El progreso triunfa a comienzos del siglo XXI, dejando atrás infinidad de labores tradicionales. Sin embargo, todavía estamos a tiempo de rescatar de la memoria de los mayores, retazos de estos trabajos que tanto tiempo se mantuvieron en auge pero a los que la tecnología ha ido arrollando. El grupo de trabajos y oficios del Centro de Estudios Locales de Alcorisa (CELA), en colaboración con el Ayuntamiento de esta localidad turolense, la cooperativa de labradores, el grupo de jota y la asociación hípica San Jorge, han querido recrear una de estas antiguas labores. Es verano, es tiempo de siega.
Por Silvia Ainaga
Puntuales a la cita y ataviados como antaño, un numeroso grupo de alcorisanos se reúne en la plaza de las Escuelas de esta localidad bajoaragonesa. Una vez allí, emprenden camino por la calle de las Arribas.
Por Silvia Ainaga
Ellos van a la cabeza de la comitiva. Cargan al hombro con las hoces, las zoquetas y las “dallas”.
Por Silvia Ainaga
Ellas, habilidosamente, portan los cestos de mimbre en la cabeza cargados con comida para la posterior merienda campestre. Las jotas amenizan el recorrido.
Por Silvia Ainaga
Los padres, los niños e incluso los abuelos. Toda la familia participaba en el que era considerado el trabajo agrícola más importante del año. Tras atravesar el Camino Hondo, la comitiva llega al campo de Miguel Espallargas, junto a la cooperativa de labradores. Allí, una era de amarillento trigo, espera ser cortada por manos expertas.
Por Silvia Ainaga
La primera tarea es preparar los “bencejos” con bobinas de esparto o con centeno, como muestra la mujer de la imagen, para después atar los fajos de mies.
Por Silvia Ainaga
Ante la atenta mirada de los curiosos, los primeros segadores utilizan la hoz o “falz”, como es conocida en la zona la única herramienta necesaria para realizar esta labor. Una zoqueta de madera les protege la mano de posibles cortes con el filo de la hoz.
Por Silvia Ainaga
Para segar se coge un puñado de espigas con una mano y con la otra la hoz, y se va cortando la mies. El secreto es hacerlo a ras del suelo. Cada puñado se llama garba. Con cuatro o cinco se forma una gavilla que se ata con el “bencejo” dando lugar a un fajo. Si la mies ha crecido bien, adquiere un volumen tan considerable que hace necesaria la ayuda de brazos y piernas para poder atarlo, como muestra la imagen.
Por Silvia Ainaga
Bajo un sol de justicia, los segadores y las segadores deciden descansar unos minutos para refrescarse con una gaseosa de papel y un trago de agua del botijo. También los hay que llevan a cabo el dicho de los “siete quinclanes de vino y la boca llena”.
Por Silvia Ainaga
El paso del tiempo supuso un avance en las tareas de la siega. Así, la aparición de las “dallas” permitía tener el cuerpo erguido. Antes de segar, la primera tarea es picar o vaciar la herramienta. Pacientemente, golpe a golpe con un martillo especial con mucha maza y poco mango, se estira ligeramente la chapa del corte
Por Silvia Ainaga
Quince “gavilladores” alcorisanos muestran a los que se han acercado hasta la era de Miguel Espallargas, cómo se realiza el “dallado”. Detrás van los segadores con el rastro para ir apilando las gavillas que luego atan en fajos.
Por Silvia Ainaga
De nuevo, el grupo de segadores y segadoras realiza una merecida parada para refrescarse y entonar la conocida jota de los segadores.
Por Silvia Ainaga
Una vez atados los “fajos”, se procede a “fajinar”, que es la tarea de reagrupar los fajos y colocarlos en forma de pirámide para protegerlos de las posibles tormentas que humedecerían mucho la mies. Una base con tres “fajos”, dos en la primera fila y uno en la punta. Junto a esta pirámide se coloca otra más y otra hasta cinco. Cuando se tienen 30 fajos juntos, se llama “fascal”.
Por Silvia Ainaga
El siguiente avance en la siega vino en forma de máquina mecánica de tracción animal como la de la imagen.
Por Silvia Ainaga
Esta tarea requiere sólo de una persona que lleva la máquina y va segando toda la era bastante más rápido que lo que podía hacer una persona con la “falz” o la “dalla”. Después toca atar los “fajos” y recoger con el rastro las espinas que se van cayendo.
Por Silvia Ainaga
La era ya está casi segada, por eso las mujeres se encargan de ir preparando la merienda para los segadores.
Por Silvia Ainaga
Olivas, embutidos, pan, almendras, nueces y pan. La tarea ha sido dura, por eso hay que recuperar fuerzas.
Por Silvia Ainaga
Y después de comer, una buena siesta a la sombra de un viejo olivo de la tierra.
Por Silvia Ainaga