que me conoce. A partir del momento en que alguien que no te conoce, te conviertes en personaje. Aunque creo que la idea que hay de mí, es equivocada, sin embargo, me ha ayudado en la protección de mi intimidad y yo no he hecho nada para cambiarla, ya que cuando se ha disparado contra mi persona los disparos no me han tocado.

P.- ¿Realidad o ficción?
R.- Siempre realidad, porque creo que el arte es la búsqueda de la verdad. Y el arte que no tiene que ver con la verdad es un arte que no me interesa. He tratado siempre alejarme de este concepto, ya que la realidad es lo más bello, lo más imaginativo, lo más didáctico y más poético. Hay que buscar la realidad tras la realidad aparente.